De bruces contra la realidad
Alioli

Es periodista y analista de datos. Ha colaborado en medios como Reforma, Chilango y Tec Review. Fue coautor del libro Ayotzinapa, la travesía de las tortugas, publicado por la editorial Proceso. También es hincha incondicional de los Leones Negros. Twitter: @ridderstrom

De bruces contra la realidad
Los jugadores del Athletic de Bilbao celebran después de marcar un gol durante el partido de ida de los octavos de final de la Copa del Rey entre el Athletic Club de Bilbao y el FC Barcelona en el estadio de San Mamés en Bilbao el 20 de enero de 2022. Foto: César Manso / AFP

El Barcelona sufrió en San Mamés otra derrota dolorosa y la cuenta se ha perdido ya. Luego de quedar fuera de Champions League y descolgarse de la clasificación de la Liga, el equipo se despidió de la Copa del Rey en octavos de final: una temporada de fracaso rotundo en la que solo queda la Europa League.

Se avisaba un partido duro, porque el Athletic se ha convertido en una de las bestias negras de los culés en las eliminatorias directas; también porque Ousmane Dembélé, entregado al criterio de su representante (cuyo método de negociación asemeja al de un mercenario), fue separado del equipo y permanecerá en la grada hasta que su contrato finalice en junio o decida marcharse en este mercado invernal. Golpeado el club por varios flancos, Joan Laporta ha decidido que quien no comulgue con la causa puede buscarse la vida fuera del Camp Nou. Un discurso extremista que delata el apuro de la directiva.

El Athletic, férreo y con identidad, pintó de cuerpo entero y al detalle la condición actual del Barcelona. El equipo de Marcelino García Toral nunca dejó de apretar y correr pese a las ocasiones falladas, porque sabía que las lagunas defensivas del Barcelona y su carencia en ataque se hacen aún más evidentes ante los rivales de calado físico. Los azulgranas sufren un desbalance de edad y acusan la falta de una clase media que ayude a cuajar el proyecto. La clase alta y veterana se queda esperando a que los jóvenes prodigios aprendan el manual de estilo en una noche, y los jóvenes siguen esperando a que los veteranos sean los de antaño, aquellos héroes de las viejas batallas.

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El equipo demostró en Copa del Rey que el partido contra el Real Madrid en la Supercopa fue un espejismo venido del pundonor. En San Mamés, Pedri y Ansu Fati terminaron lesionados debido al sobreesfuerzo y los veteranos se arrastraron por el campo porque son lo que hay. A Dani Alves le bastaron tres partidos para volver a ser el lateral que tira miles de centros estériles, regala balones al adversario en zonas peligrosas y descuida su labor defensiva; Sergio Busquets se nota agobiado e impreciso porque los jóvenes aún no asimilan completamente la filosofía del toque y desmarque; Jordi Alba le costó al equipo la eliminación porque esa mano en el área en el tiempo extra fue la culminación de un partido horrendo en el que se vio rebasado física, táctica y técnicamente; Gerard Piqué, más preocupado por los negocios que hará cuando se retire del futbol, es solo una estatua y la zaga sufre con su lentitud y falta de liderazgo. Los veteranos del Barcelona ya no imponen respeto, porque en el futbol actual el pasado no existe, solo el último resultado.

Rescatable fue lo de Ferran Torres, llamado a reconstruir la clase media del equipo. Su gol demuestra el ímpetu de quien quiere ayudar, pero a medida que avanza el juego se da cuenta de que está solo. Y de eso vive ahora mismo el Barcelona: la ilusión de los que superan sus lesiones y vuelven para sumar, pero terminan arrollados por la realidad.

Con este clima, lo mejor es guardar las ilusiones para el verano.

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