El centro energético
Enernauta

Especialista en política energética y asuntos internacionales. Fue Secretario General del International Energy Forum, con sede en Arabia Saudita, y Subsecretario de Hidrocarburos de México.
Actualmente es Senior Advisor en FTI Consulting.

El centro energético
Foto: Gerd Altmann / Pixabay

Durante mi paso por el sector público mexicano fui testigo de la enorme capacidad que funcionarios preparados y comprometidos tienen para encontrar salidas a los desafíos de seguridad energética. No tengo duda de que si a este tipo de profesionistas se les pidiera, por ejemplo, mejorar y expandir el suministro de combustibles menos contaminantes hacia el centro del país, en poco tiempo presentarían una propuesta más que adecuada. Es casi seguro que sugerirían –sin sorpresa– una combinación de estímulos para aumentar la producción interna e inversiones para agilizar la logística de transporte desde la costa del Golfo de México, entre otras medidas. Se trataría no solo de producir más crudo y refinarlo para obtener más gasolina y diésel, sino de ampliar la capacidad de importar, almacenar, transportar y distribuirlos en los puntos de consumo. Todo esto requeriría de planes de ingeniería, trazado de rutas, modelos financieros, diseños de procesos licitación, negociación con comunidades receptoras de la inversión, dentro de una larga lista de acciones.

Funcionarios así de calificados colaborarían y hasta discutirían airadamente las opciones técnicas, regulatorias y de política. Contrastarían los alcances y limitaciones de propuestas basadas en la inversión pública, privada o ambas. Se reunirían periódicamente para revisar avances, pelearían por el control de la agenda, buscarían el reconocimiento por sus aportaciones, se coordinarían para lograr la meta una vez acordada. Si se les instruyera a ejecutar algún proyecto, podrían entregarlo en tiempo y forma realistas dadas las condiciones propicias.

Tampoco tengo duda de que, a pesar de todo su esfuerzo, preparación y talento comprometido, la suya sería una respuesta insuficiente, no errónea, solo insuficiente, a menos que se tratara de una respuesta a todas luces contraria al análisis riguroso. Un equipo de funcionarios públicos, sin importar su ideología, difícilmente puede generar la multiplicidad de ideas y modelos de negocio que resultarían de muchas empresas compitiendo.

En nuestra cotidianeidad era común que mientras invertíamos horas de trabajo en tal o cual solución, llegaban empresas con propuestas alternativas o complementarias que ampliaban el alcance de las nuestras. Estaba bien ese ducto que impulsábamos para ampliar la oferta de combustible en alguna región, pero resultaba aún mejor que esa inversión, que podía ser privada o pública, se enriqueciera con inversiones adicionales en terminales o centros de distribución tanto en ambos extremos del ducto como en otras regiones del país. Casi siempre surgían proyectos que no habían entrado en el campo de visión original. Una logística todavía más ágil y robusta era posible. Con base en la evidencia, los mismos funcionarios sugerirían no limitar las opciones solamente a un conjunto de ideas generadas desde la burocracia.

¿Para qué entonces cerrarse a la creatividad conjunta de los funcionarios públicos y privados? Abrir puertas a la creatividad y la innovación, encauzar el florecimiento y la competencia de decenas, cientos o miles de ideas y modelos de negocio, rendiría más. Después de todo, el conocimiento está disperso en la sociedad. Para organizarlo en soluciones que atiendan necesidades expresadas e identificadas se requiere de la competencia y la colaboración.

Esta reflexión se ha planteado de distintas formas a lo largo del tiempo, pero no sobra enfatizarla en vísperas de una ronda más de discusiones respecto a la manera de reestructurar el sector energético del país. Las campañas políticas que se aproximan reciclarán propuestas de política energética. Aunque es poco probable, quizá pongan sobre la mesa soluciones no mencionadas hasta ahora. Para algunos será un recurso fácil simplificar favoreciendo al Estado o al mercado según su ideología, preferencia, deseo, preconcepción o prejuicio. Pero la hora de la verdad, cuando se requerirá pensar los problemas de manera sistemática y ejecutarlos en el campo, los extremos resultarán tan inútiles como caros.

Se dice que la seguridad energética es demasiado importante para dejarla solo en manos del mercado. También lo es para dejarla solo en manos del Estado. Se requiere de la compaginación de ambos para conseguirla.

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