8M | Sin perfumes ni princesas… igualdad y equidad
La presencia de su ausencia

Coordina la Red Eslabones por los Derechos Humanos, que atiende asuntos de justicia, principalmente personas desaparecidas. Es consejera ciudadana de búsqueda en la Ciudad de México, Estado de México y a nivel federal. Con estudios de periodismo, derechos humanos, derecho y otros. Facebook: Red Eslabones por los Derechos Humanos Nacional.

8M | Sin perfumes ni princesas… igualdad y equidad

Solo justicia y verdad.

En el mundo hay cerca de ocho mil millones de seres humanos, casi la mitad somos mujeres. En México, más de la mitad de sus habitantes somos mujeres. Sesenta y seis millones de mujeres, niñas, adolescentes, adultas, todas formamos el potente raudal de historias de vida y contextos, unidas en pluralidad luminosa.

El 8 de marzo se estableció como el Día Internacional de la Mujer. No se regalan flores rosadas, ni mensajes azucarados, ni perfumes pegajosos, ni poemas rimados en diminutivo, las mujeres no soñamos ser princesas ni con un príncipe azul.

El 8 de marzo se revive la lucha de las mujeres por la justicia a la que tenemos derecho. Se conmemora la fuerza de las mujeres quienes, durante la biografía de la humanidad, han provocado su evolución. Han logrado desincrustar el óxido del machismo y el patriarcado, para que la maquinaria de la transmutación convierta al mundo en un lugar mejor para todos sus habitantes.

Las mujeres exigimos que se respeten nuestros derechos a ser libres, reclamamos disponer de nuestras vidas, de nuestros cuerpos, demandamos vivir. Que no nos maten, que no nos violen, que no nos usen, que no nos esclavicen, ni nos vendan como mercancía.

Madres, hermanas, hijas, esposas, amigas, novias, compañeras que han sido arrancadas de sí mismas por delincuentes que se apoderan de sus vidas y las destruyen por dinero, por venganza, por cobardía, por saciedad, porque se asumen dueños de ellas.

Mujeres mutiladas, asesinadas, vendidas, explotadas, traficadas, prostituidas, desaparecidas, derretidas con ácido… agredidas de mil maneras. Mujeres que se encuentran sin vida con rostros amputados, cuerpos quemados, seccionados, sepultados, arrojados a barrancas, tirados en basureros.

El insuficiente, deficiente, ineficaz, ineficiente y corrupto sistema de justicia en México, edificado durante casi 40 años, se encuentra en crisis y genera impunidad. La impunidad siempre provoca la repetición y la escalada de brutalidad en los subsecuentes actos de violencia.

Mujeres y niñas son la entraña de la trata y de la violencia feminicida. En México cada día matan a 10 mujeres, víctimas de sus parejas sentimentales, de agresores sexuales, de asesinos seriales, de personas cercanas familiares o allegados que ocultan sus cuerpos para no ser descubiertos. Al ignorar su suerte y paradero son reportadas como desaparecidas.

Hay casi 25 mil mujeres desaparecidas en México, la mayoría de entre 10 y 20 años de edad, muy probablemente víctimas de feminicidios y trata para explotación sexual, laboral, reclutamiento delincuencial y violencia doméstica.

Las mujeres asesinadas y desaparecidas se presentan en nuestros sueños, nos hablan al oído mientras esperan que las rescatemos del olvido, de la impunidad: “necesitamos que nos busquen, que nos encuentren, exigimos nuestro derecho a la justicia, a la verdad, a la presencia, vivas o muertas, que nos regresen a nuestros caminos con nuestras familias. Mientras estemos abandonadas en algún lugar desconocido con o sin vida… mientras estén libres e impunes nuestros agresores… no existimos, incluso para morir necesitamos estar y para descansar necesitamos justicia”.

Desde hace más de 11 años hemos conformado en todo México grupos de familiares de víctimas, de personas buscadoras, mayormente mujeres que buscan a sus seres amados desaparecidos, nos capacitamos, andamos en éxodo por todo el país alzando piedras, desenterrando cuerpos, revisando penales, hospitales, servicios forenses; integrándonos a decenas de grupos de redes sociales en donde intercambiamos información, de hallazgos, fotografías de indigentes, fallecimientos de nuestros pares quienes van muriendo sin encontrar, andamos en el legislativo redactando leyes, con los gobiernos construyendo políticas públicas que aspiramos a que sirvan; intentamos amalgamar las voluntades de las instituciones para que trabajen en coordinación, vamos firmes avanzando, como se pueda, sin detenernos.

Se necesitan personas aliadas de conciencia en toda la sociedad a las que les duela el dolor del prójimo y lo absorban hasta que lo hagan suyo. Dentro de las instituciones se requieren personas que hayan logrado sacudirse los prejuicios del machismo, que incita a culpabilizar a la víctima de lo que le pasa, todavía hay cientos de hombres servidores públicos (y algunas mujeres) en diversos cargos, que muestran su ignorancia y violencia revictimizante, al decir que las víctimas vestían provocativas, que consumían drogas o alcohol, que andaban solas de noche, sentenciando, con su ceguera, que “se lo buscaron, que se lo merecían”. Colocan sus intenciones del lado del agresor, así son cómplices de la perpetuación de las violencias contra las mujeres y niñas.

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Afortunadamente también hay cientos de mujeres aliadas, servidoras públicas con quienes hemos podido tejer lazos de sororidad, hermandad y compromiso. Alianzas juradas por ti, por mí, por ellas; todas son nuestras hermanas, nuestras hijas, nuestras madres, nuestras esposas, juntas exigimos justicia y vamos disolviendo el veneno de las violencias contra las mujeres con determinación y persistencia, con la convicción de transformar, de trascender lo individual para lograr la alquimia colectiva, para que logremos que las mujeres de todo el mundo vivamos sin violencia, con la garantía de igualdad y equidad.

Las mujeres somos la mitad de la humanidad que hoy habita el planeta, más de la mitad en México. Este 8 de marzo esparcimos nuestro compromiso de lucha, justicia y búsqueda, a todas las mujeres víctimas. Nuestro reconocimiento y gratitud eterna a todas nuestras hermanas, mujeres del pasado, del presente y del futuro por iniciar y mantener encendida la pasión por la justicia y la paz.

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