¿Cuándo se terminará la pandemia de Covid-19?
Una clínica de vacunación contra el Covid-19 en Kimana, Kenia, agosto de 2021. Foto: Brian Inganga/AP

Más de dos años después de que la Organización Mundial de la Salud declarara el brote de Covid-19 como una pandemia y más de 18 meses después de que se administraran por primera vez de forma generalizada las vacunas contra el Covid-19, todavía puede parecer que existe un escaso consenso respecto a la fase de la epidemia en la que nos encontramos ahora. ¿La epidemia terminó, con el levantamiento de las restricciones británicas hace un año y el aumento de los viajes en avión? ¿O el aumento del número de casos y las continuas medidas sanitarias individuales sugieren que la epidemia no está cerca de su fin?

El problema radica en que las epidemias no tienen el tipo de final claro y objetivo que podríamos imaginar. Un final rápido y decisivo, alcanzado mediante la rápida aplicación de la innovación científica –un tratamiento instantáneo– suele ser una ilusión. Es poco probable que observemos algo semejante con el Covid-19.

El análisis de epidemias pasadas nos muestra que los finales reales son largos, prolongados y controvertidos. Las sociedades deben afrontar no solo las realidades médicas de la enfermedad, sus daños y tratamientos, sino también las consecuencias políticas y económicas de las medidas de emergencia, así como las disputas sobre quién tiene la autoridad para declarar el final y qué se debe evaluar para guiar este proceso. Por este motivo existe tanta incertidumbre sobre el estado actual del Covid-19: diferentes grupos tienen experiencias muy distintas en cuanto a los aspectos médicos, políticos y sociales de la epidemia, e ideas diferentes respecto a cómo puede ser el final.

La investigación demuestra que el final de una epidemia comprende algo más que las tasas de enfermedad (el final médico). En cambio, el final también abarca el final de la crisis y de las regulaciones (el final político), y el regreso a la normalidad (el final social). Estos finales están relacionados, no obstante, son diferentes, y pueden ser contradictorios entre sí. El análisis de diversas epidemias pasadas revela que es más preciso identificar múltiples finales de una epidemia, considerando estos diferentes tipos de finales.

La historia de epidemias recientes como la del H1N1 (gripe porcina) o la del VIH/sida así lo demuestran. La mayoría de las epidemias terminan no con la desaparición de la enfermedad, sino cuando los índices de casos ya no suponen una crisis médica, un punto en el que los índices alcanzan lo que está definido como niveles normales, esperados o localmente aceptables. En agosto de 2010, por ejemplo, la OMS declaró que la pandemia de la gripe H1N1 de 2009 se encontraba en su “periodo post-pandémico”. Esto no significó el fin de los casos de H1N1; sino que la OMS explicó que se esperaba que se siguieran registrando casos y brotes, aunque siguiendo los patrones estacionales normales de la gripa.

Esto suscita la cuestión de qué es un nivel normal, aceptable o manejable en un lugar determinado, en particular cuando se trata de una enfermedad nueva. Las diferencias de opinión respecto a las respuestas a las tasas de enfermedad de Covid-19 –si se deben mantener o restablecer las medidas de salud pública, y cuándo se deben flexibilizar– ponen de manifiesto los debates relativos a lo que es un nivel aceptable de infección, así como quién debería decidirlo.

Como resultado, el proceso final se produce cuando las distintas formas de autoridad negocian y disputan entre sí, con frecuencia debatiendo las prioridades sociales, económicas y políticas fundamentales tanto como los datos médicos. Incluso ante la persistente circulación de una enfermedad (ya sea el H1N1 o el Covid-19), acontecimientos como la guerra y la inestabilidad política pueden reorientar la preocupación pública y los recursos políticos hacia otras crisis, modificando así aquello que las autoridades y las comunidades locales consideran como niveles “normales, esperados o localmente aceptables” de una enfermedad. Las inquietudes sobre la guerra en Ucrania o el aumento de los precios de la energía relegaron la información sobre el Covid-19 a un segundo plano, independientemente de los índices de casos.

Por ejemplo, aunque la pandemia del VIH/SIDA ha desaparecido de la atención pública, los casos no han desaparecido. Al contrario, el tratamiento médico ha transformado la enfermedad de un asesino muy difundido en una enfermedad crónica controlable. No obstante, el acceso a dicho tratamiento varía, y suele estar fuera del alcance de muchas personas en el denominado sur global. De hecho, el éxito de las intervenciones médicas ha puesto fin a la epidemia de VIH/SIDA en el norte global, lo que en muchos sentidos aleja su fin global de la atención y, por tanto, de su alcance.

Los contextos políticos y sociales determinan básicamente el final médico de la pandemia. En lugares como Kenia, el Covid-19 interactúa con los continuos brotes de VIH/SIDA, ébola, cólera y tuberculosis. El hecho de entender el final de las epidemias como un proceso prolongado, en el que la enfermedad perdura incluso después de que desaparezca nuestra atención, permite explicar los patrones globales y a largo plazo de las epidemias.

Aunque nos atraen las historias de soluciones rápidas y efectivas para acabar con los brotes, como la de John Snow de retirar la bomba manual que se encontraba en la calle Broad Street para acabar con el brote de cólera de Londres de 1854, a menudo estas historias son inventos: Snow nunca retiró la bomba manual, sino que en aquella época el cólera estaba disminuyendo por otras razones. La verdadera historia del fin del cólera en Londres fue gradual, y requirió una negociación política sobre cómo implementar una mejor infraestructura urbana y saneamiento junto con lentas mejoras sociales, en lugar de la intuición incisiva y la acción decisiva de un individuo. Además, al igual que en el caso del VIH/SIDA, a pesar de los modernos conocimientos epidemiológicos, los brotes de cólera se siguen produciendo hasta la fecha, relacionados con las crisis políticas y sociales.

Las epidemias no son una serie de acontecimientos biológicos aislados que simplemente pasan a la historia con la desaparición de la enfermedad. También son crisis morales que ponen a prueba los límites de la cohesión social y la confianza. Tal como estamos observando ahora con respecto al Covid-19, el proceso final es un período de reflexión moral, con debates sobre las “lecciones aprendidas” y la creación de narrativas con héroes y villanos. Parece que nos encontramos en medio de este proceso, ya que los expertos médicos debaten cuáles son las tasas de infección aceptables, los políticos debaten las consecuencias de levantar las restricciones y nosotros debatimos con nuestros familiares, amigos y vecinos cuál es la mejor manera de vivir nuestras vidas.

Erica Charters es profesora de historia mundial de la medicina en la Universidad de Oxford, donde dirige un proyecto multidisciplinario sobre How Epidemics End (Cómo terminan las epidemias).

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