Así ha cambiado la vida de los menonitas en México
La comunidad menonita se abre lentamente a la tecnología. Foto: AFP / Herika Martínez

En sus videos, Marcela habla con orgullo pero también con sarcasmo sobre la comunidad menonita, que cumple un siglo en México. Tras varias generaciones que rechazaron la rueda o la electricidad, esta joven abraza la tecnología como exitosa influencer.

Marcela Enns, de 30 años, es @menonita_mexicana en TikTok, con unos 358 mil seguidores interesados en sus relatos en español sobre la vida de los menonitas en Cuauhtémoc, Chihuahua, a donde llegaron sus ancestros en 1922.

También tiene dos canales en YouTube: uno en español con 166 mil suscriptores, y otro con 26 mil y contenidos en bajo alemán, la única lengua que hablan muchos menonitas.

Desde esas plataformas intenta acabar con el cliché de que todos los menonitas son iguales: una legión ultraconservadora cristiana apartada de la civilización o de fanáticos religiosos.

“Aquí somos un licuado”, dice la joven al diferenciar entre conservadores, que parecen vivir congelados en el tiempo; tradicionales, que visten ropas típicas pero aprovechan la tecnología, y modernos, que por su apariencia y estilo de vida no se distingue que son menonitas.

“A veces una persona de la comunidad más tradicional y otra más moderna (…) pueden discutir sobre cuál queso o pizza es mejor”, ironiza con sus fans.

En TikTok también hornea galletas, rapea o hace doblajes de Rihanna, desafiando las costumbres de un pueblo que en ciertos lugares de México aún rechaza la modernidad o apenas se abre a Internet.

De cabello castaño largo y ojos claros maquillados, Marcela luce como cualquier chica de su edad. Cuando se graba cocinando, viste las típicas ropas largas y cubre su cabeza con un pañuelo.

Más allá de sus diferencias, todos los menonitas “viven felices tal como están”, señala.

A 460 kilómetros de Cuauhtémoc está la colonia menonita Sabinal, donde las tradiciones se mezclan con la modernidad tras la llegada, hace cuatro años, de la electricidad, seguida de la llanta, los celulares e Internet. Nadie tiene televisor.

Gracias a que algunos jóvenes podían acceder a la red, los pobladores descubrieron en 2020 que el mundo enfrentaba una pandemia. Pacifistas declarados, ahora preguntan a los forasteros si “ya terminó la guerra” en Ucrania.

La comunidad, fundada hace 30 años, llegó a tener unos 2 mil pobladores, pero los artefactos modernos ahuyentaron a la mitad hacia el lejano Campeche.

“Se fueron, que no querían la luz. Y los demás, pues aquí andan trabajando, la mayoría son jóvenes”, comenta Johan Friesen Brown, de 42 años, y jefe de Sabinal.

Los hombres visten camisa a cuadros, overol de mezclilla y gorra; las mujeres, largos vestidos, huaraches y amplios sombreros. Todo confeccionado por ellos.

Jacobo Brown, de 50 años, encargado de la tienda y la quesería que produce una tonelada diaria, está contento con los cambios.

“Ahorita metemos la luz para regar la tierra, se riega más fácil. Y nosotros metemos la troca y las llantas al tractor para trabajar más a gusto”, refiere Brown, quien aún no sabe usar el internet inalámbrico.

Peter Harder Friesen, de 31 años, aplaude la electricidad que le proporcionan unas celdas solares en esta zona desértica.

“Tengo luz dentro de la casa, congelador y todo eso”, dice Harder, quien cultiva algodón ayudado de un tractor.

Se estima que en México hay unos 100 mil menonitas, la mayoría en Chihuahua.

Aunque sus raíces están en Holanda y Rusia, los primeros menonitas emigraron a México desde Manitoba, Canadá, donde los obligaban a aprender inglés, mientras ellos tienen su propia educación religiosa anabaptista en alemán.

El entonces presidente mexicano Álvaro Obregón les abrió la puerta, les permitió tener sus escuelas y los eximió del servicio militar, explica Lawrence Taylor, historiador de El Colegio de la Frontera Norte. Su vocación agrícola fue clave.

Un siglo después este apego a la tierra convive con una lenta apertura a la modernidad, que en el caso de @menonita_mexicana avanza veloz por su educación familiar.

“Mi abuelo era muy rebelde”, cuenta. Con esta influencia, su padre fue el primero en la comunidad que envió a los hijos a una escuela pública, y luego a Marcela a Canadá como estudiante de intercambio.

Hoy la joven, que comenzó a enamorarse de la tecnología a los 15 años cuando tuvo su primera cámara fotográfica, administra las redes sociales de dos empresas de Cuauhtémoc.

Marcela exalta a los menonitas por su laboriosidad y sentido solidario, y ve su popularidad como una inspiración.

“Para mí significa romper muchas reglas. Espero poder inspirar a otras mujeres menonitas a ser más independientes, a ser fuertes y no tener miedo de hablar lo que piensan”, concluye.

Con información de AFP

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