La pesadilla Covid de los pasajeros del Grand Princess persiste a un año del crucero
El crucero Grand Princess pasa por el puente Golden Gate en San Francisco el 11 de febrero de 2020 cuando llega desde Hawai. Fotografía: Scott Strazzante / AP

La última parada del Grand Princess Hawaii Cruise resultó ser una corte federal en Los Ángeles.

El crucero de islas tropicales que salió de San Francisco en febrero de 2020 se convirtió en uno de los primeros focos rojos de Covid-19 pues un brote a bordo forzó a 3,000 vacacionistas a hacer una cuarentena de varias semanas y eventualmente se le vincularon por lo menos 122 casos y seis muertes.

En el último año desde entonces, los pasajeros del Grand Princess han tenido que superar los horrores que vivieron, al lidiar con las acciones de la compañía y la respuesta de la administración de Trump a una de las primeras grandes emergencias de salud de la pandemia.

Muchos han demandado a Princess Cruises y otros a su empresa matriz Carnival, casi tres docenas de casos terminaron en la corte federal de distrito del juez Gary Klausner. Los pasajeros afirman que la compañía de cruceros los envió negligentemente al mar, a pesar de estar alerta de los peligros por el desastre que manejaron en otra embarcación en Japón, y por una enfermedad sospechosa durante una etapa previa de la travesía del Grand Princess. También aseguran que las revisiones de salud antes de abordar fueron superficiales y que la compañía no actuó eficazmente para detener los contagios del virus a bordo una vez que comenzó el brote.

Nos sorprendió lo mal preparados que estaban”, dijo Denise Morse, quien se fue de crucero con su esposo, David, para celebrar sus 45 años de casados. Los Morse no demandaron a Princess Cruises, pero sí temieron por sus vidas durante el desafortunado viaje. “No parecían tener conocimiento institucional aprendido de un accidente a otro”.

Crisis a bordo del Princess

Había una fresca brisa occidental cuando el Grand Princess, la embarcación de 290 metros de lujo propiedad de Princess Cruises, se detuvo debajo del Golden Gate durante la tarde del 21 de febrero de 2020.

El barco acababa de completar una rápida vuelta alrededor de San Francisco, para descargar a los 3,000 pasajeros que viajaron a México, y cargar a un nuevo grupo con destino a Hawaii. La compañía tenía motivos para tener cuidados extra cuando los pasajeros subieran a bordo.

Los pasajeros del crucero Diamond Princess, de la misma compañía, en Yokohama, Japón, estaban en cuarentena desde principios de febrero, cuando se descubrieron 10 casos de coronavirus a bordo. La empresa le prometió a los huéspedes del Grand Princess que llevarían a cabo pruebas de salud antes de abordar.

“Estábamos conscientes de los problemas de Covid del crucero en Japón, pero nos aseguraron que el staff del Princess revisaría a los pasajeros”, recordó David Morse. “El procedimiento resultó ser un cuestionario de tres preguntas, algo así como: ‘¿Tienes fiebre? ¿Te sientes mal?’ Obviamente todos respondieron que no”.

El barco zarpó hacia el oeste a través del Océano Pacífico. Los huéspedes se pusieron cómodos y desempacaron las maletas en sus habitaciones. Hubo festejos y cócteles junto a las albercas, partidas de bingo y cenas buffet.

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Durante los siguientes días, los pasajeros acudieron al Salón Da Vinci a cenas formales, a jugar poker en el Grand Casino y a reunirse para escuchar al grupo de guitarra clásica en el Crooners’ Lounge.

No obstante, Princess Cruise Lines lidiaba con un problema. En el viaje a México del Grand Princess, un pasajero buscó tratamiento por una enfermedad respiratoria. El hombre de 71 años había desembarcado en San Francisco, y más tarde se convirtió en la primera muerte por Covid-19 confirmada en California. Sin embargo, 62 pasajeros que viajaron a México y todos los miembros de la tripulación permanecieron a bordo para la siguiente etapa del viaje a Hawaii, y potencialmente llevaron el coronavirus con ellos.

El 25 de febrero, cuatro días después del inicio del viaje, la compañía le envió un email a los pasajeros que viajaron México la semana anterior para avisarles que probablemente estuvieron expuestos al coronavirus, de acuerdo con una demanda presentada por Anna McArdle, una pasajera de Florida, en nombre de ella y su esposo, Thomas, un antiguo oficial de la policía. “Mientras tanto, sin cuidado fallaron en advertir e informar a los siguientes pasajeros sobre lo mismo”, dijeron.

Entonces los McArdle hicieron largas filas en los carriles del barco para descender a su día de playa en Kauai el 26 de febrero. Durante su estancia en la isla, los pasajeros llenaron los autobuses para visitar los volcanes, los bosques tropicales y las cavernas de helechos, y socializaron con otros pasajeros en los eventos del crucero.

Los pasajeros comenzaron a notar que algo estaba mal cuando el barco salió de Hawaii y se dirigía a la última parada en Ensenada. El 3 de marzo, los buffets dejaron de permitir el autoservicio y los huéspedes tuvieron que hacer filas para comer.

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Los pasajeros usan mascarilla en la cubierta del crucero Grand Princess. Fotografía: CAROLYN WRIGHT/ AFP a través de Getty Images

Los McArdle notaron que su mesera y asistente, Rachelle, no estaba en el comedor. Otros miembros del staff les dijeron que Rachelle estaba enferma y se veían preocupados por ella, de acuerdo con la demanda.

El 4 de marzo, la tripulación deslizó una notificación por debajo de las puertas de todas las habitaciones, anunciando que se canceló la parada en México porque los Centers for Disease Control (CDC) estaban investigando “un pequeño cúmulo” de casos de coronavirus en el crucero anterior. Según la nota, cualquier pasajero que sufriera alguna enfermedad respiratoria aguda con fiebre, tos o escalofríos debería contactar al centro médico del barco.

La incipiente crisis a bordo orilló a Gavin Newsom, el gobernador de California a declarar un estado de emergencia. Había 21 personas en el Grand Princess con síntomas de gripe, dijo Newsom. No le permitirían al barco atracar hasta que se pudieran llevar a cabo las pruebas.

El 5 de marzo, el noticiero diario del crucero, el Princess Patter, seguía anunciando actividades grupales, como una reunión matutina para tejer y hacer manualidades, “La hora de la trivia hawaiana” en el Explorers’ Lounge y la “Beatles Hour” en el club nocturno del barco. No obstante, para la tarde, ya le habían solicitado a los huéspedes quedarse en sus habitaciones y un helicóptero de la guardia nacional volaba por encima de la cubierta del barco, mientras un soldado vestido de naranja entregaba los kits de pruebas de coronavirus dentro de una hielera por medio de un cable.

El 6 de marzo, el vicepresidente Mike Pence anunció los resultados: de 46 pruebas realizadas en el barco, 21 dieron positivo. Se confirmó que 19 miembros de la tripulación y dos pasajeros tenían coronavirus.

“A todas las personas a bordo se les hará la prueba”, dijo Pence, y añadió que el barco llegaría al puerto de Oakland y que los pasajeros harían la cuarentena en instalaciones militares.

‘Queremos que viajen’

Mientras los pasajeros del Grand Princess esperaban los resultados de sus pruebas, Donald Trump emitió su opinión. El entonces presidente expresó sus reservas sobre traer a los pasajeros a tierra firme, y argumentó que no quería que aumentaran las cifras de coronavirus del país. “Me gustan esos números donde están ahora”, recalcó frente a los reporteros. “No quiero que se dupliquen por culpa de un barco por el que no somos responsables”.

Ese mismo día, Trump le dijo a los contribuyentes de su campaña reunidos en el Mar-a-lago Club en Palm Beach, Florida , que tenía la intención de proteger la industria de los cruceros del colapso ocasionado por la crisis del coronavirus, de acuerdo con un reportaje posterior del Washington Post. Los oficiales del crucero estaban cabildeando a la administración para que les permitiera seguir navegando, de acuerdo con el Post, a pesar de la creciente presión de las autoridades de salubridad para detener el movimiento de los barcos.

Ese mismo día, los registros de contribución a la campaña revisados por The Guardian revelaron que la cabeza de la empresa matriz de Princess Cruises, el director de Carnival Corporation Micky Arison, un magnate multimillonario y socio de muchos años de Trump, escribió un cheque para el Republican National Campaign Committee (RNCC) por 15,000 dólares. Su esposa, Madeleine Arison, también escribió un cheque por 15,000 dólares el mismo día.

Roger Frizzell, portavoz de Carnival, dijo que Arison siempre hace contribuciones a la recaudación de fondos de marzo del RNCC, y resaltó que se canceló en 2020 por la pandemia. Él dijo que el dinero se destina a elegir republicanos para los puestos en el congreso.

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La información de campañas federales de hecho muestra que Arison hace contribuciones ocasionales al RNCC y a miembros de ambos partidos. Sin embargo, las contribuciones hechas el día que se confirmó el brote en el Grand Princess son por mucho las más grandes que él y su esposa hicieron durante los cuatro años de la administración de Trump.

El RNC no respondió de inmediato a las solicitudes de comentarios.

“Trabajamos muy de cerca con ellos”, dijo Trump sobre la industria de los cruceros en un comunicado tres días después. “Queremos que viajen”.

De vuelta a la tierra

Mientras tanto, los pasajeros a bordo del crucero Grand Princess estaban atrapados en el mar. El final del viaje estaba programado originalmente para el 7 de marzo, pero en su lugar, los huéspedes permanecieron en cuarentena dentro de las pequeñas habitaciones, y los miembros de la tripulación les entregaban alimentos en la puerta usando trajes protectores.

El Grand Princess avanzó siguiendo patrones inusuales por la costa de California, mientras esperaban el permiso para atracar.

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Un pasajero reacciona desde el balcón de su cabina cuando el Grand Princess atraca en el puerto de Oakland el 9 de marzo de 2020. Fotografía: Stephen Lam / Reuters

Una pareja dijo en su demanda que no lograron obtener medicamentos adicionales para la diabetes cuando sus niveles de azúcar se alteraron durante la cuarentena de cuatro días y medio a bordo del crucero. Otros simplemente reportaron una espera agonizante. Una familia tuvo que encontrar la manera de entretener a sus seis hijos mientras estaban encerrados en la diminuta habitación. El canal de entretenimiento del barco era tan aburrido que los miembros de la tripulación ofrecieron talleres para hacer aviones de papel.

Para el 8 de marzo, Anna McArdle comenzó a experimentar síntomas de gripe y llamó al centro médico. Le recetaron un medicamento y le dijeron que permaneciera en su habitación, según ella.

Llegar al puerto de Oakland fue un alivio para algunos. Una abuela estaba tan emocionada de volver a tierra firme que hizo un bailecito mientras esperaba para desembarcar. Pero para la mayoría de los huéspedes, aún faltaba una nueva espera agonizante.

Tomó varios días coordinar la evacuación, iniciar el desembarque y dirigir a los huéspedes a los centros de cuarentena federales donde tenían que completar los 14 días obligatorios de cuarentena.

Denise y David Morse se sorprendieron porque, después de días de aislamiento en la habitación, los encimaron dentro de un autobús lleno con otros pasajeros para el viaje de 77 kilómetros hacia la base Travis de la fuerza aérea en Fairfield, California.

Ahí, dijeron, se estremecieron al descubrir que a pesar de que les dijeron que tenían que mantenerse separados de otras personas, los pasajeros en cuarentena en Travis fueron obligados a encimarse en la sala de desayunos y a servirse cosas como el café con sus propias manos.

Dijeron que casi siempre les faltaba jabón y artículos de limpieza, y el staff se veía desorganizado y mal protegido. Las pruebas de coronavirus que Pence le prometió a cada pasajero jamás se materializaron.

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“Siento que cada día que pasamos aquí aumentan nuestras posibilidades de contraer el virus”, escribió David Morse en un diario que escribió junto con su esposa para The Guardian.

Anna y Thomas McArdle desembarcaron el 11 de marzo. Ambos tenían síntomas de gripe, pero aún así subieron al autobús junto a otros pasajeros, y también en el vuelo a la base Dobbins de la fuerza aérea en Georgia, según su demanda.

Los síntomas de Thomas empeoraban cada día. De acuerdo con la demanda de la pareja, le dieron cuidados médicos limitados en la base. Durante un chequeo de temperatura el 14 de marzo, se mareó y cayó inconsciente y llevaron al hospital. Ahí, falleció de Covid-19 dos semanas después.

‘Navegando hacia la perdición segura’

En sus demandas y entrevistas, pasajeros han dicho que están desconcertados porque ni la compañía de cruceros ni la administración de Trump tomaron medidas preventivas para evitar la crisis.

Al no informar a los huéspedes de Hawaii sobre la enfermedad que estuvo a bordo durante el viaje a México, Princess Cruises le negó a los pasajeros la oportunidad de limitar su exposición más pronto, según la demanda de los McArdle. “Si lo hubieran informado sobre riesgo el 25 de febrero de 2020, cuando a los pasajeros anteriores les notificaron por email, Thomas McArdle hubiera desembarcado en la primera escala en Honolulu”, afirma la demanda, y resalta que, aunque a los pasajeros previos les advirtieron, nada sucedió con la tripulación potencialmente expuesta ni con los pasajeros del viaje a México que seguían a bordo.

La compañía también pudo haber hecho revisiones de salud mucho más extensivas antes de abordar, y pudieron haber tomado acciones más duras abordo cuando se confirmó el brote, argumentan las demandas.

Princess tenía que proteger a los pasajeros, o al menos tenía que advertirles antes de “permitir que 3,000 personas, incluyendo a McArdle, zarparan hacia una perdición previsible”, dijo la demanda de McArdle.

Princess Cruise Line dijo a The Guardian en un comunicado que no comentarán sobre las demandas. “Princess Cruises se mantiene sensitiva a las dificultades que el brote de Covid-19 le ha causado a nuestros huéspedes y tripulantes”, también decía el comunicado. “Nuestra respuesta durante todo el proceso se ha enfocado en el bienestar de nuestros huéspedes y tripulantes dentro de los parámetros dictados por las agencias del gobierno involucradas”.

Los pasajeros y sus familiares que demandaron por el brote en el Grand Princess se enfrentan a una complicada batalla en las cortes federales de Los Ángeles donde llevaron sus casos, de acuerdo con muchos abogados expertos en ley marítima.

El anticuado marco de las Leyes del Mar, que rige a los casos que involucran barcos, le da a la empresa de cruceros un gran número de ventajas en las cortes, dijeron los abogados. Crucialmente, el Death on the High Seas Ace, un estatuto congresional de 1920 diseñado para ayudar a las viudas de los marineros perdidos, limita severamente los daños que los demandantes pueden reclamar si fallecen o sufren lesiones a más de 4 kilómetros de la costa.

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“Los cruceros tienen una baraja de ases bajo la manga”, dijo el abogado marítimo Michael Winkleman, quien representa a la esposa de uno de los pasajeros que fallecieron después de contraer coronavirus en el Grand Princess. Winkleman resaltó el hecho de que las compañías estadounidenses se incorporan en otros lados y navegan con banderas extranjeras para no pagar los impuestos de Estados Unidos o para no seguir muchas de las leyes ambientales y de trabajo del país.

Trece demandas relacionadas con pasajeros que temieron por sus vidas en el crucero pero no se enfermaron, ya fueron desechadas por el juez de distrito Klausner. Otros casos continúan.

El gobierno de EU también se enfrenta al escrutinio por no tomar acciones más pronto.

En esos momentos, los pasajeros que volvían de viajes en crucero (principalmente del Grand Princess y el Diamond Princess) conformaban aproximadamente el 17% de todos los casos de coronavirus reportados en EU, de acuerdo con un reportaje del CDC sobre el papel de la industria de los cruceros en el esparcimiento de la pandemia.

Mientras otros países, incluyendo a Nueva Zelanda y Taiwán, implementaron rápidamente procedimientos basados en la ciencia para aislar el virus, el brote del Grand Princess ilustró el fracaso de EU para tomar acciones decisivas que hubieran logrado contener la pandemia, según el Dr Peter Chin-Hong, un experto en enfermedades infecciosas de la University of California en San Francisco.

“Era una metáfora: el bote llegó de otro lado a nuestras costas con el Covid-19 abordo y nosotros fuimos incapaces ni estuvimos dispuestos a hacer algo al respecto”, dijo. “El Grand Princess realmente muestra qué tanto estábamos negados a aceptar lo que estaba por llegar”.

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El crucero Carnival Panorama está atracado en Long Beach, California, mientras los pasajeros esperan para abordar el próximo crucero el 7 de marzo de 2020. Fotografía: Mark Ralston / AFP a través de Getty Images

Los cruceros siguieron zarpando de varios puertos llenos de pasajeros estadounidenses durante diez días después de que el brote del Grand Princess se declarara como emergencia. Eventualmente, la industria de los cruceros suspendió voluntariamente los viajes el 13 de marzo, pero ocurrieron brotes en decenas de barcos. En total, de acuerdo con un análisis del Miami Herald, 87 cruceros experimentaron brotes y 111 pasajeros y tripulantes fallecieron.

“Trump dijo cosas para ayudar a sus amigos con cruceros y para desestimar los consejos del CDC para que los pasajeros no abordaran”, dijo Jim Walker, un abogado marítimo que escribe para el blog Cruise Law News.

“Todo esto se trataba de las ganancias”, dijo la abogada Nanci Nishimura, quien representa a la familia Wong. Ronald y Eva Yuk Wah Ma Wong programaron la celebración de un cumpleaños en el Grand Princess con un paquete promocionado con la frase “Regrese como nuevo”. Ronald, de 64 años, se enfermó de Covid-19 durante la cuarentena y jamás volvió a casa.

Nishimura dijo que las empresas de cruceros dependen económicamente no solo de los precios de los boletos sino también de una amplia variedad de servicios adicionales para los viajes, incluyendo la venta de alcohol, tours y fotografías. “Era un análisis de beneficio de costos: se trataba de cuanto podían ganar contra cuando podían perder si morían algunas personas”.

Mientras tanto, Trump tal vez  estaba consciente de los peligros del coronavirus. Para Denise Morse, la mayor revelación sobre cómo el presidente manejó el brote en el crucero llegó cuando el reportero Bob Woodward confirmó en septiembre que, el 7 de febrero de 2020, siete semanas antes de la partida del Grand Princess, Trump le dijo que el coronavirus era “una cosa mortal”, más letal que la influenza.

“Sólo respiras y así te contagias”, dijo Trump, según Rage, el libro de Woodward.

“Le dijeron a Trump que era altamente contagioso”, dijo Morse. “Él sabía que se transmite por el aire y le dijeron que sería el mayor desafío de su administración, y no le dio importancia”.

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“Jamás nos hubiéramos subido al barco de haber sabido lo que el gobierno ya sabía”. “El barco jamás hubiera llegado más allá del Golden Gate”.

Patrick Greenfield contribuyó a esta historia.

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