Las sirenas que exploran y defienden el mar en México
Sirenas de Natividad monitoreando erizo de mar. Foto: Jennifer Adler

Esmeralda Albañez solía temer al mar. De sólo pensarlo aparecían en su mente imágenes de oscuridad y de lo profundo y desconocido que le resultaba. Por venir de una familia de pescadores y haber crecido en la Isla Natividad, en Baja California Sur, México, era claro que existía una conexión entre ella y los ecosistemas marinos, pero algo la alejaba del agua. Desde pequeña le fue inculcado que el mar no era un sitio para las mujeres.

De lejos, Albañez observaba cómo otras mujeres, principalmente biólogas, hacían inmersiones para bucear en la isla. En el fondo, deseaba apartarse —aunque sea un momento— de sus actividades domésticas, y ser una de ellas. Por eso le bastó con recibir una sola invitación para vencer sus temores. Incentivada por una amiga suya se inscribió a una clase de buceo y ahora, cada vez que Albañez se enfunda en su traje de neopreno, todo el mundo le parece distinto.

“La primera vez que vi sus colores y las luces, que pude interactuar con los peces, me enamoré del mar. Al poco tiempo nos mencionaron que podíamos capacitarnos para hacer monitoreos con el grupo de hombres que ya estaba trabajando en eso desde el 2006. No lo dudé y me apunté”, narra Albañez, quien se capacitó en el 2011 en buceo SCUBA —abreviación de Self-Contained Underwater Breathing Apparatus, o aparato autónomo para respirar bajo el agua, en español—. Tres años más tarde, en el 2014, se certificó como monitora de refugios pesqueros, a través de las gestiones de Comunidad y Biodiversidad (COBI) A.C. y la organización Reef Check Foundation.

Hoy no sólo Esmeralda Albañez bucea en las aguas de Isla Natividad, sino también otras cuatro mujeres —todas amas de casa— que contribuyen a informar sobre el estado de conservación de las reservas marinas y áreas de pesca. Desde el 2019, son conocidas como las Sirenas de Natividad, mujeres dedicadas al buceo científico y comunitario.

Su trabajo ha servido como sustento para que la cooperativa pesquera Buzos y Pescadores de la Baja California —a la que pertenecen sus esposos, padres y vecinos en la isla—, realicen acciones de adaptación y resiliencia frente a los impactos climáticos, como las tormentas tropicales, olas de calor marino, eventos de hipoxia —que es cuando se agota el oxígeno en el agua— y pérdida de bosques de algas en donde crecen las especies que les dan sustento y que han sufrido mortalidad masiva, como el abulón (Haliotis corrugata y H. fulgens).

Como parte de esas acciones, la cooperativa pesquera estableció reservas marinas voluntarias para promover la recuperación de las poblaciones pesqueras afectadas e invirtió en la diversificación de sus actividades económicas, como la captura de otras especies más resilientes y en programas de ciencia comunitaria y participativa.

Todos los conocimientos y aprendizajes de la cooperativa respecto a la vulnerabilidad socioecológica a extremos ambientales y vías de adaptación en las pesquerías a pequeña escala fueron publicados, a inicios del 2024, en un estudio liderado por la ecóloga marina Fiorenza Micheli, en la revista Frontiers in Marine Science. El artículo tiene como objetivo destacar la importancia crucial de fortalecer y apoyar derechos, gobernanza, capacidad, flexibilidad, aprendizaje y agencia para que las comunidades costeras, dedicadas a la pesca a pequeña escala, respondan al cambio y sostengan sus medios de vida y ecosistemas a largo plazo.

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Esmeralda Albañez durante un monitoreo biológico en Isla Natividad. Foto: Jennifer Adler

Los monitoreos realizados por las Sirenas de Natividad, en colaboración con sus colegas pescadores y buzos, establecieron un entendimiento sobre cuáles fueron las respuestas de las diferentes especies a eventos como la hipoxia o las olas de calor, explica Micheli, investigadora y codirectora del Center for Ocean Solutions en la Universidad de Stanford. Con esto, la comunidad de Isla Natividad no sólo identificó la vulnerabilidad o la resiliencia de las especies, sino también las zonas o bancos de pesca que representan refugios frente al cambio climático.

“La cooperativa utilizó esa información, por ejemplo, para repoblar. Puso juveniles de los animales impactados en las zonas más estables que el monitoreo identificó, además de los tiempos de recuperación después una ola de calor o una mortalidad masiva, para saber cuántos años deben pasar antes de que su pesca pueda empezar de nuevo”, detalla la científica.

La Isla Natividad y los impactos del cambio climático

Descrita por Esmeralda Albañez, la Isla Natividad “es un pedacito de tierra muy pequeño”. Su extensión es de tres kilómetros de ancho por siete de largo y está habitada por unas 500 personas, dedicadas directa o indirectamente a la pesca tradicional, desde hace unas cuatro generaciones atrás.

De acuerdo con el Instituto Nacional de Ecología y Cambio Climático (INECC), la Isla Natividad se ubica a ocho kilómetros del continente —en la Península de Baja California— y es una de las 16 islas e islotes que se encuentran dentro de la Reserva de la Biosfera Vizcaíno, caracterizada por áreas de sierras, planicies y zona costera, lagunas y una franja de litoral.

En la Isla Natividad, los ecosistemas están caracterizados por una alta productividad de bosques de algas marinas y especies asociadas de interés comercial, incluyendo abulón, langosta y peces de aleta. Sin embargo, el estudio liderado por Micheli, documenta que después del evento de El Niño de 1982 y 1983, las poblaciones de abulón en México estaban en una situación crítica y la pesquería comercial estaba al borde del colapso.

En este momento crucial, los pescadores de la región acordaron participar en la cogestión del recurso, así como en la investigación científica con funcionarios gubernamentales y científicos externos. Esto lo han mantenido hasta la actualidad.

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El equipo de Sirenas de Natividad está integrado por cinco mujeres amas de casa, esposas e hijas de pescadores, capacitadas para el buceo y monitoreo científico. Foto: Elba López

Para 1997 y 1998, cuando nuevamente el evento de El Niño y el huracán Nora impactaron a la zona, la cooperativa y la comunidad tomaron la contingencia como otra oportunidad para aprender sobre el cambio ambiental severo y la importancia de salvaguardar los recursos de manera preventiva. Allí fue cuando comprendieron su papel como agentes activos capaces de amortiguar los efectos del cambio climático.

Ya en febrero del 2006, la cooperativa de Isla Natividad reservó voluntariamente el 8 % de su zona de pesca de abulón, creando allí dos reservas marinas protegidas y sin pesca. El objetivo fue recuperar las poblaciones agotadas de este molusco, mientras los pescadores continuaban sus actividades en otros sitios. A partir de entonces, los monitoreos biológicos en la zona han sido cruciales para la toma de decisiones de la cooperativa.

“La información que hemos recabado en todo este tiempo le ha servido a la cooperativa y a otras comunidades para hacer una comparación sobre cómo está la salud de una reserva marina y ver la otra cara”, es decir, comparar el área con las zonas donde sí se pesca, explica Albañez. En el proceso, se han dado cuenta, por ejemplo, de que durante los eventos de altas temperaturas que han provocado la mortandad masiva de abulón, las zonas que mejor se han recuperado han sido precisamente las que corresponden a las reservas.

“Muchas veces los pescadores no se dan cuenta, porque ellos nada más pescan y no saben cómo está el fondo marino. Nosotras somos sus ojos”, dice Albañez. De hecho, a partir de las evaluaciones conjuntas con la cooperativa, se determinan los permisos y cantidades autorizadas para pescar. “Es algo muy gratificante que sirva lo que estamos haciendo”, cuenta.

Pero las reservas y los monitoreos biológicos no han sido las únicas medidas de resiliencia. Fiorenza Micheli destaca que, frente a las disminuciones de algunas especies, los pescadores implementaron medidas de veda para evitar la sobreexplotación de los recursos que ya estaban débiles por el impacto del cambio climático.

“También han tenido una diversificación de productos con especies que son más resilientes a las altas temperaturas, como algunos peces y la langosta. Además, han diversificado actividades con la producción de acuacultura para el abulón y otras especies”, detalla la experta.

Aunque las acciones locales no pueden mitigar directamente los efectos de eventos como la hipoxia o alguna condición extrema —dice Micheli—, pues están influenciados por procesos a mayor escala, el trabajo de las comunidades puede desempeñar un papel determinante en la resiliencia del sistema socioecológico local frente a tales eventos.

“Lo que afecta a una comunidad pesquera, mañana le afectará a una comunidad vecina y, eventualmente, terminará perjudicando a las ciudades que no tienen mar”, asegura Esmeralda Albañez.

Las Sirenas y el futuro de la isla

El grupo de las Sirenas de Natividad está integrado por cinco mujeres amas de casa, esposas e hijas de pescadores. Tienen entre 30 y 44 años. Al principio, sus integrantes eran parte de un equipo de monitoreo biológico mixto con hombres, pero poco a poco, ellas fueron dominando la escena, pues sus compañeros combinaban los monitoreos con sus labores de pesca, que les exigían más tiempo.

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Elsa Cuellar, una de las Sirenas de Natividad durante una inmersión. Foto: Elba López

El enfoque de las Sirenas de Natividad es, hasta la fecha, monitorear los recursos pesqueros, principalmente de invertebrados marinos, así como el monitoreo biofísico de las reservas marinas.

“Para los monitoreos, vamos por un transecto de 30 metros y, en dos metros de ancho, contamos peces. Luego, nos regresamos por ese mismo transecto contando algas y kelp. Después, en el mismo transecto, nos regresamos contando invertebrados. Y, por último, vemos el relieve: cómo está el fondo marino y qué es lo que encontramos en cada metro. Si encuentro caracol, si hay arena, grava o una piedra gigante”, describe Albañez.

A ella le resulta impresionante lo que el equipo ha logrado. “Somos un grupo de mujeres comunitarias que, sin haber tenido escuela, porque la mayoría sólo terminamos la secundaria, hemos podido aportar a nuestra comunidad y a la cooperativa donde nuestros esposos trabajan”, afirma la buza quien, junto a sus compañeras, también colabora en actividades de educación ambiental y encuentros para compartir aprendizajes con otras mujeres que trabajan actividades relacionadas con la pesca.

De acuerdo con Fiorenza Micheli, la experiencia de la Isla Natividad, ha sido inspiración para que otras cuatro cooperativas mexicanas se interesaran por las actividades de conservación y establecieran sus propias reservas marinas.

“La cooperativa siempre se ha preocupado por cuidar el medio ambiente”, dice Albañez. “Desde que yo era niña, recuerdo conversaciones de mi papá y de mi abuelo donde ellos decían que tenían que cuidar, para las futuras generaciones. Antes no había fondos de pensiones y ellos decían que lo único que iban a heredar a sus hijos era eso: la cooperativa y el mar”.

Ahora, cuando Esmeralda Albañez piensa en el mar, ya no ve oscuridad. Por el contrario, cuenta los días para el monitoreo anual en el que espera ya no sean cinco, sino muchas más las mujeres capacitadas. Lo único que falta es dinero, porque las certificaciones y los equipos de buceo son costosos, asegura.

Ser una sirena —dice— le ha servido para darle una nueva identidad. “Antes estaba muy encasillada en mi casa, en mi rol como mamá y esposa. Pero merezco buscar mi identidad, tener un trabajo que me llene, que disfrute y que pueda compartir con las demás personas. Esta experiencia es tan bonita, que queremos contagiar a todas las comunidades, a toda la gente, para que conozca el mar y pueda vivir la misma experiencia que estamos viviendo nosotras. Que se enamoren de esto que estamos haciendo”.

Los pescadores, afirma Albañez, cada vez tienen que ir más lejos para sacar peces y estos son cada día más pequeños. “Si no volteamos a ver los problemas que vivimos los pescadores, vamos a acabar con el mar”, concluye. “Cuando nos demos cuenta, ya no habrá nada qué hacer. Estamos en el momento justo para rescatar lo que tenemos”.

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