La ansiedad de ser un sobreviviente de Covid-19
Señales

Editora en jefe de La-Lista. Twitter: @aminetth

La ansiedad de ser un sobreviviente de Covid-19
Foto: Pixabay.

El primer síntoma lo tuvo el 20 de noviembre, cinco días después recibió el diagnóstico positivo a Covid-19. Yunuen, de 34 años, siguió el tratamiento y se recuperó. Parecía que el capítulo había terminado, pero luego de 20 días de su alta médica empezó a sentir un nerviosismo extremo que se manifestó en temblor, tensión muscular, náuseas y sudor excesivo.

Este episodio se repitió cada día durante dos semanas. “Fui consciente de que no estaba bien un domingo por la madrugada, me levanté muy alterada a las 4 am teniendo escalofríos y un pánico extremo, sentía que me iba a morir”, dice. Era trastorno de ansiedad generalizada. Comenzó a realizar terapias de respiración, que acompañó con valeriana, pasiflora, masaje de reflexología podal, dígitopuntura y sesiones psicológicas. Las “crisis” fueron disminuyendo y, desde hace un mes, no le ha vuelto a pasar. 

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He escuchado historias similares. El paciente se recupera y, a los pocos días, empiezan las opresiones en el pecho, la dificultad para respirar, el aumento del ritmo cardíaco, la preocupación constante, el nerviosismo, el pánico, la intranquilidad. La felicidad de haber superado la enfermedad se ensombrece cuando aparecen estos episodios. 

“Una ocasión estaban mis hijos en la casa y, de repente, me dio un ataque así, como que se me subió la presión, no sé, fue muy feo. Sentía que no podía respirar, te sientes angustiada, no sabes cómo reaccionar a lo que te está pasando”, cuenta Paty Sánchez, de 67 años. “Querían llevarme al médico, pero no quise, me fui controlando y controlando yo sola. Y hasta ahorita lo he enfrentado sola”. A ella la diagnosticaron de Covid-19 en la primera semana de noviembre y la ansiedad inició en diciembre. 

La mayoría de las historias tienen un denominador común: ven estos episodios como secuelas “normales” del Covid-19, nada alarmante. Para la Organización Panamericana de la Salud (OPS) sí lo es, lo considera parte de esta “epidemia silenciosa” de enfermedades mentales que ya afectaban a América Latina antes de la pandemia. 

La OPS calcula que hasta un tercio de los pacientes que se recuperan pueden sufrir cambios duraderos en su estado de ánimo y padecer ansiedad o depresión. Un tercio de personas que comparten episodios de ansiedad manifestados en miedos, inseguridad, incertidumbre, intranquilidad, fatiga, insomnio, irritabilidad. La frecuencia y la intensidad varían según cómo vivió la enfermedad el paciente, no es lo mismo alguien que tuvo síntomas moderados que alguien que fue hospitalizado.

Los especialistas ya estudian si la alteración que sufre el sistema inmune tiene implicaciones psiquiátricas. En Italia, un grupo de científicos monitorearon a 402 pacientes y más de la mitad (55%) experimentaron al menos un trastorno psiquiátrico. Los resultados del estudio, publicado en la revista científica Brain, Behavior and Immunity, indican que las mujeres son las que más sufren ansiedad y depresión.

Sí puede ser propiamente una consecuencia del virus, pero también influye el contexto: si durante la enfermedad el paciente tuvo pérdidas –de algún familiar o laboral–, enfrentó discriminación o ya tenía situaciones preexistentes, tendrá mayor probabilidad a enfrentar episodios de ansiedad, detalla Héctor Bolaños, director de rehabilitación de la Asociación Pro Personas Con Parálisis Cerebral (Apac).

Así como la enfermedad de Covid-19 requiere tratamiento y acompañamiento de un médico, los trastornos psiquiátrico también lo necesitan. Porque los capítulos de los pacientes no cierran a los 14 días de recibir el diagnóstico positivo. Ni cuando la prueba ya dice negativo.

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