Familias de acogida: Mónica acompaña a una niña migrante
Foto: Cortesía Juconi

A Mónica Yerena, una socióloga de 36 años de edad, se le quedó grabada la filosofía de su abuela paterna Guadalupe: ser una persona de puertas abiertas. Ella aprendió que se pueden generar otros tipos de vínculos que no solo sean el lazo sanguíneo. 

“En su casa siempre había el tío, la prima, incluso un amigo de mi primo llegó a vivir a la casa de mi abuela después de que lo corrieran, Elder tenía 15 años y se convirtió en nuestro primo, él murió antes de la pandemia, pero para nosotros fue un miembro más de la familia”, recuerda. 

Hoy, Mónica, una mujer soltera que vive en la Ciudad de México, ha decidido seguir los pasos de su abuela para formar su propia familia con un nuevo modelo: ser familia de acogida, una medida alternativa y temporal de cuidado y protección para niñas, niños y adolescentes que han perdido los cuidados de su familia de origen ya sea por situaciones de violencia, movilidad humana, catástrofes naturales o situaciones de guerra, entre otras.

Su decisión también tiene que ver con romper el guion de vida de casarse y tener hijos, ella decidió ser parte de la solución ante el aumento de niñas, niños y adolescentes migrantes no acompañados. 

De acuerdo con la Unicef, México es un país de origen, destino y tránsito de personas migrantes y en los últimos años se ha visto un fenómeno particular: la migración de niñas, niños y adolescentes (NNA) no acompañados. 

En 2020, cerca del 42% de los NNA extranjeros rescatados por el Instituto Nacional de Migración (INM) estaban no acompañados, de acuerdo con el informe Niñas, niños y adolescentes en situación migratoria irregular, desde y en tránsito por México. Síntesis Gráfica 2021, de la Unidad De Política Migratoria, Registro e Identidad de Personas.

De enero a junio de 2022, 26 mil 737 niños niñas y adolescentes migrantes han sido rescatados en México. Del total, 57% son hombres y 42% mujeres y la mayoría provienen de Guatemala, Honduras y El Salvador.

Pero este no es solo un problema proveniente de países latinoamericanos, también de México. De enero a junio de este año, Estados Unidos repatrió 13 mil 807 menores mexicanos, de los cuales, 11 mil 47 (80%) no estaban acompañados y su rango de edad era de 12 a 17 años

Mónica forma parte del Programa de Familias de Juconi, una organización de la sociedad civil sin fines de lucro, alineado al Programa Nacional de Familias de Acogida (Pronfac), del Sistema Nacional para el Desarrollo Integral de la Familia (SNDIF), que busca dar una alternativa de cuidado a los NNA que quedaron sin adultos que se encarguen de su cuidado.

Su nueva familia estará compuesta por su perrita, ella y una adolescente migrante de 16 años de edad proveniente de un país de Centroamérica. 

Del acogimiento casero a la formalidad

Así como la abuelita de Mónica le abrió las puertas a las personas que lo necesitaban, en México muchas familias también lo hacen. “Siempre hemos visto cuidados informales en familias donde a lo mejor un niño pierde los cuidados, es un tipo de acogimiento que no es formal, el formal es mediado por el Estado”, señala Ariel Flores, coordinador de cuidados alternativos en fundación Juconi.

El programa de Juconi es mediado por la Procuraduría Federal de Protección a Niñas, Niños y Adolescentes, el INM y el DIF, quienes se encargan de brindar una certificación a la familia de acogida y garantizar que es idónea para esta función. 

Flores explica que si bien los Centros de Asistencia Social (CAS) cubren necesidades de salud, educación y esparcimiento para los menores, existen rezagos a nivel cognitivo, las habilidades socioemocionales no se desarrollan de de manera óptima, hay dificultad para generar vínculos sociales e incluso se puede hablar de prevalencia de trastornos psicológicos.

Mientras que en un entorno familiar tiene un impacto favorable en el desarrollo, desde cuestiones de talla, salud, rendimiento escolar, autoestima y en las capacidades para realizar vínculos sociales.

Con la nueva reforma migratoria de nuestro país se prohíbe la privación de libertad a niñas, niños y adolescentes por motivos de movilidad, es decir, NNA –acompañados y no acompañados– no podrán, en ningún caso, ser alojados en estaciones migratorias y deberán ser canalizados a los CAS.

América Latina sufre olas de violencia, crisis económicas y políticas que han orillado a que cada vez más personas busquen un país para mejorar su calidad de vida. De acuerdo con Juconi, en 2021, 100 mil personas solicitaron la condición de refugiado a México, de los cuales 18 mil fueron NNA y mil no estaban acompañados por un familiar.  

“Antes migraba un miembro de la familia y eso ayudaba en lo económico, posteriormente migraba el resto de la familia o el que migró retornaba a su país de origen. (Ahora) hay familias completas que migran y en el trayecto pueden suceder sinnúmero de cosas, no tenemos datos precisos, pero podemos ver que hay niños que salieron con su familia, pero a México llegaron los más pequeños o algunos adolescentes o la mitad o un cuarto de la familia llegó a Estados Unidos, y están luchando por la reintegración familiar”, comenta Ángel Rojas, director de programas en Juconi

Rojas agrega que el flujo migratorio ha sufrido transformaciones importantes. “Anteriormente el desplazamiento era por medio de ‘la bestia’ –un tren que viaja del sur al norte del país– porque eran adultos o adolescentes solos, pero ahora que se mueven familias completas con bebés y niños pequeños la forma de movilidad cambia y pone en mayor riesgo a los NNA. Hemos atendido casos en los que los NNA pierden a sus adultos responsables y quedan a la deriva”. 

El programa de Juconi comenzó a convocar familias a finales de 2019, los primeros acogimientos se dieron en 2020. Juconi no compartió datos de cuántos NNA han sido beneficiados con la iniciativa de familias de acogida, pero en su página de internet señala que necesitan 110 familias de acogida en Puebla y Ciudad de México.

Los retos de formar una familia diferente

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Mónica ha destinado un espacio en su hogar para la nueva integrante de su familia. Foto: Cortesía Juconi.

Para Mónica, la migración no es un tema ajeno porque su trabajo se relaciona con derechos humanos y educación. “(Somos) un país que recibe personas y ya no somos un país de paso, sino de destino para muchas personas, una oportunidad para construir un proyecto de vida”, comenta. 

Hay imágenes que le recuerdan cuando la infancia y la movilidad humana fueron evidentes, como cuando el gobierno del expresidente estadounidense Donald Trump separó familias y los privó de su libertad. 

“Una primera impresión es el nivel de desprotección en el que puede estar la niñez, qué es lo que necesita ocurrir en una familia o un país, qué obliga a los NNA a migrar sin el acompañamiento de una persona adulta, es un síntoma de ese nivel de desprotección. (Esto) te sacude, te confronta, era conmovedor ver a familias con sus hijos, pero verlos llegar solos es una sacudida muy fuerte”, explica Mónica. 

Con su trabajo diario conoció a Juconi y se enteró del programa, lo vio no solo como una manera de ayudar, sino como una forma para experimentar el cuidado de una persona sin experimentar directamente la maternidad, así como de vivir un acogimiento que no sea casero, sino formal. 

Cuando compartió su decisión con sus padres y después con su familia amplia no se sorprendieron por el ejemplo que les dio su abuela Guadalupe.  

Para ella, lo más retador durante el proceso de preparación previo al acogimiento ha sido tener paciencia y los trámites, abrir su casa y los impactos en el espacio físico, en la economía, en el orden de prioridades. Pero afirma que también hay satisfacción, como la emoción de que llegue un nuevo integrante a su pequeña familia.

“(Es construir) el proyecto de vida de alguien, que yo pueda ser un puente para que alguien pueda tener oportunidades mejores”, dice.

Operación amistad

Mónica comenzó el proceso en abril de 2020, cuando llamó para resolver dudas. Cuando La-Lista realizó esta entrevista, ella estaba estaba a punto de concretar el acogimiento, se encontraba en la etapa de “Operación amistad”, que es convivencia virtual con el objetivo de conocerse más, evaluando cómo visualizan el acogimiento y sus expectativas. Sin embargo, por cuestiones de seguridad, no se compartió información sobre cuándo se realizaría el acogimiento.

“Ella es una adolescente con mucha determinación, su gran sueño es estudiar, ser abogada, desea una vida tranquila, salir a pasear; le gusta cantar, jugar futbol, los perritos. Ella no viene de una ciudad sino es más rural, más en contacto con la naturaleza, animales, la playa”, cuenta Mónica.

En esta etapa, explica Flores, se procura que la convivencia sea lo más natural, no hay restricción sobre lo que puedan comentar y la familia de acogida debe conocer la historia del menor.

“Cuando una familia acoge a alguien que ha padecido situaciones de violencia que han generado trauma, esa familia tiene que estar preparada tanto emocional como estructuralmente para que pueda acoger a este nuevo miembro y que en algún punto también tiene que estar preparada para la separación bajo el entendido de que es una medida temporal”, señala Rojas. 

Mónica estaba emocionada por conocerla, porque llegara a su casa y darle la bienvenida. “Me siento muy afortunada”. 

La preparación

La familia de acogida recibe una preparación para identificar recursos familiares, personales y comunitarios y así brindar cuidados y un entorno seguro, pues muchos NNA vienen de contextos relacionados con la violencia, por lo que deben certificarse a través de un curso impartido por la Procuraduría Federal de Protección a Niñas, Niños y Adolescentes, también se realizan evaluaciones a nivel psicológico y social.

Cuando se entrega el certificado, la familia tiene posibilidad de brindar acogimiento, mientras se realiza la identificación de casos en diferentes estados para que sean canalizados a la procuraduría.

“Sí solicita comprobantes de ingresos para garantizar que la familia es regular en sus ingresos. No estamos hablando de que son familias de ingresos altos. La experiencia nos ha hecho ver que las familias que tienen recursos económicos medios pero estables, son familias que pueden brindar mejores cuidados en comparación con una familia con muchos recursos económicos”, explica Flores. 

El tiempo de estancia puede ser de seis a 24 meses, en lo que se identifica una medida de cuidado definitiva, como reintegración con su familia de origen en otro país, si hay familia nuclear o extensa en México en un entorno seguro, la posibilidad de que se llegue a la adopción en caso de que no se encuentre a algún familiar. Y cuando son adolescentes, se identifica la posibilidad de que vayan hacia la vida independiente, pues el acogimiento familiar se considera hasta los 18 años porque ya son personas adultas, aunque las familias pueden considerar prolongar el tiempo hasta que la persona esté lista para la vida independiente.

Al término del acogimiento familiar, la familia tiene que reestructurarse, vivir la separación porque se involucran afectiva y emocionalmente. Cada una debe decidir si continúa o no en el programa para recibir a otro menor, ya que el certificado tiene una vigencia de dos años que se puede renovar.

¿Cómo ser una familia de acogida?

Flores explica que, además de los puntos mencionados, para poder ser una familia de acogida se debe considerar lo siguiente:

  • Tener disponibilidad de tiempo, entre cuatro o cinco horas de manera semanal, para la preparación, valoración y documentación, y alto nivel de compromiso.
  • Puede tratarse de familias tradicionales, extensas, personas solteras u homoparentales.
  • Que todos los miembros de la familia que viven bajo el mismo techo estén de acuerdo.
  • Contar con una habitación que garantice la seguridad y privacidad.

En caso de tener interés o dudas, se puede llamar o enviar un WhatsApp al número 222 848 28 39 o escribir al mail [email protected].

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