Se apaga la luz, comienza la magia
Archipiélago Reportera cultural egresada de la ENEP Aragón. Colaboradora en Canal Once desde 2001, así como de Horizonte 107.9, revista Mujeres/Publimetro, México.com, Ibero 90.9 y Cinegarage, entre otros. Durante este tiempo se ha dedicado a contar esas historias que encuentra a su andar. X: @campechita
Se apaga la luz, comienza la magia
Foto: Jeremy Yap/Unsplash.com
“Soy muy optimista con el futuro de las salas, porque la 
comunión que se logra en ellas es como la que se disfruta
en un campo de futbol. No sé, lo mismo soy demasiado naif”.
-Thomas Vinterberg, director de Otra ronda, final de la
entrevista de El País, 9 de abril de 2021.

En el verano de 1978, mis papás me llevaron a ver Fiebre de sábado por la noche, dirigida por John Badham, protagonizada por un fulgurante John Travolta y Karen Lynn Gorney. Yo apenas daba mis primeros pasos y bueno, dado que los dos estaban en el Tribunal Superior de Justicia y yo asistía a la guardería de su trabajo ubicada en el piso 11 de avenida Niños Héroes, pues ya no hubo tiempo de llevarme con la abuela y los acompañé.

Desde bebé me acostumbraron a estar en una sala de cine, decía mi mamá que me arrullaba la oscuridad, bañada de diálogos y la banda sonora, después ya pedía sentarme en una butaca y atendía la película de principio a fin, en el caso de la cinta de Badham, me acomodaron y comenzó la película, todo normal hasta que la música de los Bee Gees comenzó, dicen que me levante a bailar y salí disparada, acá hago una pausa, antes las butacas de los cines eran otra cosa, pesaban mucho y estaban rígidas, entonces tenías que cargar tu peso para bajar el asiento, ya se imaginaran con mi poco peso se convirtió en una catapulta, de esa visita me tuvieron que suturar el labio inferior, gracias al doctor Contreras, un galeno de otra época no me quedó cicatriz.

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El caso es que más allá de una experiencia tratante, fue aleccionadora, ya no me volví a levantar de la butaca, salvo aquella vez que me fui hasta delante del cine Maya para jugar con las otras niñas y niños en la rampa que se ubicaba debajo de la pantalla, mi mamá atendía a mi hermana Samara que era una bebé y no vio cuando me levante, al regresar mi papá de la dulcería le preguntó por mí y al no encontrarme salió despavorido a decir que nadie saliera del cine, que no apagaran las luces y en eso ven mi coleta de palmera asomándose en el pasillo, vimos la película.

Esas fueron mis primeras experiencias en una sala de cine, recuerdos a los que se fueron sumando películas y experiencias que atesoro en la memoria, era hacer todo un plan para ir a ver esa película que se anunciaba en la radio, armar el lonche, para que el gasto en la dulcería no fuera tan oneroso, casi siempre nos compraban las copas de helado napolitano.

Matinées con mis hermanas, primos y amigos de la escuela que mi papá sumaba diciéndoles ¿jalas o no jalas?, tardes de comer en casa contando todos emocionados lo que habíamos visto, los detalles que según alguno nadie más vio, idas al cine que sin ningún rigor de apreciación audiovisual nos enseñó la convivencia y el acto comunitario de sentarse en la sala oscura a vivir a través de lo que sucede en la pantalla grande y luego compartirlo o guardarlo para uno mismo.

Volviendo a esos recuerdos, una vez mi mamá le pidió a mi papá que me lloverá a comprar unos tenis blancos que necesitaba para una presentación en la escuela, nos fuimos en metro y nos bajamos en la estación Juárez, ese día el cine Arcadia proyectaba Mary Poppins, me dijo: ¿entramos? Y le conteste ¡sale!, había permanencia voluntaria y salimos corriendo para alcanzar metro, mi papá se tuvo que desvelar dejando blanquísimos mis tenis viejos, pero había valido toda la pena esa tarde-noche con él. 

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Esa es y será la experiencia de ir ver una película al cine, por supuesto la película elegida abonará mucho al momento, ya que si resulta “chafa” o un “churrumais”, quizá hasta bronca se le eche a quien la escogió o bien, sea tan buena que se quiera volver a verla con más personas para que perciban eso que nos cautivo, en la actualidad esos cines de la infancia han desaparecido o transformado por cines de cadena, pero todavía quedan los cines independientes en los que la dinámica es diferente, cada una es igual de valiosa, pero en ele aso de los independientes o Cinetecas, destaca la oferta fílmica, la cual esta diseñada pensando en el espectador, más allá de los llamados blockbusters que en las otras salas compiten con el aroma de las charolas rebozadas del combo: palomitas, nachos y hot dog, con un Ice y algún postre en bolsa de celofán y las múltiples pantallas de los celulares que tintinean una y otra vez.

El gusto se rompe en géneros, lo importante de todo esto es animarlos a volver, sé que es un momento complicado por el miedo al contagio, por la economía que no atraviesa su mejor momento, pero en términos de seguridad sanitaria decirles que cada espacio ha hecho un gran esfuerzo para que sus salas de exhibición, dulcería, baños y áreas comunes para el público cumplan con todos los protocolos sanitarios, que dado que los grandes estudios no quieren arriesgar sus películas a una baja taquilla, debido al aforo de 30 por ciento, la cartelera comercial de estos días esta ofreciendo películas que de otra manera tendrían muy poco escaparate, para muestra: Relic: herencia maldita” de Natalie Erika James o El padre de Florián Zeller con Anthony Hopkins, dos películas que abordan la perdida de la memoria y por ende de la identidad de esos pilares de vida que en su momento tanto nos enseñaron, la primera se inserta en el género de terror y la segunda es un drama como pocos.

Otro ejemplo es Promising Young Woman de Emerald Fennel con Carey Mulligan, cinta que aborda el acoso y abuso por parte de hombres a una mujer en una aparente vulnerabilidad, se va de copas y se pasa de la cuenta, lo que no se imaginan es que ella tiene un plan: vengar esas actitudes.

Esas son las propuestas que fácilmente encontraran en casi todo el territorio nacional, otras que solo se podrán ver en Salas de Arte, son los cinco largometrajes de la selección del Festival Internacional de Cine Judío en México, edición número 18 que hace honor a la “Vida” con títulos que me platicó Fredel Saed, su entusiasta directora les costo conseguir dado los costos de operación, derechos y situación a nivel mundial que si bien, tienen la opción de ver seguir en línea el festival, quisieron apostar por la experiencia en cines, ya que para eso fueron realizadas, para envolver con su sonido en el caso de Crescendo de Dror Zahavi o Amor encubierto de Daniel Syrkin.

Emocionarse con Sirenas de Keren Ben Ragael, conocer la historia de Persona Non grata de Celio Gluck y llorar a moco tendido con Asia de Ruthy Pribar, películas que sin dudad se perciben distinto en colectivo.

Otro caso igual de entrañable es el de la Cineteca Nacional que en estos días presenta en sus salas la selección de la edición 69 de la Muestra Internacional de Cine, esa famosa muestra que empezó en uno de esos cines de antaño, el famoso cine Roble, lugar que en 1971 comenzó todo atiborrado la historia del encuentro cinematográfico, quizá vale la pena decir que la Muestra Internacional de Cine surgió para sustituir la Reseña Mundial de los Festivales que año con año había acontecido en Acapulco y tuvo su última edición en 1968, con un ambiente mundial bastante caldeado que para 1969, dicen la puso entre la espada y la pared ya que dos de las películas que tendría que presentar eran Z de  Costa Gavras, así como Easy Rider de Dennis Hopper, cine que se consideró atizaría el fuego y mejor suspendieron, lo que no sabían es que sería para siempre.

Volviendo a la Muestra Internacional de Cine, estuvo unos años en el Cine Roble ubicado en el número 133 de avenida Paseo de la Reforma, se cuenta que en aquella primera edición de verano, tuvo funciones repletas durante 21 noches, no era para menos, ya que la selección incluía La Vía Láctea de Luis Buñuel, Muerte en Venecia de Luchino Visconti, Maridos de John Cassevetes, El niño salvaje de Francois Truffaut, Vergüenza de Bergman y otras más.

Aquello fue la locura y sigue siendo, una vez que se traslado a la Cineteca Nacional, primero en Churubusco y ahora en Xoco, la muestra es un acto de amor al cine, ya sé algunos pensaran que es una visión romántica, pero es mi esencia, digo amor al cine por la cofradía que ahí se forma, desde el momento de hacer equipos para comprar boletos, el famoso abono, hasta empezar a platicar con el/la de al lado sobre la película que se acaba de ver.

La edición 2021, no se vivirá tan intensamente, para empezar por la distancia entre butacas ocupadas, la dinámica de cuidado para evitar contagios, pero aún así les prometo que será mucho más vívida que ver cine en casa. Para picarles un poco más la curiosidad les cuento que entre las cintas de este año se encuentra A puertas cerradas, cinta basada en la novela de Yanis Varoufakis, dirigida por Costa Gavras, El gran cuento de los osos de Lorenzo Marotti, la versión restaurada de 8 1/2 de Fellini, Monstruos de Marius Olteanu y Sanctorum, del mexicano Joshua Gil, entre otras 

De verdad, cómo rezaba aquel slogan “El cine, se ve mejor en el cine” y nos inundan el alma de otras visiones, amplia nuestro horizonte y nos llena de recuerdos imborrables, si otro día tienen tiempo les cuento mi experiencia en el Festival de Cannes con Clint Eastwood y mi papá al teléfono llorando de emoción. Gracias siempre por su lectura. 

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