El ‘zar de las adicciones’
Diagnóstico Reservado

Médico cirujano con más de 30 años en el medio y estudios en Farmacología Clínica, Mercadotecnia y Dirección de Empresas. Es experto en comunicación y analista en políticas de salud, consultor, conferencista, columnista y fuente de salud de diferentes medios en México y el mundo. Es autor del libro La Tragedia del Desabasto.

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El ‘zar de las adicciones’
Hugo López-Gatell, aspirante a la jefatura de gobierno de la Ciudad de México. Foto: Alexa Herrera / La-Lista

La visión de este gobierno sobre manejo de las drogas y las adicciones en México ha sido clara desde un inicio: tiene un trasfondo moralista y, hay que decirlo, condenatorio y hacia quienes consumen sustancias. Para muestra, solo hay que escuchar los insufribles e interminables anuncios contra las adicciones que el gobierno ha pautado en radio, televisión y redes sociales.

En materia de salud, la cantidad de errores acumulados por esta administración es enorme; muchos de ellos, con repercusiones lamentables como el exceso de mortalidad atribuible al mal manejo de la pandemia. Con otros, veremos las secuelas reflejadas dentro de unos años, como con la falta de acceso a servicios de salud en pacientes con enfermedades crónicas o las niñas que no lograron vacunarse a tiempo contra el virus del papiloma humano.

Si algo ha sobrado en todo este tiempo han sido las ocurrencias. Sin embargo, la última, sobre el fentanilo de uso médico, es tan absurda que da miedo pensar cómo impulsarán el llevarla a cabo.

No voy a comentar nuevamente los orígenes, usos ventajas y beneficios del fentanilo en la medicina. Durante los pasados 15 días, he hablado al respecto en diferentes medios. Sin embargo, el que aún exista la idea de que es posible sustituir, para luego prohibir el fentanilo (sí, el presidente dijo prohibir) que se utiliza en los procedimientos médicos es quizá el sinsentido más grande que se ha transmitido en materia de salud durante esta administración.

Es en este contexto, en medio de las brutales presiones de Estados Unidos para que el gobierno mexicano reconozca su responsabilidad en la producción y tráfico de fentanilo, el martes pasado el presidente decidió que Hugo López-Gatell se haría cargo de la política de combate a las adicciones, comenzando por el fentanilo.

Visiblemente incómodo porque lo están obligando a participar en un tema que evidentemente no domina pero que, además, para efectos prácticos, responde exclusivamente al diferendo que el presidente tiene en este momento con nuestros vecinos del norte, López Gatell salió escena a interpretar su nuevo papel de “zar de las adicciones”. 

A diferencia del manejo de la pandemia, en el que se sentía en su medio al considerar al SARS-CoV-2 como un virus respiratorio más, cuya evolución podía ser monitoreada a través del sistema de vigilancia Centinela y donde además se le presentaba una oportunidad única para lucirse durante una emergencia, en esta ocasión López-Gatell sabe que carece del conocimiento técnico y los argumentos para poder generar una narrativa “mexicana” sobre el fentanilo. 

Seguramente por ello no dudó en utilizar el recurso que mejor maneja: su verborrea pseudotécnica, repitiendo todo lo que distintos expertos ya habían comentado sobre el fentanilo en las pasadas semanas, en diferentes medios. El flamante “zar de las adicciones” evitó, sin embargo, hablar de las necesidades de los pacientes y los médicos, a quienes cada vez se les dificulta más adquirir fentanilo y otros opiáceos para el manejo de la anestesia y el dolor. 

Y no es que López-Gatell hubiera llegado “desnudo” a la mañanera, ya que su equipo asesor le preparó algunas diapositivas sobre qué es el fentanilo y sus efectos (con algún typo incluido), pero, al consultar a expertos específicamente sobre la posibilidad real de prohibir el medicamento o encontrar un sustituto, nadie que realmente sepa de anestesia o manejo del dolor pudo darle la razón al presidente. 

López-Gatell estaba desarmado y no tenía como defender la historia de “usar medicamentos sustitutos” para tratar el dolor. Quizá, utilizando su mismo lenguaje, podríamos inferir que “el fentanilo sirve para lo que sirve y no sirve para lo que no sirve…”. Ante esa realidad, defender el absurdo argumento presidencial no vale ni siquiera el salario del miedo. Esto se le notaba en el rostro.

López-Gatell evitó volver a sugerir, como Andrés Manuel López Obrador, que el fentanilo se prohibiera. Sin embargo, optó en cambio por apoyar al presidente condenando que Estados Unidos aprobara la venta libre de naloxona, un medicamento que se usa como antídoto para revertir las sobredosis de opiáceos, incluyendo el fentanilo. “Es una muestra de un pensamiento simplista para abordar un problema complejo cuando no se tiene la capacidad o no se tiene la intención de abordar las raíces de los problemas sociales”, mencionó sin pudor.

No es sorpresa que, para esta administración, un medicamento que salva vidas no debe ser accesible a la gente, si los problemas (o “determinantes sociales”) no se han resuelto primero. En lo que se solucionan, la gente debe seguir muriendo. 

No le esperan días fáciles a López-Gatell. Tras haberse mantenido alejado de la escena pública, ahora es obligado a retomar su antiguo protagonismo. Su credibilidad está en el punto más bajo de su carrera y prácticamente no tiene aliados en el gabinete. 

Con –quizá– la subsecretaría más grande del gobierno federal y con más de 13 reportes directos, no se entiende cómo, sin conocer el tema, tendrá tiempo para atender las adicciones de México mientras resuelve todos los pendientes de su área. En estas condiciones, el nuevo “zar de las adicciones” tendrá que implementar y dar seguimiento a una estrategia visceral, subjetiva y moralina. 

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