‘No soñé llevar un arma’: zambianas mantienen a raya a los cazadores furtivos
Hope Ngulube, a la izquierda, y Rodah Chiawa, miembros del equipo especializado K9, posan mientras descansan de una sesión de adiestramiento canino en el parque nacional del Bajo Zambeze. Foto: Harry Vlachos/The Guardian

La protección de las especies amenazadas del parque nacional del Bajo Zambeze, en Zambia, ha sido tradicionalmente cosa de hombres. Ahora, la primera brigada de conservación femenina del país aporta una nueva perspectiva a la lucha con armas.

Rodah Chiawa y su amiga Hope Ngulube se aferran la una a la otra en la pequeña piscina exterior, riendo nerviosamente. Es la segunda vez que se meten en una piscina, así que el instructor les dice que se pongan los chalecos salvavidas antes de nadar hasta el lado más profundo. Se oyen chapoteos, chillidos y vítores de sus compañeros de equipo.

“Ha sido divertido, pero me ha dado mucho miedo, pensaba que me iba a hundir”, dijo Ngulube después.

Durante la siguiente media hora, el grupo practica la natación de espaldas, aguantar la respiración y caminar en el agua. Tras una mañana sofocante aprendiendo a controlar perros de rastreo en el parque nacional del Bajo Zambeze, agradecen la oportunidad de refrescarse y divertirse haciendo carreras de relevos.

Chiawa, de 25 años, y Ngulube, de 20, están siendo puestas a prueba como parte de un intenso proceso de selección de estilo militar para una unidad canina K9 de lucha contra la caza furtiva, pero empezaron como parte de Kufadza, la primera unidad de lucha contra la caza furtiva formada exclusivamente por mujeres en Zambia. Pasar de Kufadza a la unidad especializada K9 significa que tendrán más responsabilidades y bonos mensuales, un gran atractivo para los jóvenes que antes estaban desempleados o trabajaban en empleos mal pagados. Esto es especialmente cierto en el caso de las mujeres de las zonas rurales de Zambia, que, a pesar de las disposiciones de la Ley del Código de Empleo de 2019, a menudo están mal pagadas, mal tratadas o ignoradas por completo.

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El entrenamiento físico en la piscina es una oportunidad para que los aprendices de K9 se refresquen antes de portar armas. Foto: Harry Vlachos/The Guardian

Tanto Chiawa como Ngulube no tenían trabajo antes de entrar en Kufadza. Ngulube dice: “Nunca soñé que llevaría un arma. La miraba y pensaba que quizá la dispare accidentalmente y me pegue un tiro. No sabía en qué me estaba metiendo, pero (pensé) lo intentaré con todas mis fuerzas por Zambia”.

Fue el marcado desequilibrio de género en la conservación de la vida salvaje lo que impulsó a Conservation Lower Zambezi (CLZ) a crear Kufadza en 2021. La ONG apoya los esfuerzos del Departamento de Parques Nacionales y Vida Silvestre para frenar la caza furtiva y otras actividades ilegales en el parque nacional del Bajo Zambeze, en el sureste de Zambia, pero también trabaja con las comunidades para gestionar los conflictos entre los seres humanos y la vida silvestre en las dos áreas de gestión de caza que rodean el parque, zonas de amortiguación donde la gente vive y trabaja, principalmente en la agricultura de subsistencia.

“Vimos que la aplicación de la ley en la conservación estaba dominada por los hombres. Había muy pocas mujeres, a pesar de que las mujeres interactúan (más) con la fauna salvaje cada día, simplemente sacando agua del río”, afirma Peter Longwe, responsable de seguimiento y evaluación de CLZ. “Queremos que sirvan de embajadoras en sus comunidades en Zambia”.

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Agentes contra la caza furtiva en un ejercicio de rastreo, con armas, en el parque nacional del Bajo Zambeze en Zambia. Foto: Harry Vlachos/The Guardian

La organización colocó carteles en las aldeas locales y en la ciudad de Chirundu, en la frontera con Zimbabue, invitando a las mujeres a solicitar su ingreso en Kufadza; 500 mujeres respondieron.

Entre ellas estaba Stella Siansuna. Cuenta: “Cuando vi el cartel en el mercado de Chirundu se lo conté a mi familia y me dijeron “no puedes presentarte, es un trabajo para hombres”, así que tuve que convencerles de que tenía que hacerlo”.

Las 500 candidatas se redujeron a 96, a las que se sometió a pruebas de aptitud física, que incluían una carrera de 5 km, abdominales y flexiones. A Siansuna, de 22 años, que por entonces trabajaba como empleada doméstica y no era especialmente deportista en el colegio, las pruebas le resultaron duras.

“Decidí avanzar por el campo y los cazadores furtivos huyeron. Ahora no le tengo miedo a nada.” Stella Siansuna

“En la escuela jugaba al ajedrez”, dice. Pero pasó a la siguiente ronda, y fue una de las ocho mujeres elegidas finalmente para formar Kufadza, que significa inspirar en la lengua local goba.

Menos de un mes después, Siansuna patrullaba por la noche, arma en mano, en el monte cuando vio a unos cazadores furtivos que habían acampado a lo lejos.

“Estábamos muy asustadas, pero para entonces yo era la jefa del equipo en Zambia y tenía que tomar una decisión. Decidí avanzar sobre el campamento y los cazadores furtivos huyeron. Fue entonces cuando me hice fuerte y ahora no le temo a nada”, afirma.

Los números fluctúan de año en año, pero en 2023 había 13 miembros de Kufadza de un total de 46 exploradores comunitarios, todos ellos reclutados en las dos áreas de gestión de la caza.

Desde entonces, Siansuna ha pasado a formar parte de la brigada marina que patrulla con armas el curso inferior del río Zambeze, que separa a Zambia de Zimbabue. También es instructora de nuevos exploradores comunitarios. Siansuna dice que su principal motivación para unirse a Kufadza fue ayudar a su familia, pero que ha llegado a amar la tierra y la fauna que protege, y el trabajo en sí. No le importa pasar 10 días en el monte, caminando hasta 30 km al día con una mochila de 22 kg y un AK47. “Cuanta más experiencia adquiero, más fácil me resulta. Se trata de que te den la oportunidad de demostrar lo que vales”.

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Stella Siansuna, miembro del escuadrón marítimo de Zambia, porta arma. Foto: Harry Vlachos/The Guardian

También se siente a gusto trabajando junto a sus compañeros hombres, y añade: “A veces somos ocho hombres y yo, pero no hay ningún problema. Escalamos las mismas montañas, caminamos la misma distancia, portamos la misma arma”.

La experiencia de Siansuna refleja la filosofía de CLZ: quiere que las mujeres progresen en unidades especializadas, o que abandonen CLZ para incorporarse al Departamento de Parques Nacionales y Vida Silvestre, donde tendrán la seguridad de un sueldo y una pensión públicos.

Un volumen de negocio constante también abre oportunidades para nuevos reclutas, aunque suponga un reto financiero: formar a un explorador comunitario cuesta 2 mil dólares (33 mil 800 pesos), y los financiadores exigen una evaluación de impacto más rigurosa, más visibilidad en las redes sociales y más responsabilidad antes de desembolsar el dinero.

“Muchas mujeres se sienten inspiradas; cada vez que salgo me preguntan cuándo va a contratar CLZ”, dice Siansuna. “Me preguntan: cómo se hace, ¿tengo que acostarme con el instructor? Yo les digo que sólo tienen que demostrar que están física y mentalmente en forma”.

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Hope Ngulube con un instructor durante un ejercicio de manejo de perros en Zambia. Foto: Harry Vlachos/The Guardian

CLZ fue creada en 1994 por los propietarios de refugios de safari para hacer frente a la rampante caza furtiva en la zona. No hay cifras exactas sobre la población actual de elefantes en el parque nacional del Bajo Zambeze, pero Rabson Tembo, director de operaciones de CLZ, dice que las encuestas y las pruebas anecdóticas sugieren que es de entre 2 mil y 3 mil. Las matanzas de elefantes han disminuido desde 2016, cuando se puso en marcha la unidad K9 para reforzar la vigilancia sobre el terreno. En 2022 se cazaron furtivamente 10 elefantes, frente a 58 en 2016, y se detuvo a 119 presuntos cazadores furtivos, de los cuales casi todos (84%) fueron condenados. El comercio de marfil sigue siendo una gran amenaza, con delincuentes cada vez más sofisticados que operan sindicatos de caza furtiva, pero los elefantes no son los únicos animales en peligro. El parque no está lejos de la capital, Lusaka, lo que lo hace especialmente vulnerable a los cazadores furtivos que viajan desde la ciudad al pueblo más cercano antes de cruzar la escarpadura del Zambeze y adentrarse en el parque para capturar pangolines y matar jabalíes, antílopes y puercoespines para obtener carne de animales salvajes.

En 2022, CLZ creó la unidad marina y una brigada de despliegue rápido para intensificar la lucha contra el comercio ilegal de fauna salvaje. En su primer año de funcionamiento recuperaron mil 52 kg de carne de animales salvajes e identificaron 34 campamentos de cazadores furtivos. Las dos nuevas unidades también se encargan de proteger el parque nacional de otras amenazas, como la pesca ilegal y la extracción de oro. Esta última alcanzó su punto álgido durante la pandemia, cuando la gente buscaba formas de recuperar los ingresos perdidos. Sin embargo, gracias al despliegue selectivo de agentes y a los programas comunitarios de concientización sobre el riesgo de la minería sin licencia, el número de detenciones por minería se redujo a 32 en 2023, frente a 140 en 2021.

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La aldea de Rosemary Chimedza en una de las zonas de gestión de caza que rodean el parque nacional. Foto: Harry Vlachos/The Guardian

El principal objetivo de CLZ al crear Kufadza era abordar el desequilibrio de género en la conservación, pero las mujeres han demostrado ser a menudo mejores desafiando a cazadores furtivos y mineros, y resolviendo conflictos entre humanos y animales. Siansuna dice: “Es más probable que te escuchen”.

Como todos los parques de Zambia, el del Bajo Zambeze no está cercado, lo que significa que los animales campan a sus anchas por las aldeas locales, causando estragos, y los exploradores de Kufadza ayudan a calmar a los residentes enfadados y a comunicarles la necesidad de proteger la fauna salvaje. La jefa del equipo, Rosemary Chimedza, de 24 años, está destinada en su propia aldea, con tres exploradoras, Floriana Mutali, de 21, Tinashe Siamiata, de 23, y Mirriam Mpondamasa, de 26 años. Las mujeres han acampado en endebles tiendas para una sola persona junto a la carretera, preparadas para hacer frente, con sus armas, a cualquier incidente. Los elefantes y los hipopótamos suelen asaltar los huertos y los almacenes de maíz durante la cosecha de primavera, pero esta patrulla de 10 días no ha sufrido ningún incidente.

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Compañeras de equipo de Kufadza, la primera unidad de lucha contra la caza furtiva formada exclusivamente por mujeres en Zambia. De izquierda a derecha, Floriana Mutali, Rosemary Chimedza, Mirriam Mpondamasa y Tinashe Siamiata patrullan en un pueblo cercano al parque nacional del Bajo Zambeze. Foto: Harry Vlachos/The Guardian

A las 4:30 de la mañana del día siguiente, justo cuando los pájaros empiezan a saludar al amanecer, los adiestradores de los K9 se reúnen en la base de CLZ para otra sesión de entrenamiento. Tras comprobar sus armas, parten en fila india, con los ojos puestos en el suelo, en busca de huellas. De repente, se oye un grito y el grupo echa a correr en persecución de un sospechoso.

“Suelte el arma”, grita un agente. La arena y el sudor vuelan mientras dos alumnos luchan por dominar al hombre bajo un calor de 38 grados. Al final le obligan a tirarse al suelo y le esposan, pero sigue protestando por su inocencia: “Estaba observando aves”.

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Rodah Chiawa con su arma, en Zambia, en un ejercicio de rastreo de cazadores furtivos. Foto: Harry Vlachos/The Guardian

Un momento después se rompe la tensión. “Bien hecho, chicos”, dice Marius van Heerden, el sudafricano que se hace pasar por cazador furtivo en este ejercicio de entrenamiento. Se sacude el polvo y añade: “Tienen que avisar al sospechoso y decirle quiénes son, luego esperar a sus compañeros, no luchen solos contra él; los cazadores furtivos lucharán por sus vidas”.

A unos cientos de metros, en el monte, un segundo grupo de agentes en prácticas ha detenido a otro “cazador furtivo”.

“Lo tenía agarrado por el brazo, pero entonces se me cayó el arma y me di cuenta de que si la recogía escaparía”, dice Rodah Chiawa, aún sin aliento por el simulacro de enfrentamiento.

Todos ríen aliviados y regresan al campamento bajo el sol de media mañana. Tres semanas después de la visita de The Guardian, CLZ confirma que Ngulube y Chiawa han superado la selección K9. Este año, las mujeres patrullarán de verdad, y el reto al que se enfrentan no es precisamente para tomárselo a broma.

Traducción: Ligia M. Oliver

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