El crecimiento económico sin contrapesos
Enernauta

Especialista en política energética y asuntos internacionales. Fue Secretario General del International Energy Forum, con sede en Arabia Saudita, y Subsecretario de Hidrocarburos de México.
Actualmente es Senior Advisor en FTI Consulting.

El crecimiento económico sin contrapesos
Es aparente que el crecimiento económico de las autocracias sin contrapesos es inferior al de las democracias con restricciones. Foto: Envato Elements

Si la independencia del poder judicial es clave para la atracción de inversiones y el crecimiento económico, como lo sugiere la evidencia que cité la semana pasada, ¿podría extenderse esta relación a un ámbito más agregado e indagar si las democracias con separación de poderes, que aportarían independencia judicial, crecen económicamente a mayor ritmo que las dictaduras?

Las espectaculares experiencias de China o Singapur, por mencionar solo los dos ejemplos probablemente más notables, confunden de arranque la respuesta. Estos dos países han transformado el imaginario sobre lo que un régimen autoritario puede lograr. En los últimos 40 años, el ingreso por persona de China se multiplicó 24 veces. Los datos del Banco Mundial indican que pasó de $480 a $11,560 dólares constantes de 2015 mientras su población creció solo 0.3 veces. El de Singapur, comenzando de una base significativamente más alta que la de China, se multiplicó cuatro veces, de $15,106 a $67,359 dólares por persona aun cuando su población de duplicó. La gigante China sacó a setecientos millones de personas de la pobreza; la diminuta Singapur catapultó a su población al club de países con mayor ingreso.

¿Por qué no seguir entonces la ruta de China y Singapur? Primero, porque las raíces de su éxito provienen de las reglas económicas más que de las políticas. Para China, la apertura al mundo y a la competencia creó oportunidades de crecimiento que ni el maoísmo del Gran Salto Adelante y la Revolución Cultural soñaron con lograr. A pesar del control indisputado del Partido Comunista, las reglas favorables a la inversión privada fueron consistentes. Para Singapur, su ubicación estratégica comercial y militar se combinó con la buena suerte de los instintos económicos de Lee Kwan Yew, quien proveyó un marco amigable para los negocios mucho antes de que lo hiciera China.

Segundo, porque por cada China o Singapur hay muchos más ejemplos de países a los que les ha ido mal bajo el mando de un autócrata. Basta con mirar a la África Sub Sahariana para encontrar experiencias decepcionantes. Una de las más famosas es la cleptocracia de Mobuto Sese Seko en la República Democrática del Congo (antes Zaire). Duró más de 30 años (1965-1997) y dejó una herencia cuyas secuelas aún se resienten. En 2022, una población casi cuatro veces mayor recibe casi la mitad del ingreso que recibía en 1982: 528.8 en lugar de 972.4 dólares por persona.

La evidencia contraria al registro económico de los autócratas se ha ido acumulando a medida que las bases de datos estadísticas crecen. Un par de investigadores de las universidades australianas de Victoria y Melbourne examinaron “¿con qué frecuencia los dictadores tienen efectos económicos positivos?”. Revisaron el desempeño económico por tipo de régimen político para un conjunto de 133 países entre 1858 y 2010 y encontraron que: (1) solo 3.3% del total de autócratas durante esos 150 años han logrado resultados económicos positivos y (2) la ocurrencia de estos casos positivos es indistinguible de la que hubiera aparecido aleatoriamente. En cambio, los autócratas con resultados económicos negativos son dos veces más comunes que los que aportan resultados positivos y sus malas experiencias no son atribuibles a lo que podría esperarse por la suerte. Los autócratas sí reducen en promedio el crecimiento económico de sus países.

Los autores apuntan en sus conclusiones: “En la era de líderes venerados (elegidos democráticamente) con tendencias autoritarias como Donald Trump, Vladimir Putin o Recep Tayyip Erdogan, esperamos que nuestros resultados ilustren que las creencias en autócratas benévolos están fundamentalmente equivocadas. Por muy convincente que sea una narrativa, la hipótesis del autócrata benévolo simplemente no corresponde con la evidencia”.

Mientras los autócratas destruyen oportunidades de crecimiento, las democracias las crean. El famoso dúo de Daron Acemoglu y James Robinson, cuyo libro Why Nations Fail (Por qué fracasan las naciones) se convirtió en best seller, sumó fuerzas con otro par de investigadores para indagar si la democracia en efecto causa crecimiento económico. Después de aplicar una batería de pruebas estadísticas a datos de 175 países entre 1960 y 2010, hallaron que sí: “las democratizaciones aumentan el PIB per cápita en aproximadamente un 20 por ciento en el largo plazo…los efectos son similares en diferentes niveles de desarrollo y parecen estar impulsados ​​por mayores inversiones en capital, educación y salud”.

¿Qué concluir de esta evidencia? Aunque las conclusiones científicas siempre son tentativas, cuando menos es aparente que el crecimiento económico de las autocracias sin contrapesos es inferior al de las democracias con restricciones. Puede conseguirse la prosperidad bajo cualquiera de los dos tipos polares de regímenes, pero es muchísimo más probable obtenerla con las libertades, los derechos y la separación de poderes propios de la democracia.

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