Por qué algunos de nosotros tenemos problemas con una libido baja, y cinco formas de ayudarnos
'¿Quieres estar arriba?' Ilustración: Guillem Casasus/The Guardian

Peter nunca se había sentido particularmente interesado en el sexo. Aunque a lo largo de su vida adulta tuvo varias oportunidades, siempre le sorprendió cuán poco entusiasta era su actitud ante esos encuentros sexuales. Quizás estaba cansado, había bebido demasiado alcohol o le preocupaba su rendimiento; independientemente de lo que fuera, no fue una preocupación importante hasta que conoció a su actual pareja hace cuatro años.

“Para ella, esa conexión física con los hombres siempre había sido algo importante”, comenta. “A mí no me interesaba al mismo nivel, y esto sigue creando problemas en cuanto a lo que el otro considera que debe ser la cantidad adecuada”.

El bajo deseo sexual de Peter no es en absoluto algo inusual. Hasta el 10% de los hombres y mujeres se ven afectados por el trastorno del deseo sexual hipoactivo (TDSH), que se define como una falta continua de interés en actividades y fantasías sexuales que provoca angustia personal.

En nuestra sociedad altamente sexualizada, las personas que tienen una libido baja pueden sentirse irremediablemente mal, sin embargo, los científicos son cada vez más conscientes de que el deseo no es algo fijo, ni un simple interruptor que se enciende y se apaga en los calzoncillos de las personas. Se trata más bien de un producto de sistemas que compiten entre sí en el cerebro, y la clave para estimularlo puede radicar en el restablecimiento del equilibrio entre estos elementos.

La mayoría de la gente asume que la respuesta sexual es lineal: si te sientes atraído por alguien, y te dice o hace las cosas correctas, esto conducirá inevitablemente a la excitación y después a la relación sexual. Sin embargo, este modelo no toma en consideración los niveles de deseo subyacentes en las personas, es decir, su ansia de sexo.

A finales de la década de 1990, investigadores del Kinsey Institute en Bloomington, Indiana, propusieron un escenario diferente, conocido como modelo de control dual. Este modelo compara la respuesta sexual humana con el acelerador y el pedal de freno de un automóvil.

El acelerador reacciona a todas las sensaciones, pensamientos y sentimientos relacionados con el sexo que experimenta una persona y envía una señal de “encendido” al resto del cuerpo, mientras que el freno percibe todas las razones por las que no debe encenderse, que codifica como amenazas potenciales, y envía una señal de “apagado”.

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Las respuestas sexuales humanas son como el acelerador y el pedal de freno de un automóvil. Foto: Prostock-Studio/Getty Images/iStockphoto

“El punto clave de este modelo de control dual es que propone que las personas tienen distinta predisposición a la excitación o a la inhibición”, explica la Dra. Cynthia Graham, científica principal del Kinsey Institute. Por tanto, algunas personas tienen aceleradores muy sensibles y les resulta fácil excitarse; otras tienen frenos sensibles, que pueden anular estas señales; y algunas tienen tanto un acelerador rígido como un freno sensible”.

Los factores circunstanciales, como el estrés, la ansiedad por ser interrumpido o cómo te sientes respecto a tu pareja o tu cuerpo, pueden ejercer una mayor presión sobre ese freno.

“El proceso de llegar a la excitación es el proceso dual de activar el encendido y, lo que resulta más importante, desactivar el apagado”, explica Emily Nagoski, educadora sexual y escritora de Come as You Are. “A veces, cuando las personas tienen dificultades, se debe a que el acelerador no recibe suficiente estimulación, pero con mayor frecuencia se debe a que el freno recibe demasiada estimulación”.

Por ahora, el enfoque más eficaz para estimular una libido decaída es psicológico: Nagoski aconseja recordar los encuentros sexuales pasados en los que a la persona le resultó fácil excitarse, así como aquellos que empezaron bien antes de que algo acabara con el estado de ánimo.

La idea consiste en identificar las pistas del entorno, las emociones y las experiencias que activan el acelerador y el freno, y después conversar con la pareja sobre cómo hacer más cosas para estimular el acelerador y menos cosas para estimular el freno.

Sin embargo, ¿y si existiera un medicamento que pudiera lograr algo similar? Aunque el modelo de control dual no especifica las regiones del cerebro implicadas, los últimos avances en imágenes cerebrales han aportado más información sobre lo que podría estar ocurriendo en personas que padecen TDSH, como Peter.

“La teoría básica de por qué se produce este trastorno es que existe un exceso de actividad en aquellas áreas cerebrales que están relacionadas con el automonitoreo y la introspección –pensamientos del tipo: ‘¿Cómo lo estoy haciendo?’ ‘¿Qué aspecto tengo?’ ‘¿Qué está pensando mi pareja?’– y estos pensamientos básicamente suprimen las actividades posteriores, más primarias, de excitación y deseo sexual”, explica el Dr. Alexander Comninos, endocrinólogo del Imperial College de Londres.

Estudios recientes sugieren que una hormona producida de forma natural llamada kisspeptina podría ayudar a anular algunas de estas actividades introspectivas y potenciar las respuestas del cerebro a señales sexualmente relevantes, como el olor de una persona. No obstante, nadie había intentado administrar kisspeptina a personas que tienen un bajo deseo sexual. Así que Comninos y sus colegas realizaron dos ensayos en hombres y mujeres que padecen TDSH.

Peter fue uno de aquellos que se ofrecieron voluntarios. En dos ocasiones distintas, permaneció acostado en un escáner de MRI con el pene sujeto a un sensor que medía su circunferencia, mientras se reproducía contenido erótico en una pantalla frente a él.

Durante una de estas visitas, le administraron una inyección de kisspeptina y, en la otra, le administraron una inyección de placebo.
“No hubo ningún tipo de transformación mágica, nada que te hiciera decir: ‘Oh, así debe ser'”, explica Peter.

Aun así, los escáneres cerebrales realizados a los participantes en el ensayo sugirieron que la kisspeptina reducía la actividad en las regiones cerebrales relacionadas con el TDSH y aumentaba la actividad en las zonas que reaccionan a las señales sexuales. Entre los participantes masculinos, la rigidez del pene también aumentó hasta en un 56% mientras veían contenido erótico después de recibir la kisspeptina, y tanto hombres como mujeres reportaron que se sentían ligeramente más sexys después de la administración del medicamento.

Comninos advierte que es necesario realizar más estudios –incluidas pruebas en entornos más naturales, como en el dormitorio– antes de concluir que la kisspeptina aumenta el deseo sexual.

Aunque así fuera, Nagoski señala que se mostraría precavida ante cualquier medicamento que anulara la respuesta del cerebro ante posibles amenazas. Señala que el bajo deseo sexual no es necesariamente un problema: “Cuando se activan los frenos es que el cerebro está respondiendo de la mejor manera posible para asegurarse de que estás a salvo”.

Sería preferible olvidarse del deseo y concentrarse en identificar y eliminar aquellos factores que están dificultando que el cerebro de una persona acceda al placer. “Todo programa que se centre en el deseo es una especie de error intrínseco”, señala Nagoski. “El deseo no es un factor predictivo de una vida sexual satisfactoria, sobre todo en una relación duradera. Es el placer lo que marca la diferencia”.

Para Peter, es posible que su participación en el ensayo con kisspeptina haya logrado ambos objetivos. Un par de días después de lo que él cree que fue la inyección de kisspeptina, tuvo relaciones sexuales con su pareja, un encuentro que resultó en que ella quedara embarazada de su hijo. Desde entonces, comenta que su relación sexual ha mejorado y que ahora están esperando su segundo hijo.

Posiblemente, la inyección de kisspeptina desencadenó algún tipo de cambio duradero en su cerebro, aunque Peter admite que esto es algo poco probable. Lo más verosímil es que su participación en el ensayo y las conversaciones al respecto hayan modificado sutilmente su actitud respecto al sexo. En cualquier caso, el resultado le “cambió la vida”, señala.

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Buenas noches… dormir más tiene un impacto medible en la libido. Foto: vadimguzhva/Getty Images/iStockphoto
¿Cómo afectan otros factores a la libido?

El sueño

Como era de esperar, dormir más puede tener un impacto medible en el interés de una persona en el sexo, porque es menos probable que se sienta abrumada y agotada. Investigadores de la Universidad de Michigan descubrieron que cuando las mujeres que estaban en una relación dormían una hora más, reportaban mayores niveles de deseo y tenían un 14% más de probabilidades de mantener relaciones sexuales con su pareja al día siguiente.

Un nuevo lugar

Para algunas personas, tener un cuarto desordenado, una luz muy intensa o no tener cerradura en la puerta puede acabar con el deseo sexual. A otros les excita la novedad o simplemente escapar de lo cotidiano, por lo que reservar una habitación de hotel podría proporcionar un estímulo temporal para la libido.

Mindfulness

Factores psicológicos como la ansiedad relacionada con el dolor o el rendimiento sexual, tener una imagen corporal de uno mismo negativa o preocuparse por el tiempo que se tarda en llegar al orgasmo, son causas habituales del bajo deseo tanto en hombres como en mujeres. Una lista de tareas pendientes demasiado larga también puede acabar con el estado de ánimo. Se puede combatir esta situación concentrándose en el momento presente y utilizando plenamente los sentidos del olfato, la vista, el tacto y el gusto.

Alimentos

Desde el chocolate hasta las ostras, internet está plagado de sugerencias de alimentos que actúan como afrodisíacos. Aunque algunos de ellos contienen nutrientes que, en teoría, podrían aumentar el flujo sanguíneo que llega a los genitales o mejorar el estado de ánimo o los niveles de energía de una persona, las pruebas de que estimulan el deseo son escasas. Es posible que algunos de estos alimentos hayan adquirido cierta fama de afrodisíacos porque en el pasado eran considerados exóticos o lujosos. Esto, combinado con su reputación de potenciadores del sexo, puede ayudar a que algunas personas se sientan estimuladas, pero no existe ninguna perla mágica del sexo en las ostras ni en ningún otro alimento.

Hablar

La mala comunicación, las críticas, la falta de confianza o los conflictos no resueltos pueden pasar factura. “Con frecuencia, cuando alguien describe un problema sexual, lo que está contando en realidad es ‘no me siento emocionalmente conectado con mi pareja'”, comenta Ammanda Major, terapeuta sexual y de relaciones, y responsable de calidad de servicios y práctica médica de Relate.

Dedica tiempo a escuchar a tu pareja, por ejemplo, cómo le fue en el día y cualquier preocupación que pueda tener. También es esencial encontrar formas de expresar lo que te gusta y lo que no. “La manera de querer tener más relaciones sexuales es disfrutando las que se tienen”, señala Nagoski.

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