Servicio social en medicina, la escuela de la explotación laboral
Contextos

Reportero egresado de la UNAM, formó parte de los equipos de Forbes México y La-Lista. Con experiencia en cobertura de derechos humanos, cultura y perspectiva de género. Actualmente está al frente de la Revista Danzoneros. X: @arturoordaz_

Servicio social en medicina, la escuela de la explotación laboral
En México, anualmente, miles de pasantes de medicina realizan el servicio social de manera obligatoria durante 12 meses. Foto: Alexa Herrera/La-Lista

El servicio social que realizan los estudiantes de medicina en México fue tema de polémica e indignación de nuevo. Esta vez por la acusación de supuesto robo a Fernando Villalobos, estudiante de medicina que realizaba su internado en el Hospital Regional 1 de Octubre del ISSSTE. En la fotografía donde muestran el presunto material sustraído aparecen tubos de ensayo, frascos para toma de orina, agujas, jeringas, gasas y guantes. Todos estos son los artículos básicos para una atender una guardia, señalaron sus compañeros.

Mientras Villalobos se encuentra en investigaciones por las autoridades, sus colegas médicos internos de pregrado se manifestaron este miércoles y jueves fuera del centro de salud donde laboraba. El conjunto de estudiantes explicó que, ante el desabasto de insumos, cada uno opta por cargar este material para realizar las labores básicas que les piden. Así luce la injusticia en un terrible proceso de explotación.

Para obtener su cédula como médico, los estudiantes deben realizar, durante 12 meses, un servicio social en alguna institución de salud. Esto está plasmado en el artículo 87 de la Ley General de Salud, así como en la Norma Oficial Mexicana NOM-009-SSA3-2013. En este último documento se desglosan las disposiciones de las instituciones de salud, los servicios estatales de salud y los pasantes.

Aunque el objetivo de este servicio es que los alumnos terminen su proceso académico con experiencia clínica, muchas veces se convierten en empleados sin derechos laborales. La norma mexicana los define como “estudiante de una institución de educación superior que cumple con los requisitos académicos, administrativos y jurídicos para prestar el servicio social en un campo clínico”, pero muchas veces no es así. Por ejemplo, una médica recién graduada, que decidió ser anónima y realizó su servicios en el Hospital General de Zona UMF 76, me dijo haber laborado hasta 60 horas a la semana cuando sus turnos eran de ocho horas diarias.

“Una tercera parte de las unidades de atención primaria de la Secretaría de Salud tienen como responsable a un estudiante de la carrera de medicina en servicio social, la mayoría de las veces sin supervisión”, según el Informe anual 2021 de Médicos En Formación de la Organización Nosotrxs. En la norma mexicana correspondiente se dispone que las instituciones de salud establezcan “en coordinación con la institución de educación superior y las autoridades estatales, municipales y de la localidad, los mecanismos de protección a la integridad física de los pasantes durante la prestación del servicio social”. Sin embargo, a veces no se lleva de esa manera.

El último caso más grave fue el de Eric Andrade, quien fue asesinado en su centro de salud el pasado 15 de julio en Durango mientras atendía a una persona herida de bala. El problema va más allá de esto, pues la Encuesta Nacional de Médicos en Formación reveló que el 59.8%  de los estudiantes, internos o médicos pasantes se sintió alguna vez acosado sexualmente durante su formación o haber sido víctima de algún tipo de violencia.

Aunque ante la norma mexicana el servicio social pareciera que es una oportunidad de aprendizaje para los estudiantes, la realidad es otra. Aparecen este tipo de situaciones cuando en el punto 8 se estipula que los pasantes tienen el derecho de denunciar algún incidente o problema de infraestructura en su centro.

Más allá de cancelar o disminuir el servicio social para los estudiantes de medicina, se necesita un sistema de salud digno que no provoque que los internos tengan que resguardar materiales para pasar su guardia. También se requieren de mejores condiciones laborales para los trabajadores de la salud, sin la necesidad de tener que extender su trabajo por más de ocho horas.

Las jornadas maratónicas no hacen mejores médicos o trabajadores, tampoco hay que martirizar esta profesión como aquellos que deben deshacerse de su vida para servir fielmente a un juramento hipocrático sobre todas las cosas. Pareciera que es a propósito ese sistema de explotación desde la última etapa del aprendizaje para que se quede marcada toda la vida. Los expertos en la salud tienen derecho a quitarse la bata y sus estudiantes a tener un mejor proceso académico.

De acuerdo con el Instituto Mexicano para la Competitividad (Imco), medicina es la carrera más demanda en México con un 14.4% de aceptación en las universidades, también está en las primeras 10 con mayor matrícula: 188 mil 379 estudiantes. Aunque no perfila como las de mayor riesgo, sí se encuentra entre las mejores pagadas con un salario promedio de 17 mil 846 pesos.

¿Cuántos jóvenes estarán dispuestos a pasar por ese sufrimiento para tratar de mejorar su calidad de vida en el futuro? ¿Lo vale? ¿Cuántos realmente están ahí por vocación? Cualquiera que sea la respuesta, es urgente que se hagan valer los derechos fundamentales de los estudiantes, de los trabajadores y de cualquier persona que está luchando honradamente por salir adelante.

Síguenos en

Google News
Flipboard