Guacamayaleaks: Dos revelaciones en salud
Diagnóstico Reservado

Médico cirujano con más de 30 años en el medio y estudios en Farmacología Clínica, Mercadotecnia y Dirección de Empresas. Es experto en comunicación y analista en políticas de salud, consultor, conferencista, columnista y fuente de salud de diferentes medios en México y el mundo. Es autor del libro La Tragedia del Desabasto.

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Guacamayaleaks: Dos revelaciones en salud
Ilustración: Majito Vazquez / La- Lista.

El escándalo relacionado con los Guacamayaleaks entra en su tercera semana y no ha sido poca la información cosechada por diferentes periodistas, portales y medios, entre ellos La-Lista. El ya internacionalmente famoso hackeo dio a conocer una multitud de datos en manos de la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) que van desde los más comunes e intrascendentes, hasta verdaderas revelaciones. 

Curiosamente, en el área de la salud dos noticias llamaron la atención. Una de ellas atañe directamente a la salud del comandante supremo de las Fuerzas Armadas: el presidente Andrés Manuel López Obrador. La segunda, al deteriorado sistema de abasto de medicamentos en México, particularmente el concerniente al Ejército.

El pasado mes de enero se difundió la noticia de que el presidente había sido internado en el Hospital Central Militar (HCM) para ser sometido a “un cateterismo de rutina”, debido a sus antecedentes de cardiopatía. Vale recordar que López Obrador sufrió un infarto en diciembre de 2013 y fue atendido exitosamente en el Hospital Médica Sur. Aunque es común y deseable que un paciente post-infartado sea revisado periódicamente, llamó la atención este procedimiento “de rutina” realizado tan abruptamente.

Lo que ocurrió en realidad, según las filtraciones de Guacamaya, es que el presidente tuvo un cuadro de angina inestable, una condición en la que el corazón no recibe el flujo de sangre ni el oxígeno que requiere y puede sufrir un infarto en cualquier momento. Una verdadera emergencia que pudo poner en peligro su vida. 

Por este evento, debió ser evacuado en una ambulancia aérea, aparentemente desde su finca en Palenque y con rumbo al Hospital Central Militar. A este punto lo sorprendente es que, en enero, el gobierno de la República hubiera mentido respecto a la salud del presidente; sin embargo, algunos de los aspectos sobre su atención médica merecen comentarse.

Lo primero que hay que entender es que, como en muchos países, el presidente (o presidenta) de México, como comandante supremo de las Fuerzas Armadas, tiene acceso –al igual que su familia inmediata– al servicio médico de la Secretaría de la Defensa Nacional. 

No, el presidente no es atendido en el ISSSTE sino en el HCM, donde hay una suite especial y un equipo médico dedicado específicamente para él (o ella). Enrique Peña Nieto fue intervenido de una colecistectomía (le retiraron la vesícula biliar) en el HCM y bajo el cuidado de cirujanos militares. 

En este contexto, el que López Obrador hubiera tenido que ser evacuado en un helicóptero militar hacia el HCM es perfectamente normal. Lo que no se comenta, sin embargo, es que a AMLO no le gusta ser atendido por médicos militares. Simplemente no les tiene confianza. Es por ello que lo hemos visto de visita en el Instituto Nacional de Cardiología y por lo que insistió, de manera irresponsable en mi opinión, en ser atendido en Palacio Nacional cuando padeció covid en 2021.

La salud del primer mandatario de México debería ser un asunto de conocimiento público, incluso de seguridad nacional. El que haya una falta de transparencia y que los eventos y emergencias salgan a la luz a través de filtraciones, al tiempo que el presidente se rehúsa a seguir los protocolos de atención médica establecidos para su posición, es realmente preocupante.

La segunda noticia apareció el 5 de octubre cuando se dio a conocer un oficio de la Coordinación y Abastecimiento de Medicamentos y Equipamiento Médico (UCNAMEN) del Instituto de Salud para el Bienestar (Insabi) al general Luis Cresencio Sandoval. En él se pidió que el área de Sanidad de la Sedena no rechace los medicamentos genéricos que se les envían. En otras palabras, el Ejército mexicano no acepta muchos medicamentos que le sean enviados por el Insabi, por no ser los originales y, evidentemente, dudar de la calidad, eficacia o seguridad de los obtenidos por este instituto.

La noticia obviamente es cómo el brutal desabasto de medicamentos ha golpeado incluso a las Fuerzas Armadas, las cuales están adquiriendo sus propios medicamentos de manera directa. Esto no es una novedad. De acuerdo con datos recopilados por el Instituto Farmacéutico de México (Inefam) y como lo menciono en mi libro La tragedia del desabasto, desde mediados de 2020, todas las instituciones están comprando medicamentos por su lado, a cualquier proveedor y no necesariamente al mejor precio.

Lo que esta noticia pone de manifiesto es la enorme disparidad que existe entre las diferentes instituciones de salud en la procuración de los medicamentos para sus pacientes. En otras palabras, hay medicamentos de primera y de segunda, para pacientes de primera y de segunda. Este es un fenómeno histórico y evidentemente no ha cambiado pese a todo lo que sea dicho y hecho. 

Por ejemplo, a finales del siglo pasado, el servicio médico de Pemez se caracterizaba por tener uno de los cuadros básicos más envidiados del sector salud, ya que su gerencia médica solamente compraba, en la medida de lo posible, medicamentos originales. Al igual que las Fuerzas Armadas, los empleados de Pemex recibían mejores medicamentos que los derechohabientes del IMSS, ISSSTE o los que acudían a la Secretaría de Salud. Esto cambió con la llegada del cuadro básico interinstitucional, y en un inicio las protestas por parte del sindicato no se hicieron esperar. Pero el sistema de abasto de medicamentos mediante compra consolidada, así como la disminución del poderío económico de Pemex, los fue orillando a utilizar mayoritariamente lo que estaba incluido en el cuadro básico.

Aunque el antiguo cuadro básico y la compra consolidada incluían a todas las instituciones de salud federal, las Fuerzas Armadas siempre han comprado medicamentos de manera directa y no en pocos casos, con pedidos especiales para pacientes específicos. 

Entre los médicos militares es conocido el que los jefes y generales, así como sus familias, deben ser atendidos siempre con medicamentos originales y para ellos se aprueban compras directas al precio que sea necesario pagar. Si se pregunta a especialistas médicos de diferentes instituciones sobre el acceso real que tienen a medicamentos avanzados como los anticuerpos monoclonales u oncológicos de alto precio como lenalidomida, los médicos militares serán los únicos en responder que,para ellos prácticamente no hay restricciones, mientras que en el IMSS, ISSSTE e incluso los Institutos Nacionales de Salud nunca hay certeza de que el Insabi les autorice, compre o envíe lo que sus pacientes requieren.

Es claro que con un sistema de compras desmantelado y en medio del desabasto más grande de medicamentos que se haya vivido en México, el área de sanidad militar duda seguramente de la calidad de los medicamentos y proveedores a los que un incompetente Insabi está recurriendo y por ello decide comprar directamente.

El sistema de salud en México se encuentra en medio de la crisis más grande de su historia. Un hackeo a la Sedena nos hizo ver que se nos han estado ocultando datos importantes sobre la salud del presidente y que esta institución realiza adquisiciones especiales para sus pacientes, digamos, especiales. 

Desde hace tres años son muchas las cosas que se desconocen y vivimos en la opacidad más grande respecto a las decisiones en salud. Es lamentable que un ataque cibernético nos dé más claridad que todos los discursos y declaraciones oficiales.

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