#3AñosDeGobierno | Quedamos nosotras
Un cuarto público

Abogada y escritora de clóset. Dedica su vida a temas de género y feminismos. Fundadora de Gender Issues, organización dedicada a políticas públicas para la igualdad. Cuenta con un doctorado en Política Pública y una estancia postdoctoral en la Universidad de Edimburgo. Coordinó el Programa de Género de la Escuela de Gobierno del Tecnológico de Monterrey durante tres años y es profesora en temas de género. Actualmente es Directora de Género e Inclusión Social del proyecto SURGES en The Palladium Group.

X: @tatianarevilla

#3AñosDeGobierno | Quedamos nosotras

A tres años del gobierno más feminista de la historia –como al presidente le gusta nombrarlo–, los temas relacionados con igualdad de género y violencia contra las mujeres y niñas están en crisis. No digo que antes estábamos mejor, mucho menos en temas de seguridad y violencia contra las mujeres; pero hoy, desde un discurso conservador, no solo el movimiento feminista es visto como el enemigo, sino que sus exigencias no se traducen en políticas públicas ni estrategias concretas. Por el contrario, la negación del problema y un nulo entendimiento a los movimientos ha echado abajo algunos avances. 

Justo en medio del resurgimiento de los movimientos feministas, la prevención y atención a la violencia contra las mujeres, el acceso a la justicia y la igualdad de género en diversos ámbitos son una utopía cada vez más lejana. Algunas académicas han estudiado la reacción de los gobiernos (liberales y autoritarios) hacia este avance de la movilización y de otras agendas como la diversidad sexual. Su reacción ha sido empujar su retroceso y construir barreras, a veces simbólicas, como la barda del Palacio Nacional en el 8M, y a veces legales y físicas, como las detenciones de mujeres en las marchas. La supremacía del Estado y de sus gobernantes –mayoritariamente hombres­–, tal y como lo conocemos ahora puede estar en peligro, y no van a permitir esa amenaza. 

Esa obstrucción de los gobiernos al avance feminista tiene implicaciones en el diseño e implementación de políticas públicas para dar solución a problemas estructurales relacionados con los derechos humanos de las mujeres. 

Muchas cosas están mal en México, podría elaborar una lista larga, pero me centraré en dos grandes temas de las agendas feministas: la violencia contra las mujeres y los trabajos de cuidado y domésticos. 

En el gobierno más feminista de la historia, la violencia contras las mujeres no para…

  • El pasado 25 de noviembre, en el Día Internacional para la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, un comando armado asesinó a Marisol Cuadras mientras exigía un alto a la violencia en el Palacio Municipal de Guaymas, Sonora. El Estado, a través del secretario de Marina, señaló el hecho como “daños colaterales”, minimizando una vez más, desde el discurso, los asesinatos de mujeres. 
  • Aún con las problemáticas relacionadas a la estadística de las muertes de mujeres, en cuanto a los feminicidios, de acuerdo con el Observatorio Nacional Ciudadano (2021) se identificó que en 10 entidades se incrementó la tasa respecto al promedio de los 12 periodos previos, lo que muestra que, en ciertas entidades, los feminicidios sí han tenido un aumento. 
  • La violencia sexual en el país no se denuncia. De acuerdo con México Evalúa (2020), el 98.6% de los casos de violencia sexual que sufrieron las mujeres mayores de 18 años, de julio a diciembre de 2020, no fueron denunciados y en el 96.4% de los casos de violación no hubo una denuncia o no se inició una investigación. 
  • En promedio, entre 10 y 11 mujeres son asesinadas al día en México y a seis de ellas las mataron con armas de fuego. De acuerdo con la organización Intersecta, en su informe Violencia de género con armas de fuego en México, a diferencia de años anteriores, los datos oficiales indican que hoy la mayor parte de los asesinatos de mujeres se cometen a mano armada en la vía pública, no en los hogares (Intersecta, 2021). 

En el gobierno más feminista de la historia, tenemos políticas públicas cada vez más débiles o inexistentes… 

  • De acuerdo con la organización México ¿Cómo vamos?, durante la pandemia, las mujeres dedicaron en promedio al menos 40 horas semanales al trabajo doméstico y de cuidados no remunerados. Es el doble que los hombres destinan a estas actividades.
  • Las mujeres son quienes más han perdido sus empleos durante la pandemia aumentando con esto la brecha en la participación laboral. De acuerdo con México ¿Cómo vamos? (2021), a nivel nacional, 42.5% de las mujeres se encuentran en pobreza laboral en comparación con 38.8% de los hombres. 
  • 50.4% de las mujeres con responsabilidades de cuidados viven en pobreza. Porcentaje mucho mayor que el nivel de 43.9% de pobreza nacional, esto derivado de tener una responsabilidad de cuidados ya sea de hijas e hijos o de alguna otra persona (Vélez y Orózco, 2021). 

Hay una multiplicidad de factores que permiten que todo lo anterior no solo minimice, sino aumente. En el tema de la violencia, una cosa es evidente: no hay avances ni resultados. La ineficacia de las instituciones de seguridad y de procuración de justicia es incuestionable: órdenes de protección sin emitir o no ejecutadas; policías que no cuentan con las herramientas para prevenir, atender e investigar casos; falta de recursos a nivel local; fiscalías rebasadas y sin presupuesto; un Estado cada vez más militarizado y con más armas de fuego y, por supuesto, creer que mediante un sistema punitivista se va a solucionar un tema estructural como es la violencia de género contra las mujeres. 

En cuanto a la carga del trabajo de cuidados y doméstico, el Estado no solo eliminó políticas imprescindibles para desfamiliarizar el cuidado como las instancias infantiles, sino que, durante la pandemia, transfirió totalmente la responsabilidad educativa a las familias, actividades asumidas en mayor medida por las mujeres, y sin ninguna otra acción o política para equilibrar esta carga. El Sistema Nacional de Cuidados (SNC), así como la aprobación de licencias de paternidad más allá de los cinco días que da la Ley Federal del Trabajo, están pendientes en sus respectivas comisiones. El Estado no ha querido asumir el costo y destinar presupuesto. 

El panorama no es muy esperanzador. Temas tan complejos e importantes son reducidos por el gobierno a tener mujeres en las estructuras de gobierno –aunque no exista una agenda feminista–; la negación de los problemas de violencia estructural y reforzamiento de estereotipos de género es común en los discursos y esto se traduce a políticas de austeridad que afectan principalmente las políticas sociales para la igualdad de género. 

¿Qué nos queda? 

Nos queda la fuerza de los movimientos feministas, de quienes resisten allá afuera y ponen el cuerpo y el alma en las protestas para que nos hagan caso. Nos quedan las mujeres que buscan a sus hijas y visibilizan, desde el dolor, toda la injusticia del país. Nos quedan las mujeres que no denunciaron por miedo o por desconfianza, quienes resisten y salen adelante por sus redes de apoyo, no por el Estado. Nos quedan quienes sí denunciaron y atravesaron por procesos terribles, pero hicieron justicia. 

Quedan nuestras resistencias, propuestas y exigencias en este,  el gobierno más feminista de la historia. Quedamos todas nosotras. 

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