Hablemos de talento
Poder prieto

Actor de cine, teatro y TV, creador escénico y plástico. Es egresado de CasAzul Argos y docente en algunas de las instituciones de profesionalización artística del país. Un prieto orgulloso, desobediente y disidente que encontró en el arte del actor una posibilidad compasiva de entender al otro y, por tanto, al mundo. Es beneficiario del programa Creadores Escénicos del Sistema de Apoyos a la Creación y Proyectos Culturales (FONCA).

@albertojuarezmx

<strong>Hablemos de talento</strong>

Ante la demanda de mayor y digna representación de personas racializadas en las producciones nacionales, la respuesta de distintos medios, productores y agentes de comunicación ha sido la misma: “los espacios los debe ocupar la gente por su talento” ¿Pero qué carajos es eso que llaman talento? si ese postulado es cierto ¿las personas blancas que histórica y sistemáticamente han ocupado los espacios en los medios son más “talentosas” que sus colegas racializados? No. Lo que han tenido son más oportunidades. 

Irónicamente en la formación y profesionalización artística, hace bastante tiempo dejamos de utilizar este término subjetivo y abstracto como parámetro de evaluación de un artista. Si bien existe en algunos artistas en formación cierta disposición natural a ciertas materias o ejercicios, ese supuesto chispazo de la naturaleza se vuelve nada si no se desarrolla, entrena y trabaja. Pero cuando escucho el término en el cotidiano, muy lejos están de hablar de habilidades y herramientas, más parece que lo que vive en el inconsciente colectivo se refiere a un constructo cercano a la meritocracia, a la filosofía del echaleganismo, del “cada quien construye y busca sus propias oportunidades”, bueno, hasta alguna vez escuché a un dramaturgo decir que no importaba que cierta actriz estuviera fracasando técnicamente en un proyecto, merecía ese espacio por pertenecer a “una dinastía de actores”.

Y es que lo que evidentemente el señor Gilbert no se ha cuestionado, es cómo y por qué sus audiciones y elencos, esos de los que se jacta son taaaan talentosos, se conforman siempre y lógicamente de una mayoría apabullantemente blanca, que ha estudiado en el extranjero, ha accedido a prestigiosos entrenamientos que demanda el rigor de una comedia musical de franquicia internacional, gente con cierto capital económico, mediático y cultural. Pareciera el resultado natural de la oferta laboral, pero el monstruo vive debajo de las apariencias. Como ya se ha repetido, el racismo y el clasismo son los mellizos de un sistema que escondidos en lo que parece un rigor profesional, comienzan a mandar a unos a un lugar y a otros a otro. ¿No me creen? Observen los fenotipos y colores de quienes son talento y de quienes son staff en las producciones del país.  

Es en esas decisiones donde comienzan nuestros sesgos ¿cómo nos imaginamos a un artista y cómo a un personal de servicio en la producción? ¿A qué le damos más valor, a un músico de orquesta tradicional en una comunidad o a un músico en una orquesta internacional? ¿Por qué en tu cabeza tiene más valor uno que otro?  Es ahí donde el sistema comienza a dictarnos quién es talentoso y quién no, quién puede acceder a ciertos espacios, quién se homologa en los saberes de una academia que históricamente ha privilegiado y sobrevalorado unos, los occidentales y despreciado todos los demás. Pero mientras nuestra vara siga siendo esa academia, nuestra percepción del talento estará sesgada por la raza, la clase, el privilegio y viviremos en el absurdo de evaluar a un pez por sus habilidades para volar.  

Es por eso que las cuotas son importantes aunque le den escozor a cierto sector, porque es una manera de emparejarnos en esas oportunidades históricamente dadas sólo a los que fuimos privilegiados. Es la única manera de aspirar a que una industria dominada por el interés capital, pueda buscar diversificarse. Recordemos cómo comenzaron las cuotas, con ese grupo de mujeres que demandaban espacios políticos en los países de mayor representación masculina. Hoy todos esos países han tenido gobernadoras y primeras ministras y las cuotas han sido trascendidas porque son una medida temporal.  

Tan absurdo es el reclamo de que en la industria los espacios son para los talentosos, que incluso quienes lo enuncian son la prueba de que esta premisa es una gran mentira ¿O a alguien le parece un auténtico despliegue de talento el nivel actoral que alcanzan las producciones comerciales del cine nacional, las actuaciones de la televisión abierta, el nivel de periodismo que tenemos en el país? ¿O qué tal la decisión de dar los espacios a “influencers” que llenan el internet de contenido basura? ¿Es acaso eso un despliegue de talentos? No lo creo.  

El talento en la antigüedad era una unidad de medida. Mientras exijamos que mida habilidades o saberes de personas, esa idea estará atravesada por los sistemas de opresión. Las nuevas pedagogías artísticas hablan de desarrollo, integración, compartir saberes, disposición a trabajar en colectivo, capacidad de adaptarse a un mundo cambiante. No sólo la industria, también la propia academia tiene mucho que aprender de estos conceptos para desestructurar juntos y en colectivo, este sistema que justamente, nos ha dividido tanto. 

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