10 camas que cambiaron el mundo, desde la de Tutankamón a la de Tracey Emin
Foto: Eric Koch/Anefo/Wikicommons

1. Homo horizontalus

Las camas son tan viejas como la humanidad. Duermo, luego existo. Hasta el año pasado, la primera evidencia del uso de colchones de plantas, hechos de capas de tallos y hojas, era de hace 80,000 años. Pero un nuevo estudio descartó ese y encontró que se usaban camas de pasto en cuevas del sur de África hace 227,000 años, que es cuando los homo sapiens daban sus primeras zancadas. Los primeros humanos ponían un lecho de pasto encima de un área previamente quemada para deshacerse de los insectos. Ellos conocían el valor de dormir bien. También parece que les gustaba quedarse en cama. La presencia de pedazos de rocas entre los restos de los colchones de pasto sugiere que hacían herramientas de piedra acostados ahí. Así que no te sientas culpable de usar tu laptop desde la cama, lo hacemos desde el principio de la existencia humana

2. Egipto y el arte de dormir

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Foto: Dmitry Denisenkov/Flickr

Los egipcios antiguos estaban obsesionados con la muerte. Algunos alegan que su sociedad era una necrópolis elaborada. Esa obsesión se extendía a la minimuerte que llamamos sueño. Las camas en las que los faraones dormían hace 5,000 años no eran demasiado diferentes a las que usamos ahora. Un soporte rectangular con patas cortas (a veces esculpidas en forma de león o toro), con carrizos trenzados para formar un colchón, un panel para los pies y un reposacabezas que parece incómodo. A Tutankamón lo enterraron con seis camas, incluyendo una cama plegable que es única entre los objetos del faraón. La primera cama de campaña del mundo. 

3. Cama de viaje de Eduardo I

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Foto: Tristan Surtel/Wikicommons

Eduardo I (1239-1307) fue un monstruo, en todo sentido. OK, eso es un poco injusto. Él fue un rey inglés medieval determinado a tener más éxito que su padre, Enrique III, y lo logró. Alineó a los barones, conquistó a los galeses, sometió a los escoceses. Eso inevitablemente llevó a mucha sangre derramada, y le dan una muy mala reputación en Corazón valiente. Él era extremadamente alto para los estándares del Siglo XIII, medía alrededor de 1.88m (lo que sumaba a su presencia que intimidaba), y lo apodaban Zanquilargo o Piernas Largas. Su tamaño y el hecho de que siempre viajaba por todos lados por la guerra hacían que una cama robusta fuera esencial. La Torre de Londres tiene una recreación de la recámara de Edward y una réplica de la cama de cuatro postes que iba con él a sus campañas, nada que ver con la de Tutankamón. Los registros financieros reales tienen un pago de “11 chelines y un penique por madera, tablas y paneles para una cama para el rey y para transportarla por Inglaterra”. 

4. La cama Tudor perdida

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The Langley Collection.

La cama más evocadora de la historia británica es la cama matrimonial de Enrique VII, una cama suntuosa de cuatro postes también conocida como la Cama del Paraíso. Se hizo para conmemorar el matrimonio de Enrique VII a Isabel de York en 1486, y tiene la Rosa Roja de Lancaster y la Rosa Blanca de York que simbolizan la unión de las dos casas después del final de la Guerra de las Rosas. La elaborada cabecera tiene dos figuras desnudas en dichosa armonía. Podrían ser Adán y Eva (por eso la Cama del Paraíso) o posiblemente Cristo y la Virgen María restaurando la dicha edénica después de la pequeña dificultad de Adán y Eva. Hubo argumentos sobre su procedencia, pero ya se pusieron a dormir. La cama se perdió por 500 años, pero fue reencontrada cuando demolieron el hotel Redland House en Chester en 2010. La cama, que estaba en la suite de luna de miel del hotel, fue desmantelada y abandonada en el estacionamiento, donde la encontró un subastador. A los románticos les gusta pensar que es la cama en la que se concibió a Enrique VIII. 

5. La gran cama de Ware

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Victoria and Albert Museum

Como el nombre sugiere, lo que hace famosa a esta cama de cuatro postes es su tamaño. Mide 3 metros por 3.35 y es tan grande, según el Museo de Victoria y Albert que la adquirió en 1931, como para cuatro parejas. La hicieron en 1590, pero hay poca evidencia de que se usara para los actos de amor de Isabel I. La suposición es que se comisionó como una atracción turística para una posada en Ware, Hertfordshire, y la creó el carpintero local Jonas Fosbrooke. Sin embargo, si alentó a cierta diversión. Algunos de los que durmieron en ella tallaron sus iniciales en la cabecera y en los postes, y en 1689, para ganar una apuesta, se dice que 26 carniceros y sus esposas durmieron en ella. Al mismo tiempo. La cama también alcanzó fama literaria. Shakespeare habla de ella en Noche de Epifanía, y Ben Jonson en Epicena. 

6. La segunda mejor cama de Shakespeare

En su testamento, Shakespeare le dejó su “segunda mejor cama, y los muebles” a su esposa, Anne Hathaway. La herencia se puso en una línea garabateada en el testamento un mes antes de la muerte de Shakespeare, y se hicieron biografías basadas en la tardanza de su adición y sus sentimientos aparentemente irrespetuosos. Se sugiere que no le agradaba su esposa, quien era ocho años mayor a él y lo pudo haber forzado al matrimonio cuando él tenía 18 porque ella estaba embarazada, pero hay poca evidencia. Era común que el hijo mayor, en este caso la hija de Shakespeare, Susanna, se quedara con la mayor parte de la herencia, y el gesto pudo haber sido cariñoso. La mejor cama en una casa acomodada del Siglo XVII solía ser para las visitas, la segunda mejor para los que vivían ahí. Esta pudo ser, según algunos, la cama matrimonial. 

7. El bebé de contrabando

Una cama que se dice que realmente hizo historia es la de María de Módena, en la que María de Módena, la esposa del rey católico Jacobo II, dio a luz a un hijo en junio de 1688. Jacobo no tenía heredero varón, así que el público protestante estaba conforme con que lo sucedería María, su hija protestante de su primer matrimonio. La llegada de un hijo de padres católicos arruinó estos planes, y causó rumores de que el bebé nació muerto y que contrabandearon a uno de reemplazo a la cama de María de Módena dentro de un calentador. La disputa del nacimiento llevó a una invasión del esposo de María, Guillermo de Orange, y a la Revolución Gloriosa, que estableció una ascendencia protestante. William y Mary se volvieron monarcas, Jacobo II huyó a Francia, y su hijo Jacobo Francisco Eduardo Estuardo, el supuesto bebé del calentador, pasó toda su vida tratando de recuperar el trono para los Estuardo. La disputa sobre la sustitución causó una regla de que los ministros deberían estar presentes en un nacimiento real, incluido el de la Reina en 1926. Esa tradición se acabó en 1948

8. Mandar desde la cama

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Luis XIV en sus aposentos. Imagen: Chateauversailles.fr

Además de ser armas de la dinastía, las camas expresaban autoridad. El ‘Rey Sol’ de Francia, Luis XIV, que fue monarca por 72 años desde 1643 hasta 1715, fue el maestro de la gobernanza desde el dormitorio. Él convirtió el salón de dibujo del palacio de Versalles en una recámara, y daba audiencias a docenas de personas todos los días desde su cama. El acto de levantarse y vestirse se convirtió en una ocasión formal del estado, y atendían varios sirvientes, cortesanos y otros. 

9. La cama de la paz de John y Yoko

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Foto: Eric Koch/Anefo/Wikicommons

Elvis tuvo su indulgente cama hamburguesa, pero John Lennon y Yoko Ono le dieron a las camas un mejor uso después de su matrimonio en marzo de 1969. Primero pasaron una semana en cama en su luna de miel en la suite presidencial del hotel Hilton en Ámsterdam. Lo declararon quedarse en cama por la paz mundial. La guerra de Vietnam sucedía en ese momento, e invitaron a los medios como en las audiencias de Luis XIV. Después se volvieron a quedar en cama dos meses después en Montréal. No causó ninguna diferencia política, pero al menos produjo una canción memorable: The Ballad of John and Yoko.

10. Mi cama, de Tracey Emin

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La cama destendida de Tracey Emin. Fotografía: Nils Jorgensen/Rex/Shutterstock

A los artistas siempre les atraen las camas. Piensa en Van Gogh, Manet, Lucian Freud. Pero nadie ha explotado el potencial de una cama como Tracey Emin, cuya instalación Mi cama se hizo, o más bien deshizo en 1998 y se expuso en la Galería Tate el año siguiente, cuando la nominaron al premio Turner. Ella dijo que la cama gloriosamente arruinada, rodeada de cosas como condones, ropa interior manchada de sangre, pastillas anticonceptivas y botellas vacías de vodka, fue el producto de pasar cuatro días en cama con depresión. La controversia en los medios fue estridente, los visitantes a la exhibición sin precedentes, y la pregunta de siempre “¿Pero, es arte?” resonaba en las galerías. Durante el show en el Tate, dos artistas chinos semidesnudos saltaron en la cama y tuvieron una pelea de almohadas antes de que los sacaran los guardias de seguridad. Después nombraron a su intervención Dos Hombres Desnudos Saltan en la Cama de Tracey, y dijeron que era arte. Emin volvió a deshacer la cama en la mañana siguiente. 

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