Entre estigmas y omisiones, buscan a personas trans desaparecidas
En México hay alrededor de 53 personas trans desaparecidas. Foto: Majo Vázquez/La-Lista

Kenia Pérez Duarte es una joven muy reservada. Le gusta el mundo del maquillaje y el estilismo, y tiene un sueño particular: que su nombre elegido e identidad de género queden registrados en sus documentos oficiales, cuenta su madre Ana Lucía Duarte Arellano. 

La última vez que Ana Lucía supo de Kenia fue el 18 de septiembre de 2020, luego de que la joven y su mejor amiga, Karla García Duarte, acudieron a una fiesta cercana a su domicilio en Zapopan, Jalisco. Ambas son mujeres trans, y ambas están desaparecidas desde entonces. 

Ese día, Ana Lucía llamó al teléfono móvil de su hija cerca de la 1:00 de la madrugada. Kenia respondió y le dijo a su mamá que ya estaba caminando hacia la casa, que le faltaban seis cuadras. Pasaron 15 minutos y nada… Volvió a llamarla, pero el celular ya mandaba a buzón de voz. 

Antes de que Kenia saliera de su casa, Ana Lucía le pidió quedarse debido a la situación de violencia en Zapopan y al contexto de discriminación hacia las personas LGBT+ en todo el estado. Pero la joven respondió: “no tiene por qué pasarme nada, porque yo no hago nada malo”. Se despidió y cerró la puerta. 

Ana Lucía no volvió a verla.

¿Qué pasa cuando una persona trans desaparece? De acuerdo con la antropóloga forense Isabel Beltrán “su búsqueda y localización se complica aún más, en comparación al resto de las víctimas, por una serie de particularidades que les invisibiliza” en un contexto ya de por sí impune.  

México es uno de los países con más desaparecidos en el mundo (más de 114 mil, según las cifras oficiales), tal como han alertado organismos de la ONU. La búsqueda y localización es complicada en cualquier caso, pero cuando se trata de personas de la comunidad LGBT+ se suman factores de discriminación, subregistro y falta de perspectiva de género. 

Cuando una persona trans –o perteneciente a la comunidad LGBT+– desaparece, en las fichas de búsqueda no suele precisarse su identidad de género ni los cambios estéticos o las modificaciones corporales. Las fiscalías tampoco preguntan si la víctima estaba en un tratamiento hormonal ni cuál era su contexto social y familiar (trabajo sexual, activismo, “familia elegida”).

Estas particularidades son cruciales “para identificar patrones, pero, sobre todo, para encontrar a las víctimas”, resalta Linda Ruiz, coautora del Informe Sobre la Desaparición de Personas Trans en México, publicado en diciembre de 2023 por la organización civil Idheas.

“Todo cuenta. Su identidad, su corporalidad, el cabello, con peluca, con extensiones, con o sin maquillaje, uñas. Todo, para no caer en el error de que si se encuentra un cuerpo (o a una persona con vida) se le malgenerice como un ‘hombre vestido de mujer’ o viceversa”, agrega la investigadora. 

Pero, a todo esto, ¿cuántas personas trans desaparecidas hay en México? No se sabe con exactitud. La falta de información diferenciada frente a la orientación sexual e identidad de género de las víctimas es otro factor que obstruye su búsqueda y localización. 

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El Registro Nacional de Personas Desaparecidas, No Localizadas y Localizadas (RNPDNO) reporta que 53 personas de la comunidad LGBT+ están desaparecidas de 2012 a la fecha. Sin embargo, las agrupa solo en mujeres (20) y hombres (33), cuando la diversidad sexual y de género es más amplia. 

Por otro lado, las cifras del informe de Idheas –obtenidas vía transparencia– indican que de noviembre de 2017 a febrero de 2023 había 33 casos de desaparición en la comunidad LGBT+, de los cuales 14 corresponden a mujeres trans, 14 a hombres trans y cinco están sin identificar. Estas estadísticas dan un aproximado del panorama real.

Tampoco se sabe con certeza cuáles son los estados donde más personas LGBT+ desaparecen. Las cifras oficiales señalan que son Zacatecas (6), Veracruz (5), Puebla (5) y Jalisco (5). Mientras que Idheas encontró otros datos: Zacatecas (7), Nuevo León (5) y Ciudad de México (5).

El mapa geográfico de las desapariciones importa porque, en el caso de las personas trans, muchas buscan salir de sus estados o municipios de origen para residir en aquellos que tienen normas de protección de la identidad de género o que sean más receptivos. Y es en sus nuevos entornos donde suelen hacer su transición de nombre y género, lo que puede complicar su búsqueda, tal como documentó Idheas en su informe.

“El principal obstáculo es la invisibilización desde los registros, oficialmente no se sabe cuántas personas trans están desaparecidas ni quiénes son. Y en el contexto actual, cuando se encuentra una fosa, lo que se tiene en mente es hallar a hombres o mujeres, nada más, porque desde las estadísticas no se contempla la diversidad de género”, explica Isabel Beltrán, coautora del mismo informe. 

Víctimas invisibles

Ana Lucía Duarte es testigo de la revictimización que existe para encontrar a las personas LGBT+. El caso de Kenia y Karla son muestra de ello. 

La ficha de búsqueda de Kenia –emitida por la Fiscalía de Jalisco– establece que su género es femenino, que tiene el cabello rubio, ondulado y largo, que mide 1.75 y pesa 60 kilos, que tiene cicatrices en ambos brazos y que al momento de su desaparición vestía pantalón de mezclilla y chamarra color tinto. En ninguna parte se menciona su identidad de género (mujer trans) ni el tratamiento hormonal al que se ha sometido. Lo mismo pasa con la información proporcionada sobre Karla. 

“Cuando denuncié la desaparición de Kenia yo les aclaré que trae el cabello largo, tiene pechos por el tratamiento hormonal y que ella vestía ropa femenina. Ella trae todo de mujer. ¿Cómo quieren encontrar a un varón con las características de Kenia?”, cuestiona Ana Lucía Duarte.

El reconocimiento de la identidad de género en las fichas de búsqueda no solo abona a un registro certero de personas LGBT+ desaparecidas, sino que es crucial para la búsqueda y localización, porque de ahí derivan otras particularidades sobre las víctimas y la probable causa de su desaparición. 

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Obstáculos en la búsqueda y localización de personas trans desaparecidas. Imagen: Samantha Guerrero/La-Lista

La antropóloga Isabel Beltrán puntualiza que una vez que se identifica la identidad de género de la víctima, las autoridades deben indagar respecto a su expresión de género –tipo de vestimenta, cabello o maquillaje que usa–, y también deben saber si se sometió a cambios estéticos o modificaciones corporales –implantes o cirugías– o a tratamiento hormonal. 

“Saber la identidad de género de las personas abre un rubro de preguntas: ¿tomaba hormonas? ¿Se hizo cirugías? Y después, si se llegan a encontrar osamentas en fosas se deben hacer preguntas aún más específicas: ¿Las hormonas afectan al esqueleto y de qué manera? ¿Hubo terapia de hormonas de reemplazo? o ¿ recibí el tratamiento por cuestiones médicas? Hay mucho para investigar el componente biológico de una persona, si es hombre o mujer, rango de edad, estatura, patologías, pero sobre las personas trans se hace poco”, puntualiza Beltrán. 

En este sentido, resalta que la perspectiva de género y el enfoque interseccional deben implementarse desde el momento en que se conoce la desaparición de una persona trans. La investigadora considera urgente que los manuales de búsqueda e identificación se actualicen bajo estas perspectivas, pero de manera detallada y no solo como una mención. 

Ana Lucía advierte que, aunque en algunos estados hay fiscalías especializadas en temas de género y la comunidad LGBT+, la mayoría hace caso omiso o no funcionan, a tal grado que hasta parece que “lo hacen a propósito”.

“En las descripciones decimos que Kenia y Karla son mujeres trans, y aún así las encasillan (como hombres) solo porque en sus actas de nacimiento aparecen sus nombres masculinos”, lamenta la mujer. 

¿Y quién les busca?

Cuando Ana Lucía comenzó a buscar a su hija pensó que era la única, pero pronto supo que “hay más personas trans que están desaparecidas, y a muchas ni siquiera las buscan”, enfatiza.

El contexto familiar y social de las víctimas es otra particularidad que las autoridades deben tomar en cuenta al momento de iniciar la investigación y búsqueda de las personas trans desaparecidas, ya que muchas de ellas han sido expulsadas de su familia. 

“Probablemente, hay un rompimiento de los lazos familiares consanguíneos debido a que, muchas veces, es en ese núcleo donde inician el ciclo de violencia y discriminación. Las personas quizás huyeron de sus casas antes de su transición, tal vez sobrevivieron en las calles y formaron lo que se conoce como  ‘familia elegida’ (amigues o compañeres de trabajo), y es esta nueva familia la que, en la mayoría de los casos, denuncia la desaparición, porque la familia de sangre puede nunca enterarse ni buscar a su desaparecido”, expone Linda Ruiz. 

La investigadora refiere que la familia biológica puede llegar a sentir “vergüenza” de la identidad de género de su familiar, de posibles transiciones o cambios físicos, y por eso, en algunos casos, omite dar esa información a las autoridades. 

Además, la autora del informe señala que mientras las fiscalías no reconozcan a la “familia elegida” como víctimas colaterales –aun y cuando son quienes denuncian la desaparición de una persona trans– se sigue obstaculizando la búsqueda. 

Al no reconocerse su calidad de víctima, con el argumento de que no son familia biológica, les niegan el acceso a información sobre la investigación y búsqueda, y tampoco pueden solicitar copias del expediente ni aportar elementos de prueba. Esto complica todavía más las posibilidades de encontrar a las personas trans. Linda Ruiz, autora del informe “Quién les busca, quién les identifica y quién les nombra”

A decir de Ana Lucía, Kenia “tuvo mucha suerte”. En primer lugar, porque es su mamá quien la busca, y en segundo, porque siempre fue una chica “muy protegida”, por lo que socialmente no sufrió discriminación; contrario al caso de Karla. 

“Para mí, Kenia es mi princesa, yo nunca la vi como hombre porque desde que ella tenía cinco años supe que su identidad de género era otra. Yo siempre la protegí porque no quería que sufriera, que le hicieran daño o la ofendieran por ser trans”, cuenta.

Linda Ruiz agrega que también suma el conocer la situación de vulnerabilidad de las personas trans y sus contextos de vida. Por ejemplo, si vivían en situación de calle, ejercían trabajo sexual, realizaban labores de activismo, o tenían alguna discapacidad o enfermedad.

La organización Idheas documentó que las mujeres trans defensoras de derechos humanos, se encuentran en una posición en la que “se incrementa la posibilidad o el riesgo de ser víctimas de diferentes manifestaciones de violencia, incluida la desaparición”. 

Finalmente, el informe también señala que en todos los casos de personas trans desaparecidas hay un elemento coincidente: no hay ninguna persona vinculada a proceso penal como probable responsable, lo que podría facilitar la localización y el acceso a la justicia.

Por el caso de Kenia y Karla, el Comité contra las Desapariciones Forzadas de las Naciones Unidas (CED, por sus siglas en inglés) emitió en octubre de 2020 acciones urgentes para que el Estado mexicano tome todas las medidas necesarias para buscarlas y localizarlas.

Y aunque la resolución del CED marcó un precedente en los casos de personas de la comunidad LGBT+ desaparecidas y vinculó a todas las autoridades del país a respetar un estándar que garantice las búsquedas con perspectiva de género, las jóvenes y otras personas trans siguen sin ser localizadas.  

“Ya son tres años y meses, todavía no sabemos dónde están. La fiscalía no hace lo que tiene que hacer, pero nosotros no paramos de buscarlas. Hemos ido a baldíos, ríos, presas, hospitales, albergues. A veces sueño que encuentro a Kenia, que la abrazo y le digo cuánto la amo y cuánto la estuve buscando, pero es solo un sueño”, expresa Ana Lucía.

El nombre que se le asignó a Kenia por nacimiento es Jonathan Alexis. Estaba a punto de ir a la Ciudad de México para cambiarlo en sus documentos oficiales, pero “desgraciadamente ya no se pudo hacer”, lamenta su mamá.

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