Combatir el cambio climático no es una elección
Contratiempos

Reportera mexicana, especializada en periodismo social y de investigación. Ha colaborado en medios como Gatopardo, Animal Político, El País, Revista Nexos, CNN México, entre otros. Ha sido becaria y relatora de la Fundación Gabo. Originaria y habitante de Ciudad de México. Twitter: @claualtamirano

Combatir el cambio climático no es una elección
Durante los últimos 12 meses, el 96% de la población mundial experimentó temperaturas diarias influenciadas por el cambio climático. Foto: Twitter / @ClimateCentral

El pasado 15 de noviembre, un grupo de 30 medios de comunicación de más de 20 países publicó una carta editorial con una fuerte sentencia sobre la crisis climática actual: “El tiempo se acaba. Y lejos de transitar hacia energías limpias, los países desarrollados están volviendo a invertir en gas y petróleo, fallando en su compromiso de reducir las emisiones y regateando la ayuda que están listos para enviar a las naciones pobres”.

Pero no solo las naciones desarrolladas van por ese camino: también México está regresando al pasado en materia energética –como en tantos aspectos, con el actual gobierno– al inyectar inversiones millonarias (y crecientes) a proyectos de energías fósiles, como la refinería Dos Bocas.

De acuerdo con un nuevo reporte del sitio Climate Action Tracker, el mundo está viviendo una especie de “fiebre del oro” hacia nuevos proyectos basados en combustibles fósiles, como consecuencia de la invasión rusa a Ucrania. Esto orillará al planeta a un “calentamiento irreversible”, advierte el informe.

De manera que no se trata solo de noticiarios “alarmistas” ni de individuos ‘exagerados’ que quieren repartir su ansiedad entre todos a su alrededor, bajo el pretexto de la crisis climática. Este llamado urgente lo hace Climate Tracker pero también el Banco Mundial, Naciones Unidas, la comunidad científica y ahora este grupo de medios que urgen a la población mundial a tomar en serio esta, que podría ser la última advertencia con el epílogo de “todavía podemos evitarlo”.

Las acciones necesarias y urgentes por parte de la población no son las individuales, que también son importantes pero que muy poco pueden aportar para conseguir la meta de impedir que el planeta exceda los 1.5 grados Celsius a partir de la era preindustrial. Lo que se requiere es una presión social en todos los países para que gobiernos e industrias metan el freno de mano a la contaminación ambiental que nos está llevando por la “autopista hacia el infierno climático”, como lo ha llamado António Guterres.

El secretario general de la ONU posee una de esas voces que han advertido numerosas ocasiones sobre las devastadoras consecuencias de ignorar esta advertencia. “Suicidio colectivo” es como ha llamado Guterres a lo que está haciendo la humanidad en la Tierra, negándose a matizar su apocalíptico lenguaje ante la necesidad de que el mundo comprenda la urgencia de este tema.

La movilización social para exigir el fin de la dependencia a los combustibles fósiles no solo es urgente por lo obvio –aunque muchos aún no quieran creerlo–: este es el único planeta que tenemos y si lo seguimos calentando y sobrexplotando, no habrá condiciones para seguir viviendo en él. Pero también es necesario el reclamo de los países en desarrollo, especialmente, porque son los que están pagando y seguirán pagando los más altos costos por esta crisis climática, sin ser los responsables principales.

En palabras más simples: los países pobres pagan los –muchos– platos que los países ricos rompen. En la emergencia climática, los países pobres son los más afectados por las consecuencias del calentamiento, cuando son los ricos los que más emisiones generan: solo una de cada ocho personas en el mundo vive en un país rico, pero estos son responsables de la mitad de los gases de efecto invernadero. Esto les otorga una “clara responsabilidad moral de ayudar”, señala el editorial… aunque ese es precisamente el problema.

Si bien la crisis ambiental tiene diversas causas –calentamiento, deforestación, plásticos en el mar, sobreexplotación del agua–, el énfasis en los combustibles fósiles se debe a que es el principal foco rojo: de acuerdo con el editorial suscrito por las empresas de medios, si las energías renovables fueran la norma, no habría emergencia climática. Y el argumento de que caerán las economías si se trasciende a las energías limpias no es válido, según el Banco Mundial, ya que la “descarbonización” no está peleada con el crecimiento económico.

Por todo esto es que la editorial sentencia que ya no hay tiempo para la apatía o la complacencia. Ya no hay tiempo para ser indiferente o permanecer al margen de la lucha contra el cambio climático, como si fuera una elección de algunos, a los que llaman “ambientalistas” o peor aún, “verdes”: cuidar el medio ambiente no es una elección, es un deber de los ya ocho mil millones que habitan este planeta. Lo mismo exigir un alto a su destrucción. “La cumbre COP27 debe perseguir la meta de salvarlo si se quiere frenar un riesgo existencial para la humanidad”, concluye el texto.

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