Deja que brille: los inesperados beneficios de exponer la piel al sol
Las mujeres que pasaron más tiempo al sol vivieron entre uno y dos años más que las que evitaron el sol. Foto: Ronnie Kaufman/Getty Images

¿Gafas solares? ¿Protector solar SPF50? ¿Sombrero de ala ancha? Durante décadas se nos ha inculcado que, cuando hay sol, es mejor ponerse ropa protectora, crema solar y sombrero para estar a salvo. No cabe duda de que una exposición excesiva al sol, y sobre todo las quemaduras solares, aumentan el riesgo de desarrollar cáncer de piel. También la piel envejece prematuramente. Pero los científicos cuestionan cada vez más el mantra de que la luz solar es un mal que hay que evitar a toda costa, e investigan el lado positivo de la exposición al sol.

No se trata solo de la vitamina D. Aunque es importante para unos huesos y dientes fuertes, esta vitamina inducida por el sol es solo la punta del iceberg en cuanto a los procesos fisiológicos que se ven influidos por la luz solar que incide sobre la piel. Las personas que toman el sol pueden incluso tener una vida más larga. Entonces, ¿podemos aprovechar los beneficios del sol sin correr el riesgo de padecer cáncer de piel?

Como seres diurnos que vivimos en un planeta soleado, no debería sorprendernos que nuestro cuerpo haya evolucionado para aprovechar la energía del sol en nuestro beneficio. La piel es nuestro órgano más grande y está repleta de sustancias químicas y maquinaria que responden al sol; la más obvia es la melanina, el pigmento que da color a la piel.

Las personas de piel más oscura tienen más melanina, pero su producción también se desencadena por la exposición a la radiación ultravioleta (UV) de la luz solar. La melanina absorbe algunos de estos rayos UV, ayudando a proteger las células de la piel de daños en el ADN, aunque esta protección es limitada, e incluso los tonos de piel oscuros pueden sufrir quemaduras solares y otras formas de daño solar como la hiperpigmentación y el envejecimiento cutáneo.

Una de las formas en que la luz solar activa la producción de melanina es a través de la liberación de una sustancia llamada beta-endorfina, que también desempeña un papel en el alivio del estrés y la gestión del dolor. Ésta podría ser una de las razones por las que a muchas personas les relaja tanto tomar el sol.

Por supuesto, tomar el sol es un arma de doble filo. Los primeros indicios de que la luz solar podría estar asociada a un mayor riesgo de cáncer de piel aparecieron a finales de la década de 1920, cuando un investigador británico llamado George Findlay observó que los ratones a los que se irradiaba regularmente con luz ultravioleta desarrollaban tumores en la piel. Numerosos estudios han demostrado desde entonces que la luz UV provoca mutaciones en el ADN de las células de la piel que, si no se controlan, pueden desembocar en cáncer de piel.

Curiosamente, a pesar del mayor riesgo de desarrollar cáncer de piel, las personas que se exponen mucho al sol parecen tener una esperanza de vida más larga, en promedio, que las que evitan el sol.

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Buen sol… ¿ha llegado el momento de replantearnos nuestra relación con la exposición de la piel al sol? Foto: Donald34/Getty Images/iStockphoto

Esta conexión contraintuitiva salió a la luz por primera vez en 2014, cuando un investigador sueco llamado Pelle Lindqvist publicó los resultados de un amplio estudio que había dado seguimiento a la salud de unas 30 mil mujeres durante 20 años. Descubrió que, en promedio, las mujeres que pasaban más tiempo al sol vivían entre uno y dos años más que las que evitaban el sol, incluso después de tener en cuenta factores como la riqueza, educación y ejercicio. Este aumento de la esperanza de vida parecía deberse a unas tasas más bajas de enfermedades cardiovasculares y otras enfermedades no relacionadas con el cáncer, como la diabetes de tipo 2, las enfermedades autoinmunes y las enfermedades pulmonares crónicas.

Desde entonces, otros estudios han identificado un patrón similar, incluso entre los británicos de piel clara. En julio, Richard Weller, de la Universidad de Edimburgo, y sus colegas publicaron un análisis preliminar basado en los datos de 376 mil 729 personas de raza blanca inscritas en el UK Biobank Study, una enorme base de datos en línea de registros médicos y de estilo de vida, cuyo estado de salud se siguió durante casi de 13 años.

Se descubrió que las personas con un comportamiento más activo en su búsqueda de sol tenían un 14% menos de probabilidades de morir por cualquier causa durante el periodo de estudio en comparación con las que evitaban el sol, y su riesgo de muerte por enfermedad cardiovascular era un 19% menor.

En general, los que tomaban el sol de forma más activa tenían unos 50 días más de supervivencia en promedio, mientras que los participantes que vivían en el sur del Reino Unido vivían 16 días más que los que vivían 300 km más al norte, incluso después de tener en cuenta factores como el nivel socioeconómico.

“Podría pensarse que 50 días más de vida no es mucho, pero a nivel de población es enorme”, afirma Weller. “Básicamente, tras corregir todos los factores de confusión, en Gran Bretaña, al igual que en Suecia, cuanta más luz solar recibe la gente, más tiempo vive”.

Curiosamente, el riesgo de morir de cáncer, incluidos los de piel, era también un 14% menor entre los que tomaban el sol de forma activa. Weller afirma que también se ha observado un patrón similar en otros estudios. “Sabemos que cuando se diagnostica un melanoma, las personas con niveles más altos de vitamina D tienen mejor pronóstico”, afirma.

La vitamina D se fabrica en nuestro organismo cuando los rayos UVB de la luz solar reaccionan con una sustancia química de la piel llamada 7-dehidrocolesterol. Las células óseas y musculares la utilizan para regular los niveles de calcio y fósforo necesarios para mantenerlas fuertes y sanas, mientras que las células inmunitarias también la emplean para defenderse de microbios nocivos y favorecer la reparación de heridas. Los receptores de la vitamina D también se encuentran en otros tejidos corporales como el corazón y el cerebro, y en los últimos años la lista de enfermedades asociadas a la deficiencia de vitamina D ha crecido hasta incluir enfermedades cardiovasculares, infecciones y cáncer.

Sin embargo, sorprendentemente, los grandes experimentos a largo plazo que han evaluado el efecto de la ingesta diaria de suplementos de vitamina D para prevenir estas enfermedades han arrojado resultados dispares, lo que ha llevado a algunos investigadores a preguntarse si no se estaba enfocando desde una perspectiva equivocada. “El nivel de vitamina D es un biomarcador de que se ha tomado el sol, pero no es necesariamente el agente activo que interviene en la patogénesis de las enfermedades humanas”, afirma la profesora Prue Hart, del Telethon Kids Institute de Perth (Australia).

Hart es una de las personas que investigan si los rayos UV del sol afectan nuestra salud de otras formas. Además de provocar daños en el ADN de las células de la piel, otra razón por la que una exposición excesiva al sol puede aumentar el riesgo de cáncer de piel es porque amortigua la actividad de las células inmunitarias que normalmente detectarían las células dañadas y las destruirían.

Sin embargo, cierta amortiguación inmunitaria puede ser beneficiosa, ya que ayuda a moderar las respuestas inmunitarias hiperactivas. Es posible que nuestro sistema inmunitario haya evolucionado con este ligero efecto inmunosupresor de la luz solar. Ahora que pasamos la mayor parte de nuestras vidas en interiores, este sistema puede haberse desequilibrado, aumentando el riesgo de enfermedades autoinmunes.

Por ejemplo, la esclerosis múltiple, causada por un ataque erróneo del sistema inmunitario al cerebro y los nervios. Numerosos estudios epidemiológicos han asociado una mayor exposición a la luz solar a lo largo de la vida con un menor riesgo de desarrollar la enfermedad.

Hart investiga ahora si exponer a los rayos UVB a las personas con la forma más temprana de EM podría detener o retrasar su progresión. Un estudio piloto realizado en 20 personas sugirió que, un año después de someterse a la fototerapia, siete de cada 10 personas habían desarrollado EM, en comparación con las 10 que no recibieron el tratamiento. Otros experimentos también revelaron diferencias significativas en sus perfiles de células inmunitarias en sangre, especialmente en sus células B productoras de anticuerpos.

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Es casi imposible recomendar cantidades específicas de exposición solar “segura” porque la piel de cada persona es diferente. Foto: WideWorld/Alamy

También pueden intervenir otros mecanismos. Como muchos dermatólogos, Weller empezó su carrera creyendo que la luz solar era intrínsecamente perjudicial. Pero hace unos 15 años descubrió en la piel humana grandes reservas de óxido nítrico, un potente dilatador de los vasos sanguíneos. Investigaciones posteriores revelaron que estas reservas eran activadas por los rayos UVA, y que exponer a los individuos a una dosis de UVA equivalente a pasar unos 20 minutos al aire libre al mediodía durante el verano británico, provocaba un descenso temporal pero significativo de la presión arterial.

Por su parte, una investigación reciente de la profesora Carmit Levy, de la Universidad de Tel Aviv (Israel), descubrió que la exposición al sol provocaba la liberación de la “hormona del hambre”, la grelina, en la piel de los hombres. En este caso, el desencadenante parecía ser el daño del ADN. Además de regular el apetito, la grelina también ayuda a reducir la inflamación y la presión arterial, por lo que éste podría ser otro mecanismo a través del cual la exposición al sol influye en el riesgo de enfermedades cardiovasculares.

A medida que aumentan las pruebas de estos efectos potencialmente beneficiosos de la luz solar, también lo hacen las peticiones para que se replanteen los consejos de salud pública sobre la mejor manera de mantenerse a salvo bajo el sol. En 2020, Weller, Hart, Lindqvist y otros 12 investigadores publicaron una revisión en la revista International Journal of Environmental Research and Public Health, en la que alertaban a médicos y responsables políticos del “importante problema de salud pública que supone una exposición solar insuficiente”.

Aunque no niegan que la exposición a los rayos UV sea una de las principales causas de cáncer de piel, creen que la campaña Slip, Slap, Slop (usa una playera, ponte bloqueador solar, y lleva sombrero) de evitar el sol, defendido originalmente por el Cancer Council Australia, pero adoptado ampliamente en otros países, puede estar perjudicando la salud de las personas que viven en países de latitudes altas como el Reino Unido.

“La guía Slip, Slap, Slop es adecuada para los descendientes de europeos del norte de piel blanca que viven en entornos con altos niveles de UV, como Australia, donde padecen muchos cánceres de piel. Pero no es apropiada para los británicos de piel blanca que viven en Escocia, y es absolutamente inadecuada para los británicos de piel oscura que han emigrado a la inversa, desde África o la India”, afirma Weller.

Entonces, ¿qué hacer? En lo que casi todo el mundo está de acuerdo es en que la cantidad de exposición al sol necesaria para mantenerse sano es muy inferior a la que provoca quemaduras solares.

El problema de abogar por una exposición al sol incluso limitada es que a muchas personas les resulta difícil moderarse, y es casi imposible recomendar cantidades específicas de exposición solar “segura” porque la piel de cada persona es diferente, afirma Michelle Baker, directora general de Melanoma Fund, una organización benéfica que sensibiliza sobre la protección solar en el deporte y las actividades recreativas al aire libre. Además, la intensidad del sol varía de una hora a otra, de un día a otro y de una latitud a otra.

Un método es consultar el índice UV, que nos indica la intensidad de los rayos solares y cuándo corremos más riesgo de quemarnos. Si es igual o superior a 3, hay que pensar en proteger la piel, sobre todo si se tiene la piel clara, muchos lunares o pecas, o antecedentes personales o familiares de cáncer de piel.

El Dr. Walayat Hussain, de la Asociación Británica de Dermatólogos, afirma: “(Recomendamos) evitar las quemaduras solares y el bronceado intenso, ya que aumentan las probabilidades de padecer cáncer de piel. No es necesario evitar el sol todo el año, pero unas pocas medidas cuando se está al sol, ya sea en el Reino Unido o de vacaciones en el extranjero, ayudarán a protegerse. Estas medidas incluyen: protegerse la piel con ropa, pasar tiempo a la sombra cuando el índice UV es alto, normalmente entre las 11 de la mañana y las 3 de la tarde en el Reino Unido, y utilizar protección solar”. Baker subraya que el uso de protección solar no provoca una carencia de vitamina D: “No importa la cantidad que utilices o el factor de protección, algunos de los rayos UV del sol llegarán a tu piel”, afirma.

Weller también está de acuerdo en que la protección solar es una precaución sensata. “La protección solar es importante por la forma en que vivimos ahora, es decir, recibimos periodos cortos e intensos de luz solar durante las vacaciones, lo cual es muy poco natural”, afirma. “La protección solar previene el envejecimiento de la piel y las quemaduras. Debería usarse para eso, porque es lo que importa”.

Aun así, puede que haya llegado el momento de dejar atrás la idea de que la exposición al sol es intrínsecamente mala. Aún no sabemos con exactitud cuál es la cantidad óptima, y es casi seguro que varía de una persona a otra, pero lo que sí está cada vez más claro es que los efectos de la exposición al sol van mucho más allá de la piel.

Traducción: Ligia M. Oliver

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