¿Aplausos? Y luego…
Archipiélago Reportera cultural egresada de la ENEP Aragón. Colaboradora en Canal Once desde 2001, así como de Horizonte 107.9, revista Mujeres/Publimetro, México.com, Ibero 90.9 y Cinegarage, entre otros. Durante este tiempo se ha dedicado a contar esas historias que encuentra a su andar. X: @campechita
¿Aplausos? Y luego…
Escena de "La Civil", cinta que compite en el festival de Cannes en la categoría "Una cierta mirada". Foto: Instagram

“No se puede competir con la vida, solo recrearla”.Agnés Varda

En estos días del Festival de Cannes, el aplausómetro fue la nota en muchas de las funciones en el Palais des festivals. Momentos que provocaron mofa y varias reflexiones sobre su valor en el Palmarés, ya que al echar un ojo a la historia reciente del encuentro francés, descubrimos que el récord fueron los 22 minutos de ovación para El laberinto del fauno, de Guillermo del Toro en 2006, así como sucedió con Pedro Almodóvar, Ken Loach y otros más, algo que –de acuerdo con el periodista de Televisión Española Carlos del Amor–  no siempre se ha traducido en premios.

Curioso conteo de palmas que no se quedó únicamente en la sección oficial, sino también se contabilizó en las funciones de la Quincena de Realizadores y en Una cierta mirada, secciones paralelas en las que compitieron dos producciones vinculadas con México: La civil, de Teodora Ana Mihai y protagonizada por Arcelia Ramírez, y Noches de fuego, de Tatiana Huezo. 

La civil, filmada por Teodora Ana Mihai en Durango durante 2020, en plena pandemia del Covid 19, fue toda una hazaña que para la realizadora significaba una deuda con Miriam Rodríguez, mujer de Tamaulipas a quien conoció durante su estancia en México y que la cautivó por emprender la búsqueda de su hija desaparecida en 2014. Una afanosa misión que le permitió atrapar a varios criminales hasta que ellos, acorralados por una madre desesperada, decidieron callarla, asesinándola en mayo de 2017.

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Un hecho que cimbró a Teodora Ana Mihai y que al conocer a Habacuc Antonio de Rosario, escritor de Reynosa, Tamaulipas, en Bélgica tomó todo el sentido para convertirse en guión y dar forma a la película protagonizada por Arcelia Ramírez. Fue coproducida por los hermanos Dardenne, el rumano Cristian Mungiu y los mexicanos Eréndira Núñez y Michel Franco. En su proyección en la sala Debussy, el filme recibió ocho minutos de aplausos, infinidad de tuits, notas y el premio Coraje en la sección en la que competía. Un triunfo podríamos decir.

Algo similar sucedió con Noches de fuego, de Tatiana Huezo. Es la primera película de ficción de la realizadora de origen salvadoreño que ha cautivado con sus documentales La Tempestad y Ausencias (hasta el 31 de julio, pueden verlos gratis en cinepolisklic.com). Sin perder la línea de sus anteriores producciones, hurgó en sus recuerdos de infancia en El Salvador, cuando el ejército llegó a su casa y su padre, firme, les ordenó a ella y a sus hermanos que se escondieran debajo de la cama para que no se los llevaran. Esa anécdota enciende la chispa y se funde con el libro Ladydi de Jennifer Clement, que narra los horrores que viven las mujeres en Guerrero, la desesperación de saberse vulnerables y en medio del miedo deciden solidarizarse.

Huezo traslada a sus personajes al sur de México. Las protagonistas son tres niñas que desde esa mirada inocente estrechan su amistad y con sus bracitos se arropan y protegen. En la función en la sala Debussy, la cinta –producida por Nicolás Celis– dejó en silencio al público que poco a poco se desbordó en aplausos: fueron 10 minutos que en la entrega de galardones se convirtieron en una mención especial.  

Son dos ejemplos de reconocimientos que ponen en alto el valor de las producciones mexicanas y el talento nacional, pero que a su vez provocan varias reflexiones sobre ese techo de cristal que poco a poco se rompe entre mujeres y hombres cineastas, en torno a esos temas que se abordan, que duelen y que no son solo parte de una historia en la pantalla grande, sino de una realidad que no se atiende, donde los feminicidios son cifras día a día en aumento, al igual que las desaparecidas en todo el territorio nacional.

Todo eso nos abruma y nos debe quedar claro que no se acaba con los créditos finales. Otro de los grandes valores de Teodora, Arcelia, Daniela, Tatiana, Eréndira y todas las mujeres involucradas en las películas antes mencionadas es el verdadero acto de solidaridad y sororidad que esperamos llegue más allá de las salas de arte o cinetecas, que pueda verse en plazas públicas, escuelas, reclusorios y televisión pública junto con otras tantas producciones que han retratado nuestra desoladora realidad. 

Para no dejarles tan noqueades, menciono que otra mujer mexicana también la armó en Cannes: Pamela Albarrán, cinefotógrafa egresada del Centro de Capacitación Cinematográfica (CCC), quien recibió el estímulo especial Angénieux en reconocimiento a su trayectoria. En una charla previa a su premiación, me contó que el galardón lo dedicaba a todas esas mujeres que la impulsaron y apoyaron. Y dijo que desde su trinchera se comprometía a seguir por esa misma línea de establecer cadenas de soporte con otras jóvenes cineastas, para juntas ir conquistando espacios. Porque para ellas, el límite es el fin del universo. Para todas ellas y sus inspiraciones, aplausos infinitos. 

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