40 años sin crecer
Enernauta

Especialista en política energética y asuntos internacionales. Fue Secretario General del International Energy Forum, con sede en Arabia Saudita, y Subsecretario de Hidrocarburos de México.
Actualmente es Senior Advisor en FTI Consulting.

<strong>40 años sin crecer</strong>
Foto: Freepik y Pexels

A fin de este mes se cumplirán cuarenta años de virtual estancamiento en el crecimiento del ingreso por persona (PIB per cápita) en México. Medido en dólares constantes de 2015, tanto en 1982 como en 2022 éste ronda por los 8,000 dólares.

Quizá los periodos comparables en la historia del país sean las cuatro décadas que siguieron a la Independencia y las casi dos décadas de posteriores a la Revolución. Vistos en conjunto con los últimos cuarenta años, suman 100 años, o 50% del total desde la Independencia.

De los 100 años restantes, 60 destacan por el alto crecimiento en el ingreso y la transformación de la economía mexicana: los 30 del Porfiriato y los 30 que siguieron a la Segunda Guerra Mundial, cuando el dominio político del PRI era indisputado. 

El orden político es una de las variables notables que separan a estos 60 años de éxito económico, aunque claramente no la única. Es tentador referirse al orden político autoritario más que al orden político a secas como parte de la explicación, pero en la historia mexicana y del mundo abundan autoritarismos sin éxito económico tanto en el siglo XIX como en el XX. Cualquiera que haya sido la base de los logros del Porfiriato y las peculiarmente llamadas “presidencias imperiales” del siglo XX, no parece encontrarse en el autoritarismo.

Es posible que jugara un papel más importante la permanencia de las reglas de inversión, fueran “buenas” o “malas”,  “eficientes” o “ineficientes”. Las reglas de la economía orientada hacia afuera del Porfiriato se sostuvieron por 30 años, como también se sostuvieron por 30 años las reglas de la economía orientada hacia adentro del presidencialismo priísta. Los empresarios tenían una expectativa razonable de que los supuestos bajo los cuales comprometieron recursos serían más o menos los mismos a lo largo del tiempo. 

Esos 60 años excepcionales no estuvieron exentos de la incertidumbre engendrada por el capricho, la arbitrariedad y el giro ideológico, pero no es descabellado sugerir que se trataba de una incertidumbre inferior a la de los 100 años de desorden político. Para el Porfiriato esa certidumbre terminó con el estallido de la Revolución; para el período priísta, con la crisis de la deuda externa y la nacionalización de la banca.

Es significativo que el entorno económico mundial fuera particularmente favorable en los años de éxito. Son los del Patrón Oro y Bretton Woods, que aportaron estabilidad a las reglas económicas mundiales, pero sobre todo son los años de la industrialización y la difusión de avances tecnológicos sin precedente, como la electricidad, el automóvil, el avión, la penicilina, el agua entubada, el drenaje, los plásticos y un largo y asombroso etcétera.  La excepción proviene de los últimos 40 años, cuando varios países asiáticos crecieron aceleradamente, destacadamente China, más no México.

Los historiadores económicos agregarían con sobrada razón otras variables más directamente ligadas a la productividad por persona para distinguir los años de crecimiento y estancamiento. El tamaño de una economía aumenta a medida que va sumando trabajadores por la simple inercia del crecimiento poblacional, pero aumenta todavía más si estos trabajadores cuentan con más y mejores máquinas, ideas, educación y capacitación. Para esto importa un entorno favorable para la inversión a largo plazo. La literatura enfocada en estos temas y aplicada a México es inmensa, creciente e imposible de reseñar en este breve espacio.

Los últimos cuarenta años de crecimiento mediocre incluyen a los 30 de apertura económica institucionalizada con tratados de libre comercio en Norteamérica, Europa, Asia y América Latina. A pesar de la mayor certidumbre que brindaron sobre las reglas de inversión, no compensaron -no podían compensar- los estragos del desmedido entusiasmo con los monopolios estatales convertidos en privados, el capitalismo de cuates, las crisis financieras y las dudas asociadas a una transición política cuyas bases están todavía bajo disputa.

El misterio del estancamiento económico mexicano después de la apertura crece al compararlo con la experiencia de otros países en el mismo periodo. En 1982, un mexicano promedio tenía un ingreso 70% mayor que el de un sudcoreano promedio; cinco años después, en 1987, tenían el mismo ingreso; para 2020 un sudcoreano obtenía casi cuatro veces más que un mexicano. En 1982, el ingreso de un mexicano promedio superaba en casi 80% al de un chileno, en 1995 tenían el mismo ingreso y llegado el 2020 un chileno obtenía 50% más que un mexicano. Una más: en 1982 el PIB per cápita de un mexicano era más de 16 veces mayor que el de un chino; hoy un ciudadano chino obtiene 16% más que un mexicano. 

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