Mi patrimonio no se vende
Archipiélago Reportera cultural egresada de la ENEP Aragón. Colaboradora en Canal Once desde 2001, así como de Horizonte 107.9, revista Mujeres/Publimetro, México.com, Ibero 90.9 y Cinegarage, entre otros. Durante este tiempo se ha dedicado a contar esas historias que encuentra a su andar. X: @campechita
Mi patrimonio no se vende
Foto: original.cultura.gob.mx

“El que cree crea, el que crea hace, el que hace se transforma a sí mismo y a la sociedad en la que vive”.

Proverbio maya

Antes de mediodía encontré por los jardines, casas y salones del Complejo Cultural Los Pinos a decenas de mujeres, hombres, niñas, niños y jóvenes que curiosos miraban su alrededor. Algunos de ellos lo recorrían por primera ocasión, otros ya era su segunda visita, ya que son parte de los grupos de artesanos y artesanas que participan en Original, encuentro de arte textil que celebra su segunda edición en el recinto del Bosque de Chapultepec.

Si bien quedaron muchas quejas de la primera edición, desde la poca claridad hacia los participantes y el beneficio directo o las pasarelas con modelos profesionales, vale la pena mencionar que en este 2022 se tomaron en cuenta los comentarios y entre otras cosas se reforzó su programa de actualizaciones no solo con más instituciones como la Secretaría del Bienestar, Economía, Hacienda o del Trabajo, sino también con creadores que ya llevan un camino recorrido en la venta de sus piezas fuera de sus comunidades e, incluso, en el extranjero.

En ese andar por el complejo cultural asistí a las charlas en las que, desde la sierra de Guerrero, don José Ramón expuso sin tapujos que a la montaña no llegaba nadie del Servicio de Administración Tributaria (SAT) y que así ellos nada más no podían aspirar a vender decentemente sus piezas, ya que no pueden emitir facturas. Hubo otros casos como en el encuentro Sobre el etiquetado, costeo y presentación del producto artesanal, ahí estaba doña Joaquina de Cuetzalan, Puebla, quien ya forma parte de una asociación que fábrica y vende sus prendas, así como con un hotel comunitario y ecológico, iniciativas que bien a bien no tienen claro cómo ofertar en internet, así que volvieron a Original para tomar nota para aplicarlo en sus propias iniciativas.

En otro momento llegué a la Casa de tintes, espacio que reúne a 20 artesanos y artesanas de distintas regiones que a partir de la tradición milenaria y la experimentación desarrollan sus propios colores extraídos de plantas, animales, moluscos, insectos y la tierra. Por ahí en la entrada me presentaron a don Habacuc, quien me contó que a los 15 años le pidió a sus tíos que le enseñaran a extraer la tinta del caracol púrpura en Pinotepa de Don Luis, Oaxaca, lugar alejado de la zona rocosa de las playas, así que tuvo que caminar ocho días comiendo totopos y hierbas para llegar a Puerto Ángel y ahí aprender a seleccionar los caracoles, entender cómo reaccionan, ya que al momento de agarrarlos sueltan orín por los nervios, luego comienzan a liberar su tinte, el cual no es púrpura desde el principio, sino que primero es blanco, luego amarillo, cambia a verde y después de estar al sol toma ese color tan vibrante.

Cientos de historias como las de las mujeres de Creel, Chihuahua, las seris de Sonora o la tintera de Yucatán Juana de Arco Balderas Puch, quien mantiene la tradición de obtener su materia prima de eso que da la sureña península. Qué decir de doña Martina Navarro y sus piezas de Maque incrustado de Uruapan, Michoacán, artesana que elabora cada pieza con mezcla de tierra y aceites aplicados con las manos y que con el paso del tiempo ha sumado el ingenio y visión de sus hijas para dar forma a piezas más contemporáneas. 

Durante cuatro días, más de mil creadores y creadoras convivieron en el recinto del Bosque de Chapultepec, muchos se compraron piezas entre ellos y ellas mismas, algunos otros aprovecharon para grabar videos conjuntos que más adelante usarán en sus redes para ampliar su impacto, también mencionar que en está ocasión el intercambio saldrá de nuestras fronteras porque se invitaron a creadores originarios de otros países de América Latina, Costa de Marfil, Canadá y Palestina.

Un encuentro que surgió a partir de los casos de plagio de distintas marcas extranjeras e incluso nacionales de los diseños de las artesanas y artesanos, práctica que primero se enfrentó a tuitazos y desde hace un año pasó a la acción directa con el acercamiento de los creadores con toda aquella y aquel interesado que se anime a llegar al recinto ubicado en Parque Lira, a escasos pasos del metro Constituyentes, un poco más retirado de Chapultepec y la estación Auditorio en la Ciudad de México.

Si acaso les dio curiosidad, la invitación es que se asomen a la página de Facebook de Original México, donde se quedaron hospedadas las sesiones de capacitación y foros. En tanto, las pasarelas que este año sumaron más artesanas y artesanos, las podrán seguir en el canal de YouTube de la Secretaría de Cultura.

Al final les puedo decir que Original significó la oportunidad de platicar con los artesanos y artesanas sobre su legado, ese tesoro que les ilumina los ojos nomás empiezan a contar su historias, saberes que van ligado a su día a día, ese que no termina de tener el piso parejo, ni mucho menos las mismas oportunidades como emitir una factura para vender bien sus vestidos arcoíris como contó don José Ramón.

Agregaría como consejo no pedido a los organizadores que un directorio con información puntual de cada artesana y artesano, donde se aplique lo enseñado durante estos días de convivencia y creen sus cuentas de redes sociales, así como una plataforma de intercambio creativo y laboral, para que así se fortalezcan cada colectivo, asociación y grupos que sin chistar se planten con conocimiento del valor de sus obras. En fin, dejó la idea y me retiró lentamente. Gracias por leer.

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