La migración climática en EU ya comenzó
'Los efectos serán diferentes en cada lugar, pero en casi todas partes los refugios seguros serán más escasos y más costosos, debilitando el control de la gente sobre la estabilidad que conlleva tener un hogar permanente'. Foto: Josh Edelson/AFP/Getty Images

Durante la última década, Estados Unidos ha experimentado una serie de desastres climáticos monumentales. Los huracanes devastaron partes de la costa del Golfo, descargando más de 50 pulgadas de lluvia en algunos lugares. Los incendios forestales arrasaron los bosques de California y destruyeron miles de hogares. Una sequía milenaria secó los ríos y obligó a los agricultores a dejar de sembrar. Muchos de estos desastres no tienen precedentes recientes y acaparan los titulares de los medios de comunicación mientras los estadounidenses procesan el poder del cambio climático.

Sin embargo, los desastres en sí mismos solo son la mitad de la historia. La verdadera historia del cambio climático comienza una vez que el cielo se despeja y el fuego se apaga, y ha recibido mucha menos atención en los principales medios de comunicación. Después de los desastres climáticos, cuando las víctimas intentan hacer frente a la destrucción de sus hogares y comunidades, comienzan a desplazarse en busca de un refugio seguro y asequible.

Muchos de ellos no tienen más alternativa que mudarse con familiares o amigos, mientras que otros se ven obligados a buscar departamentos más económicos en otras ciudades. Algunos reconstruyen sus casas únicamente para venderlas y mudarse a lugares que consideran menos vulnerables, mientras que otros se mudan solo para regresar y volver a perder sus hogares en otra tormenta o incendio.

Los estadounidenses no solemos escuchar sobre este caótico proceso de desplazamiento y reubicación, sin embargo, la escala del desplazamiento ya es abrumadora: más de tres millones de estadounidenses perdieron sus hogares a causa de desastres climáticos el año pasado, y un número considerable de ellos nunca logrará regresar a sus propiedades originales.

Durante las próximas décadas, el número total de desplazados aumentará en millones y decenas de millones, obligando a los estadounidenses de las zonas más vulnerables del país a vivir un exilio impredecible y casi permanente de los lugares que conocen y aman. Esta migración no será un desplazamiento lineal del punto A al punto B, y tampoco se tratará de una lenta marcha lejos de las costas y los lugares más calurosos. Por el contrario, las zonas más vulnerables de Estados Unidos entrarán en una mezcla caótica de inestabilidad, ya que algunas personas se irán, otras se desplazarán dentro del mismo pueblo o ciudad y otras llegarán solo para volver a marcharse.

En las zonas de California arrasadas por los incendios forestales, las víctimas del desastre competirán con millones de otros residentes del estado por los departamentos en el turbulento mercado inmobiliario del estado. En ciudades como Miami y Norfolk, donde el nivel del mar está subiendo, es posible que los propietarios vean cómo sus casas pierden valor a medida que el mercado se aleja de las zonas propensas a las inundaciones. Los efectos serán diferentes en cada lugar, pero casi en todas partes el resultado será el mismo: los refugios seguros serán cada vez más escasos y más costosos, lo cual hará que la gente pierda el control sobre la estabilidad que conlleva tener un hogar permanente.

El calentamiento del planeta solo es una parte de las causas de este desplazamiento. Es cierto que a medida que el Golfo de México se calienta y el calor seca los ecosistemas occidentales, los desastres ordinarios se vuelven más graves. Pero, de nuevo, eso es solo una parte de la historia. La otra causa de todo este caos climático es que Estados Unidos ha pasado gran parte del siglo pasado construyendo millones de viviendas en los lugares más vulnerables, adentrándose en cadenas montañosas propensas a los incendios y justo en las orillas de ríos que estaban destinados a desbordarse.

Los promotores inmobiliarios y los funcionarios locales responsables de toda esta construcción en ocasiones desconocían los peligros, pero en otras siguieron adelante a toda prisa aun siendo conscientes del potencial de ruina. Todas esas construcciones han puesto a millones de personas en una situación de peligro, y las entidades públicas y privadas que ayudan en la recuperación de desastres no son capaces de seguir el ritmo.

La Agencia Federal para el Manejo de Emergencias de Estados Unidos (FEMA) carece de recursos para ayudar a las comunidades afectadas por desastres a lograr una recuperación a largo plazo, y la agencia gasta la mayor parte de su dinero en reconstruir las cosas exactamente igual que antes, lo cual asegura la posibilidad de que futuros desastres arruinen las mismas casas y desplacen a las mismas personas.

El gobierno de Biden ha destinado miles de millones de dólares a nuevos programas que podrían ayudar a las comunidades a protegerse contra futuros desastres, no obstante, los avances han sido lentos. El sector privado de los seguros y el mercado privado de la vivienda también expulsan a las personas de sus hogares. En California, por ejemplo, las grandes aseguradoras dejaron de ofrecer seguros contra incendios a las personas que viven en las zonas de mayor riesgo, o elevaron los costos a niveles imposibles de pagar, obligando a los propietarios a reconsiderar si pueden permitirse permanecer donde se encuentran.

Muchos de los lugares más vulnerables a los desastres también están experimentando una grave escasez de viviendas, una situación que hace que la recuperación sea casi imposible. El gobierno federal tiene los recursos necesarios para ayudar a hacer frente a este caos. Los legisladores podrían reforzar los programas de protección contra inundaciones e incendios. Podrían conceder dinero a las personas para que se muden de sus hogares vulnerables o para que encuentren nuevos empleos en caso de que el cambio climático haga que sus trabajos anteriores sean imposibles o peligrosos.

Mientras tanto, la Casa Blanca podría asumir un papel de liderazgo en la planeación de futuras migraciones, incentivando el crecimiento en lugares que son menos vulnerables y facilitando la transición lejos de los lugares más riesgosos. Sin embargo, para llevar a cabo cualquiera de estas acciones sería necesario en primer lugar que los responsables gubernamentales reconocieran la magnitud de los desplazamientos climáticos que ya se produjeron y arrojaran luz sobre una crisis que ha sido ignorada durante demasiado tiempo.

Jake Bittle es redactor colaborador de Grist. Sus artículos sobre clima y energía han sido publicados también en el New York Times, The Guardian, Harper’s y otros medios. Es autor de The Great Displacement: Climate Change and the Next American Migration (Simon & Schuster, 21 de febrero).

Síguenos en

Google News
Flipboard
La-Lista Síguenos en nuestras redes sociales