2023, año fatídico para México en salud
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Médico cirujano con más de 30 años en el medio y estudios en Farmacología Clínica, Mercadotecnia y Dirección de Empresas. Es experto en comunicación y analista en políticas de salud, consultor, conferencista, columnista y fuente de salud de diferentes medios en México y el mundo. Es autor del libro La Tragedia del Desabasto.

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2023, año fatídico para México en salud
El 2023 será recordado como el año en que el sistema de salud mexicano. Foto: Facebook / Facebook Universidad Anáhuac

El 2023 será recordado como el año en que el sistema de salud mexicano, ya tambaleante, se desplomó bajo el peso de una gestión gubernamental desastrosa. La pandemia que le costó a México más de 700 mil vidas hizo manifiestas las carencias y deficiencias de un sistema de salud arcaico y obsoleto.

En este año, los pacientes mexicanos no solo lucharon contra sus enfermedades, sino también contra un sistema que parece haberlos abandonado.

Lo que inició con promesas de una verdadera cobertura universal en salud y mejores condiciones para la población, se convirtió en una tormenta perfecta de incompetencia y negligencia. La desaparición del Seguro Popular, reemplazado por un INSABI carente de un plan, objetivos, liderazgo, estructura y visión, fue solo el comienzo de una estrepitosa caída hacia una verdadera anarquía en salud.

El desabasto de medicamentos, un problema autoinfligido, se ha convertido en la norma y no en la excepción. Pacientes con enfermedades crónicas, como diabetes e hipertensión, han sido relegados a una lucha diaria por encontrar los medicamentos que necesitan para sobrevivir y, como lo vimos la semana pasada, están ganando amparos judiciales para que sus tratamientos les sean reembolsados tras haberse visto en la necesidad de comprarlos con su propio dinero, al habérseles negado en su institución de salud.

¿Cómo es posible que, en 2023, en la 12ª economía del mundo, los niños tengan que luchar por quimioterapia básica?

En este año, las carencias en la infraestructura se hicieron realmente patentes y quedó manifiesto como la situación en los hospitales es digna de una novela de Kafka. Elevadores que no funcionan, techos que gotean, y una falta de personal que convierte cada visita al hospital en una odisea. Nuestros profesionales de la salud, verdaderos héroes sin capa, se encuentran exhaustos, desmoralizados y enfrentando condiciones de trabajo y salarios que rayan en lo inhumano.

Las promesas de un sistema de salud “como el de Dinamarca” se han convertido en un meme, dejando atrás solo las cenizas de un sistema que imperfecto como lo era, alguna vez funcionó.

El cinismo de esta administración no conoce límites. Mientras los pacientes sufren, los políticos se felicitan por ahorros presupuestarios y reformas que solo existen en papel. Pero la realidad es que estamos presenciando una tragedia de proporciones épicas, una en la que los pacientes son los que pagan el precio más alto.

El año entrante, nuestro país celebrará la que seguramente será la elección más importante de su historia y, en salud, solo hay dos alternativas: una ya anunciada “continuidad” y una reconstrucción. Un próximo gobierno emanado de la oposición enfrentará una tarea hercúlea para recuperar lo que ha sido desmantelado. Sin embargo, la reconstrucción del sistema de salud no es solo una cuestión de inyectar recursos, sino de reestructurar y repensar el sistema desde sus cimientos.

El primer desafío será restaurar la confianza en el sistema de salud. Esto requerirá transparencia, rendición de cuentas y, lo más importante, resultados tangibles que se sientan en el servicio que los pacientes reciben; éstos deben sentir que su salud es una prioridad y no solo una nota al pie en la agenda política.

La infraestructura hospitalaria, devastada por años de negligencia, necesita sí de una renovación urgente. No solo se trata de reparar lo que está roto, sino de modernizar y adaptar los hospitales a las necesidades del siglo XXI. Esto incluye la adopción de tecnologías avanzadas y la mejora de las condiciones laborales para el personal médico, quienes son el corazón del sistema.

El desabasto de medicamentos debe abordarse de manera inmediata y con una solución radical. Los medicamentos deben ser dispensados a los pacientes en la farmacia que más les convenga y el obsoleto sistema de abasto y dispensación que tenemos actualmente debe ser reemplazado por una metodología en la cual el Estado se convierta en un pagador y deje de ser un inútil almacén de medicamentos que restringe el derecho de los pacientes a recibir sus tratamientos donde ellos lo decidan.

La prevención y la educación en salud deben ser una prioridad. Un enfoque proactivo en la prevención de enfermedades puede reducir significativamente la carga en el sistema de salud y mejorar la calidad de vida de la población; sin embargo, el seguir pensando que la prevención lo resuelve todo, mientras que los pacientes actualmente enfermos no reciben tratamiento adecuado, solo hará que se pierdan más vidas.

Si el próximo gobierno sigue la línea del actual, solo podemos esperar una continuación de la catástrofe. La persistencia en políticas fallidas, el manejo ideológico y la negación de la realidad solo profundizarán la crisis. Los pacientes seguirán sufriendo, los profesionales de la salud continuarán abandonando el sistema y la brecha en la atención se ampliará aún más.

La salud es un derecho, no un privilegio. El próximo gobierno tiene la responsabilidad de recordar esto y actuar en consecuencia. La reconstrucción del sistema de salud en México no es solo una cuestión de política, es una cuestión de humanidad y urgencia moral.

El 2023 no es solo un año más en el calendario; es un recordatorio de que la salud en México ha sido secuestrada por una ideología que puso sus intereses por encima de las personas. Es un llamado a la acción, un grito desesperado por un cambio que devuelva la dignidad y la esperanza a los pacientes mexicanos.

Este año ha sido un espejo que refleja la peor versión de nuestro sistema de salud. Ha sido un año de promesas rotas, de sufrimiento innecesario y de una crisis que se ha gestado no por casualidad, sino por la elección y acciones de quienes están en el poder.

Los pacientes de México merecen más que esto; merecen un sistema que los escuche, que los atienda y que los cure, no un sistema que los condene al sufrimiento y en muchos casos, a la muerte.

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