La creatividad es una industria
Economía Aspiracionista

Manuel Molano es un economista con experiencia en el sector público y privado. Es asesor en AGON Economía Derecho Estrategia y consejero de México Unido contra la Delincuencia. Twitter: @mjmolano

La creatividad es una industria
The Beatles, banda conformada por John Lennon, Paul McCartney, Ringo Starr y George Harrison. Foto: Twitter @thebeatles

El documental que estrenó Disney+ con Apple Corps, la empresa encargada de monetizar el patrimonio cultural de The Beatles, es una joya para ilustrar varios puntos sobre la vida, la creación artística y los negocios. 

Los dos compositores principales de The Beatles, John Lennon y Paul McCartney, vendieron las canciones de su primera era como creadores, literalmente a cambio de peniques sobre cada libra, centavos sobre cada dólar. Es cierto, así funciona el mundo de la propiedad intelectual. Una marca, una obra de arte o una patente no alcanzan su valor máximo potencial hasta que los mercados van dando señales de cuánto valen. Como describió de forma amena Guadalupe Loaeza en su columna de Reforma hace unos días, los cuadros de Frida Kahlo están alcanzando valores muy superiores en subasta que los de su pareja, el muralista Diego Rivera, a pesar de que este último fue mucho más famoso en vida que su atribulada compañera de vida. 

Por eso, The Beatles, mucho antes de la presentación final en la azotea del número 3 de Saville Row ya eran considerados como un activo británico. La reina Isabel II les otorgó la condecoración de Miembros del Imperio Británico (MBE) en 1965, cuatro años antes de la grabación del disco Let It Be. Los hechos descritos en el documental ocurrieron en enero de 1969. Para noviembre de ese año, John Lennon devolvió su MBE como protesta por el involucramiento de la corona en la hambruna y guerra en Biafra, región que se había independizado de Nigeria. 

¿Por qué la reina les daría la orden menor del imperio británico a cuatro greñudos gritones? Por sus servicios de exportación. Desde entonces, existe un reconocimiento en la Gran Bretaña a que el conocimiento, artístico, científico o de cualquier índole tiene valor, y que ese valor hay que reconocerlo. 

Hace algunos años, cuando trabajaba en Imco, hicimos un análisis sobre el potencial de las industrias creativas en México y concluimos que, de respetarse plenamente los derechos de propiedad sobre la propiedad artística, podrían representar hasta 8% del PIB.

Hay ganancias artísticas que son fácilmente privatizables. Lennon y McCartney escribieron canciones que luego no pudieron comprar. McCartney pensó que podría comprar algunas de ellas a Michael Jackson, quien adquirió los derechos de varias, y se llevó un chasco. Ahí hay una enseñanza: la obra protegida de The Beatles que vendieron barata en los años formativos, en que eran un grupito desconocido que tocaba entre Liverpool y Hamburgo, la capitalizó alguien más. 

Un diseño prehispánico, como una greca, no es tan fácilmente privatizable. El gobierno de México ha tratado de proteger muchos activos culturales del país como parte del patrimonio inmaterial de las naciones. El éxito del Estado en este fin ha sido mixto, pero, al final, el fracaso es absoluto, ya que un joven mixe o zapoteca hoy no se beneficia particularmente de las grandes capacidades de diseño gráfico de sus antepasados. 

En algún momento, las canciones de The Beatles serán parte del dominio público, y de la misma manera en que la descendencia de los grandes compositores europeos de la música académica de los siglos XVI al XX no se benefician de la obra protegida de sus antepasados, nadie le niega su origen salzburgués a Mozart. El dueño de una obra protegida tiene un equilibrio que cuidar: si nadie usa su propiedad intelectual, cae en el olvido y el valor se destruye por completo. 

Si las canciones de The Beatles fueran propiedad de la Corona Británica, probablemente habría una comisión de burócratas preocupados por el futuro de ese patrimonio. Los resultados en términos de valor de ese patrimonio dependerían enormemente de la capacidad empresarial de esos burócratas para mantener el legado vigente. Por ello, es preferible que los derechos intelectuales sean privados, no públicos. Los agentes privados suelen ser más eficientes en la defensa de su propio patrimonio que los gobiernos. 

La emoción beatleriana me llevó a una longitud de columna mayor a lo razonable. Disculpas. En resumidas cuentas: (a)La propiedad intelectual es importante y hay que protegerla como a otras formas de propiedad privada; (b)Vea el documental, sobre todo si es como yo y creció oyendo esa música legendaria y preguntándose por qué el grupo más grande del pop rock del planeta se desintegró. No tiene desperdicio. 

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