¿La reforma política es el último gran distractor del sexenio?
Tácticas Parlamentarias

Analista y consultor político. Licenciado en Ciencia Política por el ITAM y maestro en Estudios Legislativos por la Universidad de Hull en Reino Unido. Es coordinador del Diplomado en Planeación y Operación Legislativa en el ITAM. Twitter: @FernandoDworak

¿La reforma política es el último gran distractor del sexenio?
Foto: EFE/Isaac Esquivel

Por más que genere polémica y hasta ámpula, dudo mucho que la reforma político-electoral vaya a aprobarse. Es más, pienso que el propio gobierno cuenta con eso y lo tiene claro. La razón: si mantiene vivo el tema de aquí a principios de 2023, y conserva a la dirigencia del PRI sometida en la Cámara de Diputados, puede capturar el Consejo General del INE y, de esa forma, su propia sucesión.

Desde luego que habrá declaraciones estridentes del presidente un día sí y el otro también, se especulará perennemente sobre la fecha de negociación de la reforma, abundarán los hashtag, memes y marchas y, desde luego, se verterán mares de artículos a favor o en contra. Incluso es posible que la propuesta prospere en la Cámara de Diputados, dando más emoción a la trama. Sin embargo, todo ello es la preparación de un ambiente social para que las cuatro personas consejeras del INE sean repartidas entre Morena, el PRI y quizás el PVEM y el PT. ¿Alguna queja? A final de cuentas, hay un reparto plural, como decía el PRIAN cuando se repartían el poder entre ellos, podrá contestar cualquier gobiernista.

Van algunos elementos que podrían adelantar ese escenario. En primer lugar, el presidente ha hecho una carrera política exitosa presentando demandas desorbitadas, para poco a poco ir bajando el techo, desde la toma de pozos petroleros, pasando por el bloqueo a Reforma, hasta la escaramuza por la reforma eléctrica. Incluso ha llegado a ganar perdiendo, mientras haya un segmento importante de la ciudadanía que no dude de sus buenas intenciones. Quien no haya reconocido esa táctica a lo largo de más de 30 años o se encuentra con el juicio bloqueado o nomás no ha entendido cómo llegó al poder.

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Segundo elemento: estamos ya muy cerca del final de sexenio para hacer apuestas tan arriesgadas, esperando un éxito total. No es el mismo control que el gobierno tiene de los diputados del PRI en la Cámara de Diputados que en el Senado. La reforma política también enfrenta reticencias entre personas legisladoras de Morena, pues perderían arraigo en sus distritos, al pasar de un sistema mixto a uno de representación proporcional. Además, es posible que se enfrenten más rechazos en las legislaturas locales que con la participación de las Fuerzas Armadas en temas de seguridad, como hemos visto en los últimos días. 

Sin embargo, hay que reconocer el dominio que tiene el presidente sobre la víscera popular, lo cual le permite proponer una reforma constitucional en su cuarto año de gobierno, cuando sus antecesores pensaban en retirarse dignamente. Pero hay una gran diferencia entre esto y pensar que será fácil instrumentar una reforma constitucional tan compleja, con tantos puntos de veto.

Finalmente, aún en algunas de sus propuestas más importantes, el presidente ha tenido que negociar, como sucedió con la reforma en materia de democracia participativa y revocación de mandato. Puede tener éxito el funambulismo estratégico del presidente ante públicos reactivos, pero no puede pasar por encima de intereses que lo rebasan: por más poder que concentre en su persona, eso no es sinónimo de omnipotencia.

¿Qué hacer? Lamentablemente es demasiado tarde para algo que podría desarticular las emociones que mueve el presidente: una discusión sobre las fortalezas, deficiencias y fallas del sistema electoral, con autocrítica. Pero es difícil imaginar que ese debate venga de los partidos, pues no solo se benefician del estatus quo, sino que al final no pierden gran cosa con la reforma las dirigencias partidistas.

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