El peso de la barca
Alioli

Es periodista y analista de datos. Ha colaborado en medios como Reforma, Chilango y Tec Review. Fue coautor del libro Ayotzinapa, la travesía de las tortugas, publicado por la editorial Proceso. También es hincha incondicional de los Leones Negros. Twitter: @ridderstrom

El peso de la barca
El futbolista Leo Messi. Foto: EFE/ Enric Fontcuberta.

Tres horas antes de que el FC Barcelona comunicara oficialmente que Lionel Messi no seguiría en el club, la prensa deportiva española aún daba por segura su renovación. El argentino volvía de vacaciones y, tras dos meses de negociación, estaba decidido a firmar su último contrato. Pese a la sintonía con la directiva, algo se torció en el último instante y, sorpresivamente, lo que se pactó fueron las palabras del comunicado con que anunciaron el temido divorcio.

La mañana después del cisma, cuando aún los hinchas y los compañeros de Messi permanecían en shock, el presidente Joan Laporta, personaje diestro en el discurso y la imagen pública, fue claro: la nefasta gestión de la junta anterior, presidida por Josep María Bartomeu (el peor en la historia del club, algo que parecía difícil de lograr, considerando a sus antecesores), y la crisis económica derivada de la pandemia dejaron una deuda de 500 millones de euros. Para inscribir a Messi bajo los estatutos de la Liga española, tendrían que vender a cinco jugadores y no fichar más. Imposible. La firma del nuevo contrato habría sido inmediata en condiciones normales; pero en medio de la pandemia, sería una locura.

El 4 de agosto, la Liga española, presidida por Javier Tebas, cerró un trato con el fondo de capital de riesgo británico CVC, que le reportaría 2 mil 700 millones de euros a pagarse en un plazo de 40 años, y que supondría un alivio para las cuentas de los clubes, en especial las del Barcelona, que recibiría 275. Laporta y el presidente del Real Madrid, Florentino Pérez, se mostraron reticentes al acuerdo porque consideraron que pone en riesgo los derechos audiovisuales de los clubes y el plazo del pago es disparatado.

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¿Pero por qué no tomar ese dinero y retener al mejor jugador de tu historia? Porque el club está encaminado hacia la Superliga, proyecto del que no se ha retirado pese a las presiones de los dirigentes de la UEFA y la Liga. De haber aceptado el dinero de CVC y renovado a Messi, Laporta no podría seguir ejerciendo presión para crear ese nuevo ente que reunirá a la crème de la crème y ensanchará más la brecha económica entre clubes. Laporta, el presidente en cuyo primer mandato Messi debutó, y que prometió retenerlo luego de ganar las elecciones de este año, decidió aligerar el peso para que la barca no se hundiera.

Ahora, el único destino posible para Messi, dadas sus exigencias económicas y deportivas, es el Paris Saint Germain, ese club solventado por petrodólares cataríes al que los controles financieros no parecen molestarle y en el que podría jugar rodeado de amigos y completar una plantilla globetrotter que le satisfacería el fetiche de la Champions League a los dueños del equipo.

El divorcio de Messi y el Barcelona no supone el fin del futbol, pero sí un quiebre importante hacia lo que será el futuro del deporte. Esto ya no es lo que nos enamoró en la infancia, sino un pastiche que rara vez emociona y se preocupa más por la economía que por el juego mismo.

Qué tristeza.

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