La violencia de la clase ‘venida a menos’
HÍBRIDO

Como crítico de cine y música tiene más de 30 años en medios. Ha colaborado en Cine Premiere, Rolling Stone, Rock 101, Chilango, Time Out, Quién, Dónde Ir, El Heraldo de México, Reforma y Televisa. Titular del programa Lo Más por Imagen Radio. X: @carloscelis_

La violencia de la clase ‘venida a menos’
Película: 'Las niñas bien' Foto: Woo Films/cortesía del autor

En su comedia de 1989, Metropolitan, el director estadounidense Whit Stillman introdujo un concepto novedoso para la época: downward social mobility, que en español podría traducirse como “movilidad social a la baja”. Un grupo de amigos universitarios de clase alta discuten sobre temas sociales, con argumentos como que “se escucha hablar demasiado sobre la gran movilidad social en América, con el enfoque usualmente en quienes van hacia arriba, pero poco se discute lo fácil que es ir hacia abajo”.

En aquel entonces, la publicidad alrededor de esta película aplaudió la osadía de Stillman por abordar dicho tema con humor. “Downwardly mobile” fue el concepto que se utilizó para describir a los “venidos a menos”, como los llamamos aquí en México. Uno de los personajes de esta película explica que “la caída será muy rápida. No solamente para nosotros como individuos, sino para toda la clase privilegiada”.

Quizá para entender qué tiene esto de gracioso, habría que conocer el contexto de aquella época. Entre 1981 y 1982 hubo una importante recesión económica en Estados Unidos, la más grande desde la Gran Depresión de los años 30. Tal situación se extendió durante toda la década y afectó el desarrollo de aquel país. Cuando la economía por fin mejoró en los 90, las clases privilegiadas se habían encargado de crear sistemas para proteger su riqueza.

De acuerdo con un estudio de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), desde la década de 1980 aumentó la probabilidad para que familias de bajos recursos escalen en la distribución educativa y de ingresos en Estados Unidos. Sin embargo, también se desarrolló una élite adinerada y bien educada, pues el mismo sistema protege a los hijos de familias poderosas de una posible caída intergeneracional de sus ingresos.

Comparativamente, en México también tuvimos una crisis económica en 1982, cuando el presidente José López Portillo anunció la expropiación de la banca tras el colapso del peso, y lo que siguió fueron 10 años de estancamiento económico. Algunos mexicanos huyeron de la crisis para preservar sus fortunas, e incluso el expresidente pasó varios años en Europa ante el repudio de la sociedad. Esta versión mexicana de los “venidos a menos” se puede ver en la película Las niñas bien (2018) de la directora Alejandra Márquez Abella, basada en el popular libro de Guadalupe Loaeza.

Nadie quiere ver su patrimonio mermado ni convertirse en un “venido a menos” pero, ¿qué pasa con los que no tenemos una fortuna que proteger (o que nos proteja) en tiempos de crisis? ¿Qué hacemos los que no podemos (o no queremos) huir a otro país? Pues “aguantar vara”, “echarle huevos” y “hacer de tripas, corazón”. Hoy, que se avecina un nuevo sexenio y las promesas de la primera presidenta de México pintan un panorama brillante, los miembros de esa clase “venida a menos” no comparten su optimismo.

¿Será esta la razón por la que se mostraron tan violentos durante el gobierno de Andrés Manuel López Obrador y, especialmente, durante el reciente proceso electoral? La defensa del patrimonio es entendible, pero la defensa de los privilegios es un tema totalmente aparte. Pienso en esa mesa de debate que reunió a personalidades como Carlos Alazraki, Pedro Ferriz de Con, Laura Zapata y -precisamente- Guadalupe Loaeza, y un escalofrío recorre mi piel cuando recuerdo sus rostros desencajados al anunciarse la victoria de Claudia Sheinbaum.

Pero también pienso en otras anécdotas sin aparente relación con el voto, como aquella discusión entre mujeres en un gimnasio de la exclusiva zona de San Jerónimo en Monterrey, que acabó cuando una de ellas le arrancó un dedo a la otra con los dientes. Pienso en lo que me contó una amiga, sobre un hombre de posición desahogada que emparejó su auto de lujo a un microbús porque no le cedió el paso y no dejó de seguirlo y de insultar al chofer con expresiones humillantes, sin importarle los pasajeros.

Pienso en aquel video de Hernán Gómez Bruera durante la marcha de la Marea Rosa en apoyo a Xóchitl Gálvez, cuando un hombre que por sus características físicas bien podría ser de su familia, le reclamó su presencia en el evento y lo agredió físicamente. Por último, pienso también en #LadyCinemex, la mujer que tuvo un colapso nervioso durante una función de cine y ofendió a los presentes con expresiones clasistas y homofóbicas.

Y así, puedo seguir enlistando varios sucesos de los últimos meses. Concedo que Gómez Bruera no es el personaje más querido en México, o que los choferes de microbuses son los que -por lo regular- agreden a otros conductores, o que el calor extremo ha vuelto demasiado comunes las explosiones de ira y los casos de road rage que terminan en accidentes automovilísticos y en la muerte de ciclistas, motociclistas y peatones.

Pero es justo por esto que me desconcierta ver a las clases acomodadas y privilegiadas ponerse al tú por tú con quien sea y sentirse atacadas ante cualquier situación que antes hubieran considerado como “rebajarse”. También me desconcierta que, tras el resultado de las elecciones, se siga fomentando en redes sociales el odio de clase y la violencia social, utilizando calificativos denigrantes para referirse a la mayoría ganadora.

Lo digo desde ya, que no me apetecen otros seis años de escuchar todos los días reclamos y fatalismos de un sector que vive en la negación y que es capaz de utilizar todos los medios a su disposición (que son muchos) para seguir sembrando dudas. Repito, que la defensa de lo propio, de los derechos humanos y con ello la libertad de expresión, son muy necesarias, aunque yo espero que la verdad de unos no sea a costa de la paz de todos.

  • Para una lista de películas sobre movilidad social, visita el perfil del autor en Letterboxd.

BREVES

Del 7 al 15 de junio se lleva a cabo en la ciudad de Guadalajara la 39 edición del Festival Internacional de Cine en Guadalajara (FICG), que en esta ocasión es una auténtica fiesta para celebrar a la comunidad artística de Madrid, con invitados tan deslumbrantes como C. Tangana, Los Javis, Álex de la Iglesia y Najwa Nimri, además de un extenso programa que se puede ver aquí.

Por cierto que este festival estrena en México la más reciente película del salvadoreño Julio Torres, Problemista, casi a la par del lanzamiento de su nueva serie, Fantasmas, disponible en la plataforma de Max desde el 7 de junio.

En Prime Video, por fin estrena la serie mexicana Tengo que morir todas las noches, una adaptación del libro del mismo nombre sobre la vida nocturna y la escena queer de la Ciudad de México en los años 80, bajo la dirección de Ernesto Contreras.

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