No tendremos Dinamarca, ¿por qué no voltear hacia Colombia?
Diagnóstico Reservado

Médico cirujano con más de 30 años en el medio y estudios en Farmacología Clínica, Mercadotecnia y Dirección de Empresas. Es experto en comunicación y analista en políticas de salud, consultor, conferencista, columnista y fuente de salud de diferentes medios en México y el mundo. Es autor del libro La Tragedia del Desabasto.

X: @StratCons

No tendremos Dinamarca, ¿por qué no voltear hacia Colombia?
El sistema de Colombia puede parecer complicado, pero tiene una enorme virtud: está pensado para financiar la salud, dice Xavier Tello.

Regresé de un viaje exprés a Colombia. Me dio mucho gusto visitar ese país ya que, además de los objetivos del trabajo al que asistí, tuve la oportunidad de conversar de primera mano con médicos colombianos sobre su sistema de salud.

Aunque conocía el sistema de aquel país al leer sobre éste y a través de conversaciones remotas, hacía casi 25 años que no visitaba Colombia, por lo que fue refrescante conocer de primera mano las opiniones de médicos, pacientes y gente “normal” sobre su sistema de salud. Debo decir que quedé gratamente sorprendido.

Con poco más del 40% de la población de México y con un PIB per cápita del 75% del nuestro, Colombia tiene una inversión en salud del 8.1%, muy cerca de 9% que sugiere la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE). En contraste, México apenas ha superado el 6.2% y registra uno de los niveles de gasto de bolsillo más altos del planeta.

Al año 2022, poco más de 93% de los colombianos estaban protegidos con el sistema de salud, pero lo más importante: la gente se encuentra satisfecha o muy satisfecha con su sistema. Al analizar cada uno de los componentes, las preguntas son obligadas: ¿Qué hace exitoso al sistema de salud colombiano? ¿Podemos adoptar en México algo similar?

Analizar a detalle el sistema de salud de Colombia requeriría mucho espacio, por lo que mencionaré los puntos más importantes y, sobre todo, las diferencias con México.

El sistema de salud de Colombia consta de una gran seguridad social y de un sector exclusivamente privado, pero, antes que nada, el colombiano es un sistema de salud obligatorio. Lo anterior significa que la mayor parte de la población, en alguna medida, aporta un pago para la atención de su salud. La subvención total del Estado se reserva solo para los niveles de pobreza más profundos.

La mayor parte de la cobertura es a través del sistema gubernamental (público pero pagado por cada ciudadano), aunque existe la medicina 100% privada que se paga completamente del bolsillo o con seguros privados de gastos médicos. A diferencia de lo que ocurre en México, el sistema de seguridad social es cada vez más solicitado y el sistema privado menos conveniente, salvo para algunas personas que busquen un trato más personalizado.

La piedra angular de la cobertura es el llamado Sistema General de Seguridad Social en Salud (SGSSS), que se compone dos regímenes: el “régimen contributivo” y el “régimen subsidiado”. Como seguramente se entiende, el contributivo incluye a la población que aporta una cuota, mientras el subsidiado es el reservado para las clases más pobres.

Para garantizar que todos los colombianos tengan una cobertura, no importando el nivel o la gravedad de sus enfermedades, existe el llamado Fondo de Solidaridad y Garantía (Fosyga). Su objetivo: que se puedan pagar precisamente los gastos de alto costo y que nadie se quede sin atención. Este fondo es –más o menos– el equivalente al Fondo de Gastos Catastróficos con el que contaba en México el Seguro Popular y del que se adueñó el gobierno desde 2019, para convertirlo en gasto corriente y administrarlo de forma opaca y discrecional a través del Instituto de Salud para el Bienestar (Insabi). En México hoy no tenemos un mecanismo formal para financiar los gastos de alto nivel.

La salud en Colombia es proporcionada mayormente por servicios privados o instituciones de asistencia privada, que están afiliadas a Entidades Promotoras de la Salud (EPS) que recaban las aportaciones obligatorias de cada persona y se ocupan de pagar los gastos. Existen cientos de EPS para ambos regímenes y la elección de cada una depende de la conveniencia del usuario. En México, los derechohabientes de las instituciones no tienen más opción que quedarse donde están, aun cuando el servicio no sea el más adecuado o no exista un valor agregado para ellos.

Para garantizar la estabilidad financiera, existen además “cuotas moderadoras” y copagos que los afiliados deben cubrir de acuerdo con tabuladores preestablecidos y tarifas ajustadas, tanto por servicios como por grupos de ingresos. Este sistema es muy parecido al de muchos países de Europa.

El sistema puede parecer complicado, pero tiene una enorme virtud: está pensado para financiar la salud. Busca una cobertura total en la que todos los tratamientos lleguen a todos los colombianos y que cada quien pague lo que es justo.

No, no existe la “gratuidad”, como no existe en la mayor parte de los países con sistemas de salud exitosos. Hoy por hoy, esta premisa es impensable en México, donde la ideología y el populismo quieren vender una supuesta gratuidad, pero donde la salud carece de un financiamiento adecuado.

Debo mencionar un punto que personalmente me parece toral: en Colombia, como en Europa, la mayoría de los médicos trabajan de forma privada afiliados a una EPS. Los médicos no son empleados del gobierno. Los médicos colombianos, hasta donde me dijeron y percibí, no pasan hambre. En contraste, México tiene uno de los niveles salariales más bajos para los profesionales de la salud.

Podría parecer que un sistema de salud así no sería cuestionado por nadie en Colombia; sin embargo, el nuevo gobierno de Gustavo Petro buscó desmantelarlo desde el primer día, solamente por motivos ideológicos. ¿Suena conocido?

La premisa de la ministra de Salud, Carolina Corcho, era que “nadie nunca más podrá ser excluido del sistema de salud en Colombia”. Para ello, propuso deshacerse de las EPS para pasar la administración de los recursos de la salud al gobierno central. ¿Suena conocido?

La propuesta no solo no fue bien recibida, sino que logró el rechazo unánime de todo el gobierno de coalición. ¿La razón? Era una reforma al sistema de salud que, como en México, prácticamente nadie había pedido.

La realidad es que, como sucedió con el Seguro Popular, la propuesta de Corcho estaba basada solamente en motivos ideológicos. En Colombia, al gobierno de izquierda no le gusta que exista la iniciativa privada y el tener a las EPS como “intermediarias”, con controles financieros y auditorías, no le sirve a ese régimen.

La propuesta fue rechazada en el Congreso la semana pasada y no por la oposición, sino –como lo comenté– por el gobierno de coalición. Así de absurda era. Todos los médicos con los que conversé hablaban de la ya virtual derrota y la tal vez renuncia de la ministra Corcho. Al momento de escribir esta columna, el futuro de la ministra de Salud de Colombia es incierto. De conservarla en su puesto, el presidente Pietro perdería mucho en imagen. En Colombia, los contrapesos sí lograron proteger al sistema de salud.

No es sorpresa la reacción de Carolina Corcho, culpando del rechazo a los medios de comunicación, los poderes fácticos y a agentes externos. “¿Por qué no permiten una posibilidad alternativa?”, preguntó en una declaración. Simple: porque los usuarios y los prestadores de servicios están satisfechos, vaya, nadie dijo nunca que semejante cambio hiciera falta.

En Colombia, el catálogo de medicamentos es uno de los más completos de América Latina. Prácticamente todos los pacientes de ambos regímenes tienen acceso a los medicamentos más modernos. Existen estrictas reglas para que estos puedan ser incluidos y financiados, pero el objetivo es no dejar a nadie sin los últimos avances de la medicina.

Hoy, los colombianos tienen acceso a medicamentos que aún no son utilizados en México, sea porque no han sido aprobados dentro del Compendio Nacional de Insumos para la Salud o simplemente porque las instituciones han decidido que su presupuesto no les alcanza. En el peor de los escenarios pueden solicitarlos, pero es algún burócrata dentro del Insabi quien decide si se adquieren o se envían a las unidades de salud.

En resumen: el sistema de salud de Colombia está bien concebido, planificado, fondeado y, lo más importante, cuenta con aceptación y genera satisfacción a cada uno de sus actores. Aunque, como el mexicano, proviene de la primera mitad del siglo pasado, sus reformas han estado encaminadas a buscar mayor cobertura con mayor calidad, enfocándose desde 2006 en un mecanismo de financiamiento que ofrece certeza y asegura continuidad.

Como lo dije, un sistema con estas características es impensable para la administración actual en México, que se ha preocupado más por desmantelar el existente para reconstruirlo a su modo y de acuerdo con su ideología, y donde la falsa promesa de Dinamarca es pregonada continuamente, desde el presidente de México hasta Zoé Robledo que busca a toda costa concretar una centralización de los servicios en el IMSS-Bienestar.

Debemos mirar hacia el futuro. Tras la devastación sufrida, México requiere más que nunca un sistema de salud de alta calidad. Si deseamos realmente uno nuevo y de primera categoría, debemos cortar con nuestros atavismos históricos y buscar modelos que sí están funcionando el mundo.

No, no vamos hacia Dinamarca. Nunca estaremos ahí, pero valorando los resultados y los índices de satisfacción seguramente deberíamos voltear hacia Colombia.

Síguenos en

Google News
Flipboard