Populismo y órganos legislativos: de la oposición al gobierno
Tácticas Parlamentarias

Analista y consultor político. Licenciado en Ciencia Política por el ITAM y maestro en Estudios Legislativos por la Universidad de Hull en Reino Unido. Es coordinador del Diplomado en Planeación y Operación Legislativa en el ITAM. Twitter: @FernandoDworak

Populismo y órganos legislativos: de la oposición al gobierno
Alberto Fujimori, representante del populismo. Foto: EFE

No importa cuán autoritario sea un régimen: requerirá de un órgano legislativo que lo legitime, al menos sesionando periódicamente. Por ello, los populismos no tienen problema con la representación, siempre y cuando haya un conjunto de representantes percibidos como correctos que representen al pueblo que consideran correcto para hacer un juicio correcto y, en consecuencia, hagan lo que llaman correcto. Es ahí donde el liderazgo populista define los términos de pertenencia y corrección. Entonces, si hay una representación “correcta”, el ataque a los órganos legislativos en una democracia liberal se enfoca a su inautenticidad.

Bajo lo anterior, cuando las cosas les salen mal a los liderazgos populistas, el problema no es la visión de estos individuos, sino las instituciones democráticas que de alguna forma producen los resultados equivocados. En su discurso e imaginario, incluso si parecen propiamente democráticas, para ellos algo sucede tras bambalinas que permite a las élites corruptas seguir traicionando al pueblo. De esa forma, las teorías de la conspiración no son un curioso añadido retórico, sino se cimentan y emergen de la propia lógica del populismo.

Dicho lo anterior, revisemos los discursos y tácticas de los liderazgos populistas, primero desde la oposición y después una vez que conquistan el poder, para identificar elementos que nos ayuden a entender lo que pasa en nuestro país.

El populismo desde la oposición

El populismo desde la oposición siembra dudas contra las instituciones que producen los resultados que consideran moralmente incorrectos. Por ende, se les suele denominar, quizás acertadamente, “enemigos de las instituciones”, aunque no de estas en general, sino de las reglas y procedimientos que no reivindican su derecho a una representación moral exclusiva. Sus propuestas se centran en abolir las instituciones que consideran intermedias, como una cámara alta, descentralizar decisiones, eliminar umbrales de representación en sistemas plurinominales, y promover procedimientos plebiscitarios como las consultas y las revocaciones de mandato.

En respuesta, algunas democracias promueven un “cordón sanitario” o “de contención”: dejar a las fuerzas no democráticas lo más lejos de los centros donde se toman las decisiones, como serían las coaliciones de gobierno. Aunque se piensa con ello que respetan las preferencias de los votantes sin dañar los procesos de toma de decisiones, la práctica ha mostrado que tal exclusión fortalece la retórica populista; toda vez que se permite presentar a los demás partidos como un “cártel” o una “mafia”. Así tienden a fusionar las siglas partidistas, reforzando una idea: sólo los populistas ofrecen una alternativa genuina

¿Cuál es la mejor forma de evitar que los populismos lleguen al poder? Atender y dar la mejor solución posible a los reclamos populares que atiende el populismo a través de proveer soluciones simples y personalistas. Sin embargo, es difícil que el sistema de partidos tradicional tenga esa capacidad de reacción.

El populismo como gobierno

Una vez ganado el poder, el populismo se apropia del discurso de legitimidad, por encima incluso de la legalidad. Aunque algunos estudios afirman que el populismo podría traer beneficios como dar voz a grupos excluidos o presentar temas que de otra forma no se tratarían en el caso de democracias consolidadas, la mayoría señalan tres formas en que la lógica populista opera contra la democracia liberal. Primera, la colonización del Estado, particularmente las instituciones que pueden servir de contrapeso. Segunda, el clientelismo de masas a través de un llamado “legalismo discriminatorio”. Finalmente, la represión sistemática de la sociedad civil, empezando con la prensa escrita.

Una táctica frecuente que siguen los gobiernos populistas para afianzarse en el poder son las convocatorias a asambleas constituyentes, diseñando la nueva constitución al modo del grupo en el poder. Posteriormente, se suele instaurar un “congresillo” antes de la entrada en vigor del nuevo marco normativo, para adecuar la legislación secundaria o designar funcionarios afines.

Aunque no hay estudios comparados sobre el impacto de los gobiernos populistas sobre los órganos legislativos, he obsrevado que hay tres mecanismos de presión e intervención: asedio mediático, cierre de espacios a la oposición dentro del proceso legislativo y tácticas duras constitucionales.

El hostigamiento ocurre principalmente en gobiernos divididos: el líder intimida al órgano legislativo en su conjunto, o a un grupo en lo particular, al movilizar a un segmento significativo de la ciudadanía en su contra. Por ejemplo, Alberto Fujimori atacaba a los partidos del Congreso de ser corruptos y no representativos, cuando bloqueaban sus iniciativas. Aunque la presión busca forzar una decisión, esta táctica puede llevar al rompimiento institucional-

Se entenderá como reglas de procedimiento a las provisiones que afectan el procesamiento de las iniciativas. Tales reglas importan en la medida que se distribuyen recursos reales, cuyos efectos no pueden ser desechos sin incurrir en costos reales de tiempo y esfuerzo, confieren beneficios que los partidos consideran dignos de preservar por medios extra legislativos y porque en ocasiones se encuentran codificados en leyes cuya reforma es compleja. Por lo tanto, el proceso legislativo debe ser complejo y en ocasiones hasta tortuoso pues, por su naturaleza, el sistema de elaboración, discusión, aprobación y promulgación de leyes no puede simplificarse sin caer en la dictadura. El objetivo: proteger la discusión sistemática de todos los aspectos y consecuencias previsibles de una ley, y dar acceso a todos los actores políticos que tienen un interés legítimo en la norma a discutir.

Cabe señalar un elemento antes de revisar las tácticas del populismo: los órganos legislativos son autónomos en definir su marco procedimental, toda vez que se entiende como una extensión de la prerrogativa de inviolabilidad, o libertad de palabra. Por lo tanto, pueden modificar aquellas reglas de procedimiento que no se encuentran codificadas en su constitución por mayoría absoluta de sus integrantes.

De esa forma, un gobierno populista con mayoría de legisladores puede modificar sus reglas de procedimiento para limitar o incluso cerrar los espacios de discusión e intervención de la oposición. Existen numerosas formas para hacerlo: capturar instancias de decisión como mesas directivas u órganos de gobierno para definir la agenda pública o interpretar los procedimientos, modificar los reglamentos para limitar la participación de la oposición durante las sesiones plenarias o de comité, e incluso retirar a legisladores incómodos de las comisiones dictaminadoras. Este último caso ocurrió en Eslovaquia en 1994, tras el triunfo de Vladimir Mečlar.

Se entenderá como táctica dura constitucional a una forma de combate institucional destinado a derrotar de manera permanente a los contendientes, sin preocuparse por la continuidad del juego democrático. Así, las normas se estiran sin llegar a significar una quiebra institucional, para que un grupo pueda imponer su voluntad a costa de los otros. Podemos hablar, por ejemplo, del “autogolpe” de Alberto Fujimori contra el Congreso del Perú ante el impasse legislativo. Otro caso es la destitución inconstitucional de 57 diputados de oposición ecuatorianos por parte del Tribunal Supremo Electoral de Ecuador, una vez que una mayoría parlamentaria había votado, también de manera extralegal, al titular de esa institución; violentando los procedimientos de remoción constitucionalmente previstos. Finalmente, en 2015 la diputada venezolana María Corina Machado fue depuesta e inhabilitada la mayoría oficial de la Asamblea Nacional, tras choques entre este órgano y el ejecutivo.

Una vez revisadas las tácticas del populismo en otros órganos legislativos, la próxima semana veremos qué ha sucedido en México: ¿se puede hablar que el actual gobierno es populista? ¿Cómo llegamos a este punto? ¿Qué ha sucedido? ¿Qué puede pasar?

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