Affidamento
Deuda Histérica

Feminista, se identifica como chicana por haber nacido en Estados Unidos y crecer en la frontera de Tijuana. Activista por los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres. Abogada, presentadora de televisión, analista política y columnista. Conductora de La deuda histérica en La-Lista.

Twitter: @EstefaniaVeloz

Affidamento
'Gracias a este movimiento de mujeres valientes sigo cuestionándome, aprendiendo y creciendo todos los días'. Foto: Alexa Herrara / La-Lista.

No hay duda de que el término sororidad es una de las palabras más usadas en el lenguaje feminista de hoy en día. Al menos en México, y de acuerdo con Google Trends, la palabra sororidad ha tenido, desde 2015, un incremento en búsquedas cada vez mayor, reflejando así la creciente popularidad de esta.

Dentro y fuera de los círculos feministas, pues no es necesario asumirte como tal para usar estos términos, el concepto de sororidad ha sido en un principio para hablar de una cierta solidaridad que debe de existir entre las mujeres, partiendo de la concepción de que la hostilidad que puede llegar a haber entre nosotras deriva primeramente del patriarcado. En otras palabras, si el patriarcado busca enemistarnos, que sea la sororidad la que nos una.

Lo que plantea este concepto es maravilloso, una hermandad de mujeres en donde todas nos apoyamos incondicionalmente entre nosotras ¿no? Pues la verdad es que, como siempre, las cosas en la práctica son mucho más complejas de lo que creemos. De entrada, ya ni siquiera hablemos de los problemas de la interseccionalidad que esto puede traer, recordemos que la opresión nos cruza de distintas maneras y es imposible homologar las experiencias de todas las mujeres. 

El problema con la sororidad es que actualmente esta palabra se usa como una especie de látigo contra toda mujer que o no muestra su apoyo o que critica a alguna mujer.

Más que una crítica al concepto de sororidad, busco reflexionar sobre cómo se ha usado el concepto en los últimos años.

Sororidad tiene su origen en Estados Unidos, en la segunda ola del feminismo y en la obra de Kate Millet, autora de Política Sexual, quien, en la década de 1970, acuñó el término sisterhood para promover la solidaridad, sin distinciones sociales ni raciales, entre mujeres. Posteriormente, derivado de lo propuesto por Millet, en Francia, al traducirse, se convirtió en sororité, del latín soror que significa hermana. De acuerdo con las feministas francesas, esta palabra designa los vínculos que se crean a partir de afinidades o experiencias compartidas que tienen a la condición femenina como punto de partida. 

Sin embargo, no fue hasta muchos años más tarde que el término empezó a usarse en América Latina gracias a Marcela Lagarde, quien define la sororidad como: “la alianza feminista entre las mujeres para cambiar la vida y el mundo con un sentido justo y libertario”.

Sin duda todas coinciden que la sororidad es un vínculo entre mujeres que busca construir una red de apoyo, ayudar a otras que se encuentren en situaciones potencialmente peligrosas o denunciar actitudes machistas que afecten a nuestras compañeras. Y esto es algo realmente bueno que debería seguirse promoviendo. 

Sin embargo, en años recientes, la palabra sororidad se ha usado para dos cosas principalmente: para atacar a aquellas mujeres que no muestran su apoyo a otras mujeres y también para atacar a aquellas que critican a otras mujeres. Yo sé que podría sonar a lo mismo, pero una tiene que ver con el hacer y otra con el no hacer.

Empecemos por la primera, cuando como mujer no muestras tu apoyo incondicional a otra mujer eres poco sorora. ¿Y cuándo me molesta esto? Cuando la mujer en cuestión es una persona racista, clasista, transfóbica o simplemente una fascista en potencia. 

Admito que nada me molesta más que ser llamada poco sorora, ni siquiera que me digan feminazi me molesta tanto. Pero cuando está acusación viene por no apoyar a todas las mujeres solo por serlo, por ejemplo, votar por Margarita Zavala, me doy cuenta de lo problemático de este concepto.

Esto no es una disertación sobre si Margarita Zavala es o no una mala persona, simplemente ella representa una visión sumamente conservadora, que raya en actitudes antiderechos, con la cual yo simplemente no puedo estar de acuerdo. 

Dejando fuera la discusión sobre si el ser una mujer en un puesto de poder te vuelve automáticamente un ícono feminista, por ejemplo Margaret Thatcher tenía girl power cuando financió grupos paramilitares para desestabilizar Irlanda del norte. Y claro, al criticar a Thatcher las mujeres de derecha que justamente se oponen a muchas de las cosas que propone el feminismo me llamarían antisorora. De esta forma, muchos bots en internet y otros grupos antiderechos se han apropiado de un término feminista con el único fin de chantajearnos 

Es más, incluso a las mismas mujeres de derecha les pesa mucho menos el que les digan que son poco sororas. Ellas, con la mano en la cintura, pueden decir sin el más mínimo dejo de culpa sorora que no van a apoyar a mujeres que, por ejemplo, estén a favor de la despenalización del aborto. Y ese es justamente el tema, que usan la sororidad en nuestra contra. 

Existe un concepto que podríamos entender como una versión planteada de la sororidad y que nos puede permitir huir de las formas en que ese concepto se usa actualmente: el affidamento, es un término italiano que nace en la escuela de Milán en 1966 y 1988, que busca que reconozcamos la otredad en, valga la redundancia, otras mujeres, que reconozcamos en otras características y diferencias, haciendo nacer entre iguales, un acto de confianza y voluntad en el que nuestras decisiones sean apoyadas por la otra (UC Domínguez, 2021).

“El concepto de affidamento nace para nombrar la tutela que entre iguales se da, es compartir los sueños y proyectos propios con las otras, para hacer una causa común frente al poder patriarcal, la cual ha negado la unidad y el compartir entre mujeres con una educación misógina, en donde en lugar de crear alianzas, las mujeres se disputan las migajas del poder que los hombres y mujeres que controlan, les arrojan. El affidarse una mujer a su igual tiene un contenido de lucha política, sirve para darse seguridad y para hacer su propia idea de la realidad que les rodea. El pacto sororico que se establece entre las mujeres reconoce de una a otra las capacidades y limitaciones que hacen de cada una un ser único”, según Erika Cervantes en El concepto de Affidamento. Dossier de la Morada.

A diferencia de la sororidad más idealista, el affidamento nos invita a reconocer las semejanzas, pero también las diferencias que existen entre mujeres. Esto permite crear un espacio en donde ambas mujeres pueden reconocerse como iguales gracias a lo antes mencionado. Y aunque no tiene una traducción literal del italiano, en este concepto se conjugan ideas como las de confiar, apoyarse, dejarse aconsejar, dejarse dirigir entre mujeres, además de conceptualizar la búsqueda de referencias simbólicas entre nosotras.

Y justamente en este último punto es que el affidamento puede ser un escape para el secuestro al que nos quieren someter aquellos que desde la oposición usan palabras como la sororidad. El affidamento busca encontrar referencias simbólicas entre nosotras partiendo de ideales y valores similares que nos den un piso mínimo de confianza entre nosotros. 

Aquí es donde considero valioso este concepto, porque de manera implícita nos dice que si no encontramos estas referencias simbólicas, nada nos exige “affidarnos” con ciertas mujeres. 

En conclusión, la sororidad se ha vuelto uno de los conceptos más importantes del lenguaje feminista del siglo XXI y aunque la idea detrás de este es sumamente bueno, la realidad ha hecho que este concepto sea usado por grupos realmente problemáticos, como lo es la derecha, para cooptar y coercionar el apoyo de mujeres hacia figuras con quienes lo único que tienen en común es el hecho de ser mujer. Pero podemos a acercarnos a otros conceptos que nos invitan a reconocer nuestras semejanzas y diferencias para poder así hallar puntos de referencia entre nosotras que nos permitan crear verdaderos espacios seguros y redes de apoyo. 

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