14-F | No es turismo, es amor

Por Adriana Villegas, como se lo contó a Beatriz Gaspar

Esta es la tercera entrega de nuestra serie de podcasts El Amor en Pandemia.
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Mi vida venía de haber terminado un matrimonio de una década. Fue una separación triste pero amigable porque existe mucho cariño de esa relación. Ya llevaba un tiempo sola, me di un respiro y durante 2019 me di la oportunidad de poner en orden mis cosas personales, de ser egoísta trabajando para mí, de hacer ejercicio, comer mejor y tener una vida saludable, de trabajar, salir con mis amigos y amigas.

En esta nueva etapa y después de la insistencia de mi amiga para descargar una plataforma de citas porque, según ella, era buena idea para empezar a salir y conocer gente. No confiaba mucho, pero hice match con tres personas, un argentino, un mexicano y él, Flaviano, un chef italiano que residía en México.

Todos fueron muy caballerosos pero el único constante fue el chef. No hubo un sólo día, hasta la fecha, que no me dé los buenos días o las buenas noches.

Eran los últimos meses del año. Nuestra primera cita fue el 10 de octubre de 2019 en una cafetería de la colonia Roma, en la Ciudad de México. Fue un primer encuentro muy lindo. Cuando lo conocí en persona era como si ya hubiera estado con él desde hace mucho tiempo, congeniamos rápido y la plática fluyó y traspasó esa primera salida a llamadas y a seguirnos en redes sociales, donde nos dábamos like en las publicaciones, lo que me ayudó a tener una idea clara: él me encantaba.

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Comenzamos a salir y a conocernos cada vez más, hasta que nos sentimos atrapados por querer pasar más tiempo juntos. La buena química nos llevó a vivir juntos en febrero del siguiente año.

El plan inicial era darnos una oportunidad en México, Flaviano pondría un negocio, mientras continuaba con sus clases de cocina, hacía programas de radio y de televisión, y yo continuaba con mi empleo en un corporativo de Santa Fe. Nuestras pláticas apuntaban a que en algún momento de la relación viviríamos juntos en Italia, cerca del mar. Fuimos construyendo sueños e ilusiones. 

Sin embargo, en marzo llegó el confinamiento por covid-19 y el llamado a un distanciamiento social que impedía que Flaviano hiciera todas sus actividades. Nada estaba resultando como habíamos querido. Nos quedamos encerrados en casa y vimos que las circunstancias en México cada vez se ponían más complicadas en cuanto a su labor. Tras muchas pláticas acordamos que en abril iniciaríamos una vida juntos en Palermo, Italia.

Pero una emergencia familiar nos obligó a cambiar el orden de los planes. Su madre iba a ser operada y requería que alguien la cuidara. Debía estar con carácter urgente con ella en Italia. No pudo hacerlo. Todos los vuelos fueron cancelados desde abril y fue en junio cuando pudo salir de México para encontrarse con su madre.

En ese momento por la situación solo podían entrar a Italia los expatriados, lo que nos puso en un dilema porque yo no podía viajar con él. Nos restaba esperar a que las fronteras se abrieran para los no ciudadanos europeos. 

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El 7 de julio yo lo alcanzaría. Compré mi vuelo con destino a Roma, para después llegar a Palermo. Sin embargo, la aerolínea Alitalia canceló todas sus salidas desde la Ciudad de México. Rápidamente busqué una solución y compré un vuelo por Aeroméxico con una ruta Ámsterdam-Roma-Palermo. Muchas de mis amistades me lo habían dicho: era muy difícil que yo pudiera llegar a Italia, pero decidimos tomar el riesgo porque contábamos con documentos como su pasaporte, información médica de la mamá, una carta del porqué debía viajar, todo lo que pudiera avalar que nuestra relación era estable y que debía estar con él para apoyarlo.

Llegué muy contenta al aeropuerto y después de dos horas retenida y una llamada de él a la embajada para que me dejaran pasar, me rechazaron. Para las políticas internacionales no valía el amor que nos teníamos para demostrar que éramos una pareja que solo deseaba estar unida. Necesitaban un acta de matrimonio emitida por el gobierno italiano o un documento legal que comprobara que era su pareja de facto.

Regresé a casa inundada en llanto, con los sueños rotos y con la cantaleta de todos: te lo dijimos. No podíamos esperar a que las cosas cambiaran, a que una pandemia desapareciera para que nos pudiéramos reunir.

Al día siguiente mientras hablaba con una amiga que trabaja en una agencia de noticias, me contó que la situación con los viajes internacionales era muy compleja, pero que existía un movimiento #LoveIsNotTourism. Se lo comenté a Flaviano y nos dio curiosidad, investigamos y vimos que era una gran comunidad a nivel global que luchaba para que las familias separadas se pudieran reunir porque el amor no es turismo.

Nos unimos a los grupos de WhatsApp donde nos dábamos tips, buscamos firmas, mandamos mensajes por Twitter a los ministros exteriores, parecíamos acosadores. Una pandemia no nos iba a separar y menos nos haría renunciar al amor. No solo él y yo, también toda la comunidad global que estaba en la misma situación.

A principios de septiembre salió el decreto DPM, una cláusula especial para abrir las fronteras para que las parejas que pudieran comprobar que eran estables se pudieran reunir, algo que ya había sucedido en otros países como en Noruega, Francia y Holanda. Rápido Flaviano escribió a la embajada confirmando con una declaración de fe sobre la relación que teníamos. La embajada nos dio una carta para que me dieran permiso y así poder entrar.

Compré mi vuelo para llegar el 18 de septiembre. Con todo lo que leíamos en los grupos nos preparamos un poco más para intentarlo de nuevo. En el aeropuerto nadie sabía de lo que les hablaba, hicieron algunas llamadas para confirmar que la información era correcta, los nervios me invadían hasta que por fin obtuve el acceso y llegué a mi destino en Palermo.

Durante los meses que estuvimos separados jamás se cruzó por mi mente la idea de renunciar a él y a nuestro amor, pese a las barreras. El destino me había lanzado pruebas de que nada me ataba a México.

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La primera fue que a causa de Covid me despidieron. La segunda es que mis dos perros que amo con el corazón fueron recibidos por mis padres. La tercera era mi casa de la que no podía deshacerme de la noche a la mañana y que gracias a algunos amigos pude rentarla amueblada a unos profesores franceses, tres días antes de volar a Italia. El universo decía ‘te tienes que ir’… De repente estaba libre para poder hacerlo todo.

Sin querer los sueños e ilusiones que construimos desde el inicio de la relación se hicieron realidad poco a poco. No voy a negar que hubo dudas. ¿Me estaré equivocando? ¿Estaré haciendo lo correcto? ¿Estará mal o bien? Pero con toda la gente que hablaba me decía lo mismo: todo va a estar bien, no hay nada que te pueda detener para tomar una decisión. Mi madre me decía ‘si sale mal aquí tienes tu casa’. Sentía que estaba protegida por mi otra familia, por los amigos.

No hubo día que no abriera los ojos y viera un mensaje de Flaviano echándome porras, alentándome a luchar contra los demonios y la burocracia. ‘Buenos días mi amor, estoy aquí, te estoy esperando, aquí está el mar atrás de mí, quiero que veas esto, no te desanimes, llega pronto’. Este tipo de mensajes me ayudaron mucho, además de mantener ocupada la mente estudiando italiano de forma intensa.

La familia de Flaviano, que solo es su madre, me recibió muy bien, es una mujer divina, excepcional y muy paciente conmigo.

Las reglas y políticas no han cambiado y mucha gente no puede viajar. Nadie las puede cambiar ante una emergencia internacional. Pero esta comunidad ha hecho presión para que muchas familias, incluidos nosotros, podamos reencontrarnos. Lo que vivimos es un mensaje de que el amor todo lo puede aunque para los ojos de la burocracia esto no sea suficiente. 

La pandemia también nos hizo reinventarnos, él en su negocio para afrontar el semáforo rojo en Sicilia y yo a reinventar toda mi vida. Aún hay temas por solucionar pero estamos juntos y ahora somos invencibles. Después del divorcio jamás imaginé que el amor me daría la oportunidad de empezar de cero, en medio de una crisis sanitaria, al otro lado del mundo. Amar en pandemia es mantenernos unidos pese a los retos.

Créditos:

Historia, Narración y Guión :
Cynthia Monterrosa, Olimpia Revuelta y Beatriz Gaspar

Coordinación de Narración:
Héctor Illanes

Edición y mezcla:
Angélica Escobar y Arturo Luna

Arte:
@lakleta

Dirección:
Arturo Luna

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