Gavdos: pequeña isla griega en la mira de los traficantes de personas
El faro de Gavdos al atardecer. La isla, más cercana a África que a Atenas, es el punto más meridional de Europa. Foto: Georgios Tsichlis/Alamy

Gavdos es diminuta, incluso para las pequeñas islas griegas. En una población de menos de 70 personas, sólo hay dos familias con cuatro hijos. El resto “son ancianos que viven solos en su mayoría”, explica su alcaldesa, Lilian Stefanaki.

Es un micromundo que en pleno invierno cuenta con una sola escuela, una panadería, dos minimercados y cuatro cafeterías y tabernas. La remota isla, separada de la costa de Creta por las a menudo impredecibles aguas del Mar de Libia, está vigilada por Efsevios Daskalakis, que durante gran parte del año es su único policía.

Pero últimamente la vida en Gavdos ha sido un poco menos tranquila de lo habitual. “El fin de semana pasado llegaron 150 personas de Libia en tres embarcaciones abarrotadas”, explica Stefanaki. “Nos están llevando al límite porque, en primer lugar, no hay infraestructuras para alojarlos en Gavdos”.

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Gráfico: The Guardian

En el extremo más meridional de Europa, más cerca de África que de Atenas, la isla de 29 kilómetros cuadrados se ha convertido en el último punto de encuentro de traficantes empeñados en llevar personas a Occidente.

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De los 9 mil 502 hombres, mujeres y niños que han buscado refugio en Grecia desde enero, unos mil 186 egipcios, paquistaníes y bangladeshíes han llegado en embarcaciones que han atracado “en las proximidades” de Creta y Gavdos, según la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR).

Durante el mismo periodo de tres meses del año pasado hubo “cero llegadas” a ninguna de las dos islas, un hecho que ha hecho temer la aparición de una nueva ruta de contrabando en el Mediterráneo.

“Ha sido increíble. Más de 800 almas en sólo unos meses han desembarcado en nuestra costa de Tripiti”, dice Daskalakis, en alusión al promontorio rocoso situado en el punto más meridional de la isla. “Son hombres jóvenes en su mayoría, que llegan en embarcaciones con cuatro veces su capacidad tras más de un día y medio en el mar”.

A menudo, dice, estaban exhaustos tras realizar el peligroso viaje de 180 km desde la ciudad portuaria de Tobruk, en la costa oriental mediterránea de Libia.

“Lo primero que hacen es llamar al número de emergencias, el 112, que es cuando me avisan de la central. No hay carretera, así que tengo que ir andando si el mar está muy revuelto. Ha sido impresionante. Normalmente son turistas los que se ven en Tripiti porque es el extremo más meridional de Europa y les gusta fotografiarse en la silla (una escultura) que hay allí”.

Hasta el 17 de marzo, fecha en que la Unión Europea firmó un acuerdo con Egipto por valor de 7 mil 400 millones de euros (132 mil 604 millones 67 mil pesos) para frenar los flujos migratorios, las embarcaciones no habían dejado de llegar. “Había una o dos cada dos o tres días”, dice Daskalakis. “Pero desde que el primer ministro griego y otros líderes europeos fueron a El Cairo a firmar el acuerdo se ha producido una notable calma. Es un alivio, pero nadie sabe cuánto durará exactamente”.

Grecia, al igual que Italia, había presionado mucho a favor del pacto a pesar de la perspectiva de que los grupos de derechos humanos censuraran un acuerdo con Egipto. El número de personas llegadas a Grecia desde el 1 de enero aumentó un 187%, según las autoridades.

“Ningún país o comunidad local debe enfrentarse solo al reto de gestionar los flujos”, afirma Stella Nanou, portavoz de la delegación de ACNUR en Atenas. “Las cifras que estamos viendo son aún manejables, pero se necesita una rápida coordinación, preparación y apoyo de las autoridades centrales griegas y de la Unión Europea”.

El ministro griego de Migración, Dimitris Kairidis, visitará Gavdos este fin de semana con el objetivo de garantizar que el puesto de avanzada no se convierta en lo que ha denominado “un punto de acceso para la migración irregular”.

Kairidis declaró a The Guardian que, si bien en el pasado los barcos de migrantes procedentes de Libia sólo paraban en Grecia “por defecto”, está claro que el planteamiento ha cambiado al haberse convertido en el país de destino.

“A menos que se detenga, todos deberíamos prepararnos para otra tragedia similar a la de Pylos”, afirma en referencia a los más de 500 hombres, mujeres y niños que se ahogaron cuando el pesquero en el que viajaban desde Tobruk volcó el año pasado en circunstancias controvertidas frente al sur del Peloponeso.

“Lo que estamos viendo son redes criminales de traficantes metiendo cada vez a más de estas desafortunadas personas en embarcaciones no aptas para la navegación que nunca deberían abandonar la costa libia”.

Subrayando la importancia del acuerdo trienal Unión Europea – Egipto, Kairidis insistió en que el país más poblado del mundo árabe no sólo había desempeñado un papel crucial en la detención de la migración irregular, sino que merecía ayuda para reforzar su frágil economía si se quería evitar otra crisis migratoria en Europa.

La aparición de la nueva ruta migratoria en el sur de Grecia no sólo era preocupante, sino que exigía ser gestionada adecuadamente y a tiempo, afirma.

“Necesitamos la cooperación de Egipto porque son sobre todo egipcios los que vienen. Por eso presionamos para lograr el acuerdo y dar a Egipto el apoyo que merece de la Unión Europea”.

Traducción: Ligia M. Oliver

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