Tinta, papel o pantalla
Archipiélago Reportera cultural egresada de la ENEP Aragón. Colaboradora en Canal Once desde 2001, así como de Horizonte 107.9, revista Mujeres/Publimetro, México.com, Ibero 90.9 y Cinegarage, entre otros. Durante este tiempo se ha dedicado a contar esas historias que encuentra a su andar. X: @campechita
Tinta, papel o pantalla
Foto: Elisa Calvet B/Unsplash.com
"Lo que lees cuando no tienes que hacerlo… 
determina lo que serás cuando no puedas evitarlo"... 

-Oscar Wilde

En la década de los 70, las publicaciones independientes y fanzines tuvieron un peso importante al representar ese anhelado espacio de libertad para los jóvenes, eran consideradas parte de la contracultura de la época, para los 80 la dupla de estas revistas, libros y demás con el Tianguis Cultural del Chopo fue dinamita pura, mucho tuvo que ver Jorge Pantoja, Carlos Monsiváis y otros tantos personajes que se dieron vuelo consiguiendo textos rocanroleros de todas partes, como en alguna ocasión escribió José Agustín. Por eso no es de extrañarse que en fecha reciente, honrando ese pasado, el Museo Universitario del Chopo creo la Fanzinoteca, acción que para muchos supone un disparate, ya que la esencia de dichas ediciones ha sido ir por la libre, pero si reflexionamos, el Museo del Chopo es el lado punk de los espacios culturales de la UNAM. Bien, la semilla de esos textos independientes se afianzo cada vez más y en los últimos años su existencia es una declaración de amor a las letras y la libertad de compartir.

Es así que en su momento encontramos: Casa de El hijo del Ahuizote, ERRR Magazine, Terremoto, Vacaciones de trabajo,  Calipso Press, ediciones Prisma, Réplica, Bikini Wax, La duplicadora, Kaja negra, Minerva Editorial, ediciones Antílope y muchos otros sellos que responden a los temas que a cada integrante del equipo le vuela la cabeza, materiales que responden a sus necesidades como creadores más allá de empresarios, que los lleva a mantener ese valor de querer tener el libro y no ceñirse a los criterios que rigen a sellos transnacionales, muchos de ellos  vinculados a otro tipo de producciones.

Mar de opciones que han sido beneficiadas por las herramientas digitales tanto en cuestiones técnicas como en relación a los contenidos, ya que es posible realizar colaboraciones sin fronteras, todo con el poder de un mail, WhatsApp o posteo en redes. Oleaje que en estos días trajo a mis manos los libros rústicos de alto impacto de Niño Down Editorial, casa que en medio de la pandemia sacó su nueva colección de libros, se trata de un primer tiraje de ejemplares numerados de autores nóveles como “Bisiesto” de Martín Rangel,  “La poética del ruido y el deseo de colapso en el sistema latinoamericano” de Trilce Chávez o “La infinidad de universos que habitan las yemas” de Miguel V. González, títulos que ya anuncian una buena sacudida…

Llegué al límite de la simulación: estoy naciendo.
El día que me di cuenta de que Google y Facebook
me conocían más de lo que yo puedo conocerme,
por primera vez en meses, sonreí…

Fragmento del libro de Miguel V. González, joven egresado de la carrera de Lengua y literatura hispánicas de la FES Acatlán que como muchos de sus contemporáneos ha encontrado en las editoriales independientes, ya sea impresas o digitales ese lugar de onda para compartir su trabajo, su poesía. Pero, ¿cuál es el encanto de estas casas editoriales?, en primer lugar que  que surgen entre amigxs, que ante la falta de recursos explotan su creatividad para generar materiales de colección, textos que no se quedan entre páginas, sino que se convierten en performance o eventos en línea que generan un vínculo distinto con los lectores. Se ha dicho infinidad de veces que los libros físicos están por desaparecer, pero no hay manera, una vez más aplica la máxima de que…

¡Lo que no les mata, les hace más rockers!...

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